palabras mayores
Luego de muchas horas fuera del mundo,
vuelvo a la realidad, es decir, me conecto con algunas noticias que han
sucedido en las últimas horas. Y no, no me referiré al fracaso de la marcha del
colectivo Conmishijosnotemetas, sino a algo mucho más edificante, y justo por
cierto. Es decir, el renacimiento del estupendo narrador peruano Antonio Gálvez
Ronceros, de quien he estado viendo reseñas, notas y entrevistas en las últimas
semanas.
Aunque habría que subrayar bien lo de “renacimiento”,
porque, desde que sé de GR, este siempre ha sido un narrador no solo reconocido
por sus colegas de oficio (más de uno lo calificó de clásico de la narrativa peruana), sino también por los lectores, aunque no muchos,
pero de los que sé también que no eran nada primerizos. Y en lo personal, desde
que lo conocí en el Taller de Narrativa de San Marcos, que dirigía con Jorge
Valenzuela, a mediados de los noventa, me dio la impresión de que era un
artista, o mejor dicho, un hombre enfocado en la escritura como comunión, sin
carcomerse por los réditos de la campaña que otros escritores de esos años,
como mucho más ahora, por querer parecer escritores.
Por ello, no solo la narrativa de GR se
impone como sólida, sino también como legítima. Si GR tiene el lugar que ahora
presenciamos, lo ostenta sin haberlo buscado y ese es un detalle que no
deberíamos pasar por alto. No nos equivocamos si lo calificamos como uno de los
mayores narradores peruanos. Sus tópicos, que podemos ver en La casa apartada y Monólogo desde las tinieblas, los mismos que podemos encontrar hoy
en librerías, han sido tratados con la mirada del orfebre y en actitud
rubricada por la coherencia, es decir, con el respeto que le generaba el mundo
de la cultura rural y afro, que bien leemos en Monólogo…, en cuyas páginas corroboro lo que sentenciaba su
compañero de taller, José Antonio Bravo, con quien, según los que tuvieron la
suerte de ser sus discípulos, construyó una leyenda y prestigio que no ha
vuelto a repetirse, sentencia que ayudaría a entender la poética de nuestro
narrador: “la ética del escritor.”
Ahora, y como para seguir pensando en el
contexto. La atención que viene concitando GR no es gratuita y al respecto
podemos barajar varias hipótesis, como el hecho de que la editorial que lo
publica necesita encontrar a un escritor dueño de un consenso literario, con
mayor razón tras el vacío dejado por Miguel Gutiérrez en las letras peruanas.
Ya lo señaló Manuel Vázquez Montalbán: el reconocimiento editorial, muchas de
las veces, es producto de ciertas circunstancias. Indiquemos que el catalán se
refería a “circunstancias” no lidiadas con la calidad literaria de la
propuesta. Eso, si es que hablamos de la mercadotecnia editorial; empero,
fijémonos en el detalle mayor y que debería importar: los ecos que aún sigue
transmitiendo el Grupo Narración, en lo que este significó y muestra a la fecha
como cantera de poéticas narrativas. Pensemos en las voces salidas de este
grupo literario y político, veamos algunos nombres: Oswaldo Reynoso, Miguel
Gutiérrez, Augusto Higa, Juan Morillo Ganoza y GR.
¿Palabras mayores? Sin duda.
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