martes, enero 22, 2019

de eso va también: pasarla bien


No es la gran cosa, no creo que esta serie vaya a calificar de obra maestra, pero hasta el momento You pinta muy bien, es divertida y nada posera. Sus productores partieron del principio de no salirse de los cotos del entretenimiento, llevado a cabo sin subestimar a los espectadores, cosa que sí sucede en la última temporada de The Affair y en la evidentemente fallida Gipsy, peor cuando entre su reparto cuentan con actores conocidos y con trayectoria.
Sobre You conversé anoche con una amiga que fagocita series. Me dijo que, efectivamente, era divertida, y que se dejaba ver, rematando la impresión con un “para pasar el tiempo sin perderlo”. Claro, ese fue el remate valorativo sobre la serie, pero aquí viene lo que dijo, y es lo que dijo lo que motiva el post: ¿por qué hay libros peruanos de ficción que son tan pero tan aburridos? Claro, lo dijo en otras palabras pero esa es la idea central.
Hace más de un año publiqué en Caretas un artículo sobre el aburrimiento en el que ha caído la narrativa actual. No sorprende: en estos lares impera una rara costumbre: lectores poseros y críticos consideran que el tedio es sinónimo de orfebrería verbal, se asume el humor como una muestra de la más rancia subliteratura, el asunto/argumento como un retroceso y firma de las limitaciones del autor que lo aplica, ni hablar de la extrañeza, de la que se ha abusado para celebrar bodrios que hoy nadie recuerda.
Bien sabemos que el año pasado no fue pródigo en estupendos libros, sin embargo, considero que hubo algunos que aparte de logro literario (cuestión a discutir) sí consiguieron una empatía con los lectores. Algunas novelas que recuerdo: La guerra que hicieron para mí de Carlos Enrique Freyre, El bizco de la calle Roma de Luis Freire Sarria, Algún día este país será mío de Sergio Galarza, Madrugada de Gustavo Gutiérrez y Perro con poeta en la taberna de Antonio Gálvez Ronceros. 
Esta novela de AGR merece una mayor difusión. Es verdad que ha obtenido buenas reseñas y su presencia en recuentos está más que justificada. Pero ya es verdad de Perogrullo (y si en caso no lo sepas, pues tranquilo porque ahora sí) que las reseñas no aseguran nada, solo satisfacción para el autor de turno. Lo que hace que un libro se lea es su buena distribución en librerías y que las reposiciones se realicen sin tanta demora. De esta manera se consigue el suceso, la verdadera promoción de la obra: la recomendación del boca-oreja, el mágico fenómeno que protagonizan los lectores que no solo celebran la aparición de un buen texto, sino también su ánimo divertido. También de eso va leer: pasarla bien.

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