¿Enfermo Chávez o la revolución?
Que la presente reproducción del siguiente artículo, publicado en El Espectador, sirva para que los lectores peruanos conozcamos a la escritora colombiana Paloma Valencia Laserna, cuyo libro Otras culpas (Borrador Editores) tendré el gusto de presentar el sábado 30 en la FIL.
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La expectativa por lo que va a pasar en las elecciones venezolanas el próximo año es creciente. Para muchos la enfermedad de Chávez está siendo utilizada para convocar la simpatía del pueblo ante el crecimiento de la oposición; para otros, la salud de Chávez es tan precaria que prevén su muerte y los problemas que puede causar la sucesión.
Según las encuestas de hace unos meses, la oposición y Chávez estarían  prácticamente empatados; muestran además que la popularidad del mandatario ha  descendido a menos del 50% y que la mayoría de los venezolanos ven mal al  gobierno. Aunque las cifras son impresionantes para un Presidente que ha  ejercido el poder durante 12 años, esto parece coincidir con el crecimiento  palpable del antichavismo que en las elecciones parlamentarias obtuvo la mayor  votación, sin que por ello obtuvieran más curules, pues la ya anunciada reforma  de los distritos electorales limitó su representación.  La cuestión, como  siempre ha sido, es si la oposición logra consolidarse con un solo candidato. El  favorito para encabezar el movimiento es Henrique Capriles el gobernador del  Estado Miranda –uno de los más poblados. Le sigue con una distancia  significativa  el ex candidato presidencial Manuel Rosales, quien está refugiado  en Perú y según dicen algunos, planea volver para enfrentar a Chávez. A ellos se  suman figuras como Alejandro Peña Esclusa.
Peña Esclusa acaba de ser liberado, luego de que la oposición  –estratégicamente- en el debate televisado en el que Chávez pidió autorización a  la Asamblea para recibir el tratamiento de su enfermedad en el exterior, pidiera  la misma consideración para los presos políticos enfermos. Pérez Esclusa,  defensor de derechos humanos, estaba en prisión desde hacía un año, sin que se  le iniciara el proceso judicial en su contra y padeciendo de un cáncer de  próstata que por las condiciones de su reclusión –una celda de 3x3 sin luz  natural- no podía ser tratado. Vale recordar que Peña Esclusa ha sido uno de los  miembros más beligerantes de la oposición; fue él quien en el 2000 acusó a  Chávez ante la Fiscalía por “traición a la patria”, por su alianza con las FARC  e inició tramites para acusar a Chávez ante la Corte Penal Internacional en el  2009, entre otras cosas. La inminencia de su detención había sido señalada por  él mismo a través de varios medios, y efectivamente fue detenido bajo la  acusación de terrorismo, pues según las autoridades encontraron material  explosivo en su casa, escondido entre los muebles de sus hijas.
Una pregunta que merodea entre los analistas es  qué sucederá si Chávez es  derrotado. El mandatario ha dado muestras de que su respeto por la democracia es  menor que  su compromiso con la revolución, y la existencia de todo un aparato  paraestatal como las milicias bolivarianas –armadas fusiles- pueden conducir a  la nación a un caos social violento. La transición democrática no se ve fácil a  pesar de que la victoria en las urnas sea factible.
Quienes ven en la enfermedad la inminencia del deceso plantean un escenario  más escabroso, pues el mandatario no tiene un heredero visible, y dentro de la  estructura de su partido no se ve el sucesor. Chávez se ha mantenido por medio  de su incuestionable carisma personal –y el uso de la fuerza se ha limitado a la  agresión contra medios de comunicación y personalidades de la oposición. Pero  desaparecido el mandatario vendrá la cuestión de la disciplina ideológica y para  muchos, si Chávez muere, será necesario usar la fuerza como mecanismo para  mantener la revolución- así lo dijo Adán, el hermano del mandatario, en el  “paraíso” chavista.
    

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