clásicos
Hace varios meses tuve la oportunidad de
entrevistar al literato italiano Nuccio Ordine a razón de su ya referencial Clásicos para la vida. Una pequeña
biblioteca ideal (Acantilado).
Ordine es un defensor de la educación
tradicional, aquella que se justifica en la memoria y la reflexión, que para
ser eficiente requiere de la participación de un maestro apasionado en la
formación del alumno, al que tiene que guiar y estimular en la lectura de los
clásicos. Para Ordine no hay otro camino para la educación de calidad que no
sea por medio de la lectura de los clásicos. En este sentido, es un defensor
acérrimo de la importancia de los mismos, ya que son fuentes inagotables de
respuestas.
Hasta aquí, lo dicho no podría pasar del
lugar común. Sin embargo, habría que preguntarnos cuánto estamos leyendo a los
clásicos. Claro, se trata de una inquietud ingenua. Por ejemplo, los clásicos
vienen siendo ninguneados de los programas escolares de lectura (o llámese Plan
Lector) que, literalmente, han convertido en millonarios a no pocos
mercachifles impresores mediante textos que son axiomática basura. Estos
mercachifles han diseñado un plan de promoción y posicionamiento (con la ayuda
de mafiosos burocráticos del Ministerio de Educación) en los colegios, el cual
les permite excluir todo programa que aborde a los clásicos como se debería, es
decir, desterrando los manuales y resúmenes.
No niego que leer a los clásicos requiere
de un esfuerzo, no importa si se tiene experiencia o no como lector. Ingresar a
los clásicos puede significar en principio una ardua tarea, pero no hay otra
que cumplirla. Como todo en la vida que vale la pena, en este caso el esfuerzo
deviene en conocimiento real.
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