interés por la novela histórica
Llego de la inauguración de la FIL, algo
cansado por la impensada caminata que hice con un catedrático y crítico sanmarquino.
El tiempo invertido valió la pena. Hablamos de muchas cosas, desde la
desconexión de la academia y la intelectualidad con el sentir de la población hasta
los últimos libros que estamos leyendo. Precisamente en este segundo punto
disertamos de algunas novelas de corte histórico, sobre las olas temáticas que
vienen “marcando” cierto interés editorial en base a él.
Imposible no pensar en El espía del Inca (Lluvia) de Rafael
Dumett, La Perricholi (PRH) de Alonso Cueto y en estas últimas semanas Los Túpac Amaru 1572 – 1827 (Sinco) de
Omar Aramayo. Si mal no recuerdo, lo nuevo de Raúl Tola sigue este corte.
Hay pues interés en el sendero
histórico, el cual no solo se suscribe a las editoriales grandes, lo vemos
también en los sellos independientes y proyectos estatales.
Mi amigo tiene su favorita, la de
Dumett. De esa novela hice un artículo en Caretas y creo que es lo mejor que le
pudo pasar, generar discusión literaria y no valorarla únicamente mediante
discursos sociológicos, antropológicos y, cómo no, históricos. La de Cueto me
gusta. Considero que fue muy inteligente al insuflar peso lírico a la prosa, el
cual permite al lector navegar a placer. Quizá no haya tanta truculencia
argumentativa (marca de la poética del autor), pero sí una atmósfera que coloca
al lector en la época representada.
No puedo compartir el mismo entusiasmo
por el proyecto de Aramayo, el cual ha sido beneficiado por el programa de
Estímulos Económicos del Ministerio de Cultura. Seguramente el jurado
calificador quedó extasiado con las dimensiones históricas, las cuales son complejas
y atractivas, hay que decir. Pero hay un bache presente en estas páginas, la
ausencia del ánimo que debe lucir toda novela más allá de su logro o fracaso:
persuasión. Por “momentos”, tenemos la impresión de estar ante una suerte de tratado
con pretensiones poéticas, un ánimo que impone y no seduce.
Impresiones de lado, con las que el
lector puede o no sintonizar, me agrada que lo histórico venga suscitando
interés en los autores peruanos. Como bien señaló Dumett en una entrevista, más
o menos así: resultaba inquietante que no haya novelas históricas peruanas
teniendo precisamente una historia inquietante que pueda contribuir a la
ficción de la misma.
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