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martes, julio 12, 2016

Entrevista a Eduardo Halfon

A los temas presentes en tu obra, hay uno que ejerce una fuerza excluyente, o digamos que permite canalizarlos. Me refiero al tema de la familia. Pienso en tu novela corta Monasterio, que se relaciona con tus también novelas El boxeador polaco, La pirueta y Signor Hoffman. Como sabes, el tema de la familia exhibe una rica tradición narrativa. En este sentido, ¿a qué se debió a que lo abordarás desde el registro autobiográfico? 

La respuesta más inmediata, y la más sincera, es que no lo sé. Nunca fue una decisión pensada o consciente. Simplemente empecé a escribir así, desde mi primera novela corta, Saturno, que es un texto sobre escritores suicidas y la relación de cada uno con su padre, escrito en segunda persona. Es una carta a un padre, que se parece mucho al mío, de parte de un hijo, que se parece mucho a mí, aunque sin nombrarlos. Es a partir de El boxeador polaco que mi narrador adquiere ya mi nombre —aunque no mi personalidad ni mi temperamento—, y empieza a hurgar en el pasado de su familia, que también es la mía. Y ahí sigo, buscando entender o encontrar algo de mí mismo, a través de ellos. A través de las historias de mis abuelos, de mis padres, de mis hermanos. Pero aunque esto te suene extraño, no es autobiográfico. O ésa no es la palabra correcta. Más diría que sólo el punto de partida de cada cuento o libro que escribo es autobiográfico; que el telón de fondo de toda mi obra es mi autobiografía. Pero el teatro que luego sucede ante ese telón es ficción.


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