Sed de Champán
Roberto Montero González es el nombre que se esconde tras este escritor madrileño que de a pocos se convierte en la voz de los que callan por complejos cuando se tiene que hablar frontalmente de los círculos de poder en lo que al mundo de las artes y las letras en España se refiere. La novela a tratar fue publicada en 1999 gozando del desentendimiento de la crítica y los medios, pero con la que Glez volvió a la carga con una edición mejor cuidada en el 2002. Hoy en día, Montero goza de la anuencia de escritores de la talla de Arturo Pérez-Reverte y de figuras mediáticas como Fernando Sánchez Dragó.
La novela está anclada en la más pura tradición del policial negro, si es que se quiere ubicar a esta novela dentro de algún derrotero de la historia narrativa, de la cual somos parte cuando empezamos a sumergirnos en la sangrienta reyerta entre gitanos y pandilleros argentinos que marcan los hitos de las aventuras que acaecen en estas páginas. En este libro nos topamos con una variopinta galería de personajes marginales como el Charolito, Carmelilla, el tío Paciencias, El flaco pimienta y Dolores Laredo quienes viajan del presente al pasado, y viceversa, entrelazándose en rudos cambios de locaciones que arremeten a cualquier lector, por más cuajado que éste sea.
Uno de los factores que contribuye a hacer inolvidable esta historia es el estilo, estilo del que Glez abusa para bien en esta deliciosa novelita que está relatada con el acerbo de quien domina la jerga española. Como se sabe, muchas veces el estilo es la marca registrada de los autores, convirtiéndose en una corriente que marca la pauta de todo escritor a la hora de pergeñar sus ficciones. Sin embargo, en Sed de Champán, el estilo y la historia van de la mano, una no sucumbe a la otra, sino, por el contrario, se complementan y enriquecen. Este lirismo narrativo es heredero directo de El viaje hacia el fin de la noche, obra maestra del genial Louis Ferdinad Celine, en donde el lenguaje prostibulario y coloquial ha dejado huella y marcada influencia en las obras de escritores referentes (léase Henry Miller y Charles Bukowsky) de la que beben, y muchas veces sin control, muy apreciados letraheridos.
¿Puede contarse de otra manera Sed....?, creo que no. Sed ... es un libro que atenta contra la “buena costumbre” de lectores snobs que requieren de textos “cultos” que desdeñan el humor y las agradecidas cuotas de erotismo que se dejan sentir en las desopilantes aventuras nocturnas del Charolito.
Es hartamente conocido el criterio pugilístico empleado por Julio Cortázar a la hora de valorar una novela por puntos, y por knock out, cuando de cuento se trata. Y pese a la trama enrevesada, esta novela se sostiene gracias al despliegue léxico en el que descansa este inframundo retratado puesto que Montero ha sabido nutrirse de los dispersos códigos lingüísticos, ya sea el lenguaje taurino, el dejo gauchesco y el habla cotidiana de una clase social española de la que no estamos acostumbrados a leer en los nuevos narradores de la Madre Patria (léase Loriga, Mañas y compañía) que influyen abusivamente en todo entusiasta del oficio narrativo. El léxico de este escritor irreverente descansa en la obra de un autor, a quien hay que rescatar del olvido, como lo es Ramón del Valle Inclán en su mejor etapa narrativa, la del esperpento, inolvidable con sus novelas del Ruedo Ibérico, dotando al estilo de Glez con una fascinante plasticidad que coquetea con el lector desde las primeras oraciones, y que lo ha llevado a ser considerado un clásico contemporáneo, encarando la fama y el reconocimiento con el desdén que aprovecha para denostar y rehuir cada vez que se le pregunta si es que tiene interés en quedar en la historia de la literatura.
( Nota: Esta extraordinaria novela se encuentra ya en Lima. Los interesados pueden acercarse a la librería Íbero, en Shell )
1 Comentarios:
Bueno, pues habrá que leer el libro luego de esta reseña.
Interesante blog, saludos.
Julio.
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