miércoles, septiembre 26, 2018

a. kristof


La tengo en el radar pero nunca me animé a leer a la escritora húngara Agota Kristof. Son varias las razones, pero una se impone como la principal: creía (y mal) que la conocería en algún momento, siendo ese aplazamiento un burdo pretexto. De sus títulos, a la mano un par: Claus y Lucas y Ayer, en El Aleph.
Sin embargo, ninguno de ellos me significó el primer acercamiento, sino uno que a primera impresión puede parecer por demás extraño, hasta superfluo. Claro, dicho esto por la brevedad que anuncia a La analfabeta (2004 / Alpha Decay, 2015) como un “relato autobiográfico”.
Como tenía que hacer algunas gestiones en la mañana de ayer y para sentirme liviano de la gripe que creía superada, decidí llevarlo conmigo. De paso, lo último de Richard Ford si en caso me demoraba más de la cuenta (al final de la jornada fue por las puras).
Efectivamente, Kristof pasa revista a los avatares de su vida en once capítulos, que como tales no caen en la menudencia del dato (información inútil), menos en las trampas del desborde emocional que contamina a la prosa, que algunos confundidos asumen como el “barroquismo de la experiencia”. Lo primero que se destaca es la poesía silente que apreciamos en un registro narrativo diáfano, pero que como tal encierra un conflicto que percibimos en lo no dicho.
La autora testimonia su voracidad por los libros de todo tipo y su capacidad para la fabulación que comenzó a germinar desde una temprana edad. Sin embargo, tras la muerte de Stalin, su situación cambia en su país. Junto a su hija pequeña huye a Austria, en donde trabajará en una fábrica y desarrollaría su trayectoria como dramaturga, novelista y poeta.
Como ya sugerimos, asistimos a un conflicto en la escritura. Precisamente los parsimoniosos silencios violentos obedecen al tránsito del húngaro al francés, que será su lengua literaria oficial, en la encapsulará las tres vetas de escritura de preferencia. En su aparente “pequeñez” hay tanto de tensión, historia y sensibilidad, que consiguen un efecto que no depende de la árida belleza verbal, sino de la administración de las fisuras emocionales. 
Kristof fue una mujer que en vida no la pasó nada bien y a pesar de ello este título es ajeno a la cólera entendible/justificable, reflejando una actitud ante la vida, o llámalo, si gustas, esperanza. Por ejemplo, veamos lo que dice del acto de escribir: “uno se hace escritor escribiendo con paciencia y obstinación, sin perder nunca la fe en lo que se escribe”.

0 Comentarios:

Publicar un comentario

Suscribirse a Comentarios de la entrada [Atom]

<< Página Principal