lunes, septiembre 24, 2018

kloaka / borrado con lija


Un fin de semana en que me recuperé de una gripe fulminante. Lo que hice fue releer, a saber, Pago de Letras de Víctor Hurtado Oviedo. Esta publicación viene dorándose como un librito de culto, al menos esa es la impresión que tengo. Podría decirse que VH es de los autores que cincelan, no de los que escriben, de los que pertenecen al magisterio de Francisco Umbral, basta esta seña para que aparezca el interesado, o todo lo contrario: el desdén inmediato.
Vi también algunas películas, pero también fui testigo de la destrucción moral del grupo Kloaka.
La historia de este borrado con lija comenzó cuando uno de sus poetas insignia, Domingo de Ramos, es acusado de intento de violación por la artista Ale Wendorff. Ante la gravedad de los hechos, DDR tuvo la oportunidad de pedir disculpas (lo que AW le exigía en lugar de denunciarlo penalmente), mas su descargo resultó vomitivo, exhibiendo la bajeza de los que se cagan en los principios que juran defender y en el dolor/incomodidad/malestar de los agraviados. Claro, todo este histrionismo vino con la sazón del pacoyunquismo, que como era de esperar, fue celebrado por gentuza. Horas después AW demostró con pruebas lo que DDR negaba: la intentó violar.
Cuando pensábamos que el silencio era lo mejor y así  dejar que la condena social se encargue de DDR y del sinuoso discurso moralista de los poetas y simpatizantes de Kloaka, el poeta más representativo de la agrupación terminó por rubricar la catástrofe. El post de Roger Santiváñez en el que brinda su apoyo a AW y a DDR es, bajo todo punto de vista, de una inmoral asquerosidad, la que termina ubicándolo en la acequia de los acomodaticios, de los que no tienen bandera, de los que hacen de la hipocresía su modo de vida.
El grupo Kloaka, y esto lo digo en base a la experiencia de la lectura, está conformado por poetas de evidente medianía, por uno que hizo solo un buen poema (DDR) y otro extraordinario (RS). El aparato crítico que se ha formado en base a la agrupación encuentra su justificación en las resonancias de la primera etapa poética de RS, más el aditivo de la denuncia contra las injusticias sociales de los años (80) en que se dieron a conocer. Hemos visto cómo funciona la alianza académica, que encierra una trampa: exaltar a Kloaka para meter de contrabando otras propuestas para que de esta manera encuentren la legitimidad en el testimonio de época.
Los promotores de Kloaka, como el crítico José Antonio Mazzotti, saben que todo discurso debe guardar coherencia con una postura ética. Si mi discurso es deudor del ánimo de denuncia, no puedo cerrar el hocico y conformarme con ser testigo de una inmoralidad. Por ejemplo, ¿de qué me vale señalar los atentados a los derechos humanos de los comandos paramilitares de la dictadura fujimorista si me cobijo en el mutismo cuando uno de mis amigos viene representando públicamente lo que más detesto? 
¿O es que para Mazzotti y compañía la defensa de los principios es aplicada dependiendo de la lejanía ideológica y amical con el perpetrador? El silencio cómplice es lo que ha primado en este destilado de sinverguenzería a causa de la denuncia de AW, silencio ante un intento de violación que ha terminado por evidenciar el doble rasero ético de absolutamente todos los poetas e “intelectuales” que han hecho carrera valiéndose de la década más sangrienta en la historia del país.

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