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No me gusta que se considere a los
Remakes como una especie de subcine. Cada película, por más deudora que sea de
su antecesora, es dueña de su propia narrativa y de su correspondencia interna.
Hace algunos años un amigo me habló de The Wicker Man (1973) de Robin Hardy. No
sé si fue lo que me dijo de la esta película o su entusiasmo por ella lo que me
llevó a buscarla cuanto antes. Me costaba creer que fuera verdad lo que me
decía, es decir, me costaba creer que la inverosimilitud de la historia sea tan
contundente y verosímil en el proceso de su desarrollo. Él me hablaba de un
trabajo de culto, de esos que no necesariamente tienen que contentar al
espectador común, aunque habría que indicar su evidente influjo del discurso
intelectual de la psicodelia setentera.
Al día siguiente tenía en manos la
película y ni bien terminé de verla se convirtió en una de esas películas que
solo puedes recomendar a los elegidos. No, no es caer en la posería cinéfila,
que la detesto tanto como la literaria, sino en el hecho de que no todos tienen
la suficiente mente abierta para apreciarla, con mayor razón en un contexto tan
conservador como el nuestro, así suene lo dicho a rancia botadera, pero es
necesario decirlo cuando te topas con más conservadores de lo que crees en el
circuito cultural de la ciudad.
Semanas atrás, buscando películas, encontré
un Remake de The Wicker Man, a cargo
de Neil LaBute y protagonizada por Nicolas Cage. Estaba ante una producción del
2006 y por más que lo intenté, no recordaba haberla escuchado jamás. Era pues
obvia la acción inmediata. La compré, en principio con la idea de verla ni bien
llegara a casa, pero una cosa llevó a la otra y recién pude verla hace unos
días, como quien uno se repotencia luego de ver por tercera vez El doble, película basada en la novela
homónima de Dostoievski, de la que escribiré un artículo, para más señas.
Hablé de este Remake con algunos patas;
un par, los que más cine han visto, me dijeron que se trataba de una película
cumplidora, de la que no había que esperar mucho, solo pasar un buen rato. Otro
par, digamos el más posero, me dijo que era una pésima película, que viéndola
entendieron por qué Cage está como está.
Sin duda, la versión de LaBute no puede
compararse con la de Hardy, pero sí es más que cumplidora. Funciona en todos
los aspectos y lo que le falta de la versión primigenia es justamente ese
discurso contracultural de la que hacía gala. Este Wicker Man tiene los visos del discurso policial y una actuación
sobresaliente, como casi siempre, de Cage.
Esto es lo que espero de los Remakes. No
espero que superen a su versión matriz. Basta con que se inspiren de un rasgo,
un gesto, para llevar a cabo un producto sencillo que incomode y transmita. En
su sencillez y limitaciones también puede lograrse un lazo con el espectador,
que si en caso fuera curioso, como en esencia debe serlo, nacería en él la
motivación de buscar a la madre de culto y de esta forma ser parte de esa
experiencia sensorial y cognitiva.
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