jueves, septiembre 20, 2018

lectura torcida


En su momento no hacía caso de lo que se decía que podría ser una catástrofe para la literatura. Creí que se trataría de una moda pasajera. Ahora veo que no es así, va en serio y con el peligro de instaurarse en la libertad de la lectura.
Siendo la lectura un acto placentero, causa pavor que ciertos grupos feministas estén promoviendo la lectura de capirote, aquella que encuentra su justificación en las buenas costumbres, es decir, la moral creativa bajo cotos.
Resulta positivo que los grupos feministas estén alzando la voz de protesta en el circuito literario peruano. Pero mucho más es que se estén organizando en pos de un objetivo común: protegerse del miserable que abusa de las mujeres exhibiendo el distintivo de “escritor”.
Lo sé. El lector no habituado a estas aberrancias creerá que el circuito literario y cultural está poblado de huevones con un elemental nivel cultural. No están muy lejos de la verdad.
Sintonizo con las acciones que han llevado a cabo las feministas locales, sea en presentaciones y en las redes. Sin embargo, lo que sí me fastidia es que ese ánimo vigilante venga atentando contra la experiencia de la lectura, que se justifica en el gozo de la estética y de lo que esta es capaz de transmitir. Juzgar a la persona por encima de la obra hace que perdamos la perspectiva de lo que es apreciar una obra de arte y el solo hecho de enunciarlo me brinda un panorama por demás degradante, un claro retroceso a los avances que el feminismo peruano ha venido mostrando. 
Llámalo intolerancia. Del mismo modo fanatismo.

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