115
Llego a casa.
Busco entre los discos compactos uno de
la banda setentera Television. Television tiene una obra maestra, para qué más:
Marquee Moon.
Si alguna vez hiciéramos una antología
de las grandes bandas menores, sin duda tendríamos que incluir a Television.
Y tal y como lo he prometido cada vez
que escribo de ellos, me es imposible no referirme a Erika Miranda, que fue la
primera persona que me habló de ellos hace muchos años en la desaparecida
librería La casa verde. Esta banda tiene un mágico poder, me inyecta una oscura
vitalidad que me lleva a desafiarlo todo, aún en momentos en los que la persona
más importante de mi vida no se encuentra bien de salud, pero que sé muy pronto
se recuperará, de a pocos. Por ello, me concentro en lo que debo concentrarme, desechando
algunas invitaciones y presentaciones. Ocurre que tengo problemas para hablar
en público y siempre he reprimido esos problemas con lo mucho o poco que pueda
saber del libro o tema en cuestión. Ahora, las cosas cambian cuando los puntos
son emocionales, hasta el sonido más inane y desapercibido puede reconfigurar
la realidad que pensaba tener bajo control.
Antes de echarme a la cama y terminar
los dos libros que vengo leyendo a la vez desde hace unos días, leo un artículo
de Juan Gabriel Vásquez en El Espectador. Allí el narrador nos indica que le
hará una entrevista pública al Premio Nobel de Literatura, Coetzee, en el marco
de la Feria del Libro de Bucaramanga. Averiguo un poco más al respecto y, como
me lo suponía, la logística de la feria corre por cuenta de la UNAB, una de las
universidades más serias y competentes de Colombia.
Entonces me transporto en el tiempo. Al
2008. Año en que visité esa ciudad moderna y verde, pequeña y bella. Fue
precisamente en el auditorio de la UNAB donde ofrecí una conferencia sobre narrativa
de no ficción. En esos meses leía muchísima narrativa de no ficción y durante un breve tiempo
barajé la idea de dedicarme exclusivamente a este registro narrativo.
De esa experiencia conocí personas que
llevo en mi mente y en mi corazón, como Gina Jaimes, Dora Montoya, Eduardo
Martínez y mi tercera madre, Janet Lizarazo, una de las mujeres por las que sí
cruzaría montañas si estuviera mal. En los días que pasé en Bucaramanga, Janet
me comentaba de la apuesta de la UNAB por la difusión de la cultura y la lectura.
Y por lo que vengo notando en estos años, el discurso de la apuesta cultural se
justifica en la coherencia amparada en hechos concretos, coherencia que también
debería aplicar más de una universidad local, pero cuando hablo de coherencia,
me refiero a una de verdad, porque si nos ponemos idealistas, y vemos en frío
la realidad peruana, esta verdad apunta a la lectura como único canal de salvación
ante tanta bestialidad celebrada, basta ver a los nuevos universitarios de hoy
para darnos cuenta de que este país se irá muy pronto a la mierda.
Pues bien, la UNAB tiene un pequeño
hostal, llamado Hostal UNAB, el mejor de toda la ciudad, ubicado en las alturas
de los cerros arropados de intenso verde, a pocos metros del campus
universitario. Hostal acogedor, moderno, de arquitectura colonial y campestre,
cuyas habitaciones te ofrecen una vista panorámica de la privilegiada ceja de
selva colocha. Tuve la suerte de estar por varios días en la habitación más
grande, habitación que también ocuparon en su momento el entrenador Jorge Luis
Pinto, el ex presidente Álvaro Uribe, Carlos Monsiváis, el mismo Vásquez y
ahora Coetzee.
0 Comentarios:
Publicar un comentario
Suscribirse a Comentarios de la entrada [Atom]
<< Página Principal