miércoles, noviembre 20, 2019

clásicos


Hace varios meses tuve la oportunidad de entrevistar al literato italiano Nuccio Ordine a razón de su ya referencial Clásicos para la vida. Una pequeña biblioteca ideal (Acantilado).
Ordine es un defensor de la educación tradicional, aquella que se justifica en la memoria y la reflexión, que para ser eficiente requiere de la participación de un maestro apasionado en la formación del alumno, al que tiene que guiar y estimular en la lectura de los clásicos. Para Ordine no hay otro camino para la educación de calidad que no sea por medio de la lectura de los clásicos. En este sentido, es un defensor acérrimo de la importancia de los mismos, ya que son fuentes inagotables de respuestas.
Hasta aquí, lo dicho no podría pasar del lugar común. Sin embargo, habría que preguntarnos cuánto estamos leyendo a los clásicos. Claro, se trata de una inquietud ingenua. Por ejemplo, los clásicos vienen siendo ninguneados de los programas escolares de lectura (o llámese Plan Lector) que, literalmente, han convertido en millonarios a no pocos mercachifles impresores mediante textos que son axiomática basura. Estos mercachifles han diseñado un plan de promoción y posicionamiento (con la ayuda de mafiosos burocráticos del Ministerio de Educación) en los colegios, el cual les permite excluir todo programa que aborde a los clásicos como se debería, es decir, desterrando los manuales y resúmenes. 
No niego que leer a los clásicos requiere de un esfuerzo, no importa si se tiene experiencia o no como lector. Ingresar a los clásicos puede significar en principio una ardua tarea, pero no hay otra que cumplirla. Como todo en la vida que vale la pena, en este caso el esfuerzo deviene en conocimiento real.

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