kloaka / borrado con lija
Un fin de semana en que me recuperé de
una gripe fulminante. Lo que hice fue releer, a saber, Pago de Letras de Víctor Hurtado Oviedo. Esta publicación viene
dorándose como un librito de culto, al menos esa es la impresión que tengo.
Podría decirse que VH es de los autores que cincelan, no de los que escriben,
de los que pertenecen al magisterio de Francisco Umbral, basta esta seña para
que aparezca el interesado, o todo lo contrario: el desdén inmediato.
Vi también algunas películas, pero
también fui testigo de la destrucción moral del grupo Kloaka.
La historia de este borrado con lija
comenzó cuando uno de sus poetas insignia, Domingo de Ramos, es
acusado de intento de violación por la artista Ale Wendorff. Ante la gravedad
de los hechos, DDR tuvo la oportunidad de pedir disculpas (lo que AW le exigía
en lugar de denunciarlo penalmente), mas su descargo resultó vomitivo, exhibiendo
la bajeza de los que se cagan en los principios que juran defender y en el
dolor/incomodidad/malestar de los agraviados. Claro, todo este histrionismo
vino con la sazón del pacoyunquismo, que como era de esperar, fue celebrado por
gentuza. Horas después AW demostró con pruebas lo que DDR negaba: la intentó
violar.
Cuando pensábamos que el silencio era lo
mejor y así dejar que la condena social
se encargue de DDR y del sinuoso discurso moralista de los poetas y simpatizantes
de Kloaka, el poeta más representativo de la agrupación terminó por rubricar la
catástrofe. El post de Roger Santiváñez en el que brinda su apoyo a AW y a DDR
es, bajo todo punto de vista, de una inmoral asquerosidad, la que termina
ubicándolo en la acequia de los acomodaticios, de los que no tienen bandera, de
los que hacen de la hipocresía su modo de vida.
El grupo Kloaka, y esto lo digo en base
a la experiencia de la lectura, está conformado por poetas de evidente medianía,
por uno que hizo solo un buen poema (DDR) y otro extraordinario (RS). El aparato
crítico que se ha formado en base a la agrupación encuentra su justificación en
las resonancias de la primera etapa poética de RS, más el aditivo de la
denuncia contra las injusticias sociales de los años (80) en que se dieron a
conocer. Hemos visto cómo funciona la alianza académica, que encierra una
trampa: exaltar a Kloaka para meter de contrabando otras propuestas para que de
esta manera encuentren la legitimidad en el testimonio de época.
Los promotores de Kloaka, como el
crítico José Antonio Mazzotti, saben que todo discurso debe guardar coherencia
con una postura ética. Si mi discurso es deudor del ánimo de denuncia, no puedo
cerrar el hocico y conformarme con ser testigo de una inmoralidad. Por ejemplo,
¿de qué me vale señalar los atentados a los derechos humanos de los comandos
paramilitares de la dictadura fujimorista si me cobijo en el mutismo cuando uno
de mis amigos viene representando públicamente lo que más detesto?
¿O es que para Mazzotti y compañía la
defensa de los principios es aplicada dependiendo de la lejanía ideológica y
amical con el perpetrador? El silencio cómplice es lo que ha primado en este
destilado de sinverguenzería a causa de la denuncia de AW, silencio ante un
intento de violación que ha terminado por evidenciar el doble rasero ético de absolutamente
todos los poetas e “intelectuales” que han hecho carrera valiéndose de la
década más sangrienta en la historia del país.
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