Ribeyro con nosotros: 'La caza sutil y otros textos'
La
tentación del fracaso nos ofrece luces de las luchas internas
de Julio Ramón Ribeyro. En más de una ocasión nos preguntamos cómo fue que con
tanto pesar, impotencia creativa y aplastante aburrimiento pudiera elaborar una
obra que a la fecha resulta más que admirable. Quizá una posible respuesta se
encuentre en una especie de ocio deliberado, un dejarse llevar, aceptando que
en la compilación lenta era factible empezar a armar un proyecto narrativo. Y
así fue.
Ribeyro no solo es el más
grande cuentista peruano, su nombre también debería figurar entre los máximos
referentes de la tradición del dietario, y, como bien sabemos, en novela,
teatro, aforismos y demás no lo hizo nada mal. Se trata,
en todo sentido, de un clásico de nuestras letras. Es por ello que desconcierta
mucho que nos cueste acceder a la totalidad de su obra. Algunos títulos suyos
están siendo reeditados, pero de estos ninguno supera el grado de La caza sutil, publicado por Milla
Batres en 1975, y del que solo teníamos conocimiento por fotocopias y de lo que
nos hablaban algunos profesores y amigos en los bares. Tuve la oportunidad de
tener en manos esa edición, cuya portada de fondo verde y una trajinada máquina
de escribir en el centro anunciaban lo que sus páginas nos depararían: un
Ribeyro distinto, pero igual, en compromiso frontal con la literatura misma,
con autores, títulos y tendencias.
En más de un tramo de
su monumental diario, el autor confiesa que en lugar de escribir cuentos,
prefiere leer todo lo que pueda; de alguna u otra forma, sabía que la cita con
la loca de la casa tendría que darse tarde o temprano. De esta manera Ribeyro,
esperando esa cita, empezó a escribir artículos y ensayos, desde la única
óptica que creía conveniente: privilegiando su mirada de escritor. Los textos
fueron publicados en periodicos y revistas, los cuales nos revelaban su lado
intelectual y su peculiar y férreo compromiso con la literatura. Pero no hay
que caer en un posible prejuicio, si bien es cierto que muchos de estos
escritos estaban signados por un firme alejamiento de la jerigonza académica,
Ribeyro conocía la teoría de la que, en su tiempo, se escribía y publicaba.
En lo personal me
consta de la calidad y cuidado de las ediciones de la universidad chilena Diego
Portales. Su catálogo es, por decir lo menos, excepcional. Y desde hacía varios
meses venía trabajando la publicación (gran rescate) de este libro de ensayos
de Ribeyro, que estuvo a cargo del destacado narrador y periodista Diego
Zúñiga, quien ha efectuado un monumental trabajo de investigación y
recopilación, ya que no solo se ha conformado con el material de la primera edición,
sino que ha adicionado otros (doce más, en realidad), en testimonio de una
franca labor detectivesca.
En su prólogo “A la
orilla del mundo”, Zúñiga nos brinda un adictivo acercamiento a la figura de este
escritor esquivo y “fumador ejemplar”, quien, en más de un instante de
ofuscación emocional, barajó la idea de dedicarse a la crítica literaria,
motivado por el desánimo que le suponía que su obra ni siquiera diera visos de
ser reconocida, sumado, como suele ocurrir, a la depresión causada por la
pérdida de una mujer que amó demasiado.
Releer este libro
nuevo, porque lo es, no podría definirlo como una reedición, nos sumerge en los
senderos del desapercibido ensayista que escribía de lo que le gustaba y de lo
que no, de lo que le parecía sobrevalorado, ejerciendo una sensibilidad para la
lectura que lo mantenía leal a sus convicciones.
Zúñiga se pregunta por
el aporte de La caza sutil y otros textos
a la obra de Ribeyro. Su respuesta es contundente. La cito: “En estos treinta y
tres ensayos encontramos su inteligencia, su intuición, su humor, su manejo
perfecto para relatar una historia en tan solo un par de páginas, y también sus
dudas acerca de lo que mejor sabía hacer: escribir, escribir, escribir”. Es
decir: Ribeyro contra Ribeyro.
No se diga más, el
Ribeyro ensayista está con nosotros y esta vez para no pasar inadvertido.
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