viernes, marzo 15, 2019

bv


El martes pasado recordamos a Blanca Varela.
A Varela se la sigue extrañando, es ya una presencia recurrente en el imaginario de los actuales poetas peruanos y una figura en vías de ser ubicada nominalmente por el gran público, así este conozca o no su obra.
Lo que siempre me gustará de BV: decir mucho en pocas palabras. La síntesis como sublime experiencia literaria. De joven se dio cuenta de lo que muchos escritores no: ser la autora que puede ser.
En lo personal, cada día estoy convencido de que si los autores llevaran a cabo ese ejercicio de franqueza, créanme que no existirían no pocas payasadas.
BV se sabía grande, pero nada más lejos de ella que el estatuismo, esa suerte de costumbre atorrante que adopta el poeta ni bien recibe una chisgueteada de reconocimiento.
Lo que recordé más de BV fue su actitud ante la palabra, es decir, también con la vida. Qué lejana de las argollas y del relacionismo (más en una época en que el circuito cultural contaba con nombres estelares), qué divorciada de la frivolidad del parecer. BV no aparecía pero todos hablaban de ella. Tampoco era una mujer esquiva, cualquiera podía conversar con ella y ser testigo de su inteligencia e ironía. Lo suyo era escribir y publicar sin el prurito del apuro. Construyó su legitimidad sin deberle nada a nadie. 
Tantas cosas, y no solo literarias, para reconocer de BV. Ojalá su imagen sirva de estímulo para las nuevas voces, perdidas en la cojudez de la consagración inmediata sin una obra que roce lo atendible. ¿Qué pensaría BV de los conversatorios, colectivos, la intelectualización críptica de la poética, recitales y presentaciones actuales en las que hasta la entonación del poema es más falsa que el like de un poeta a otro? La poesía como medio de compensación. A eso se llega cuando la palabra ya dejó de ser protagonista en la propuesta del poeta.


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