viernes, agosto 20, 2010

Artículo de Carlos Calderón Fajardo: TEOREMA DEL ANARQUISTA ILUSTRADO, una novela de Enrique Verástegui

A fines del año pasado la editorial Altazor publicó la novela TEOREMA DEL ANARQUISTA ILUSTRADO del estupendo poeta Enrique Verástegui.
Dicha novela forma parte de TERCETO DE LIMA, que en su momento fue elogiada por Mario Vargas Llosa como una gran proeza novelística en América Latina (lo cierto es que nunca he podido constatar lo dicho por VLL, si en caso esto fuera producto de la leyenda urbana, me dicen para borrarlo).
En lo personal, pensaba que esta suerte de "trilogía" no existía, que era una versión antojadiza del poeta. Felizmente estuve equivocado, pues tuve la "trilogía" en mis manos y los editores decidieron editar la mejor novela de la misma, la cual es analizada por Carlos Calderón Fajardo en su columna Bloc de Notas en Letra Capital.
Desde lfdls, me sumo al homenaje que Verástegui recibió el pasado miércoles en la Biblioteca Nacional.


Cada vez es más frecuente, en la novela, la tendencia a abolir los géneros. La ficción híbrida, acogiéndose a la libertad que la novela ofrece, se multiplica; lectores refinados gustan de estas mezclas de narración, poesía, ensayo, crónica, autobiografía, etc. Pero hay algunos que continúan pensando que si bien la novela tiende a hacerse híbrida, la poesía es una cosa y la novela otra, que ser poeta o narrador implica no sólo la practica de un género, sino el participar de una visión del mundo, una posición ante la vida, un disposición ante el mundo y la realidad diferente a la del narrador.
Roland Barthes en “El grado cero de la escritura” en un capítulo titulado ¿Existe una escritura poética? Afirma contundente: “La poesía es siempre diferente a la prosa”. Sin embargo, la novela de Amos Oz “El mismo mar” parece contradecir a Barthes, -que diferencia en términos de cantidad e intensidad- la de Oz es una novela de 280 páginas en verso libre en la que prosa y poesía se entrelazan. Novela híbrida, novela en verso, novela que debe leerse como se lee a la poesía, eso es Teorema del anarquista ilustrado (Ediciones Altazor, noviembre 2009) del poeta Enrique Verástegui. Al leer esta novela debemos tener disposición para los rituales de imágenes y para la ambigüedad de un objeto doble: a la vez narrativo y poético. Antecedentes a esta novela en la literatura peruana son: “La Casa de Cartón” de Martín Adán y “El Cuerpo de Gulia/no” de Jorge Eduardo Eielson, novelas que deben ser leídas como se lee poesía.
La historia es lo menos interesante en la novela de Verástegui. Se puede resumir en un par de líneas. Un joven poeta se encuentra internado en un manicomio y urde un plan de fuga para escapar junto con los otros internos. Esa es la fábula. Rápidamente nos damos cuenta de varias cosas en este Teorema : que al narrador no le importa mucho ni detallar la historia del joven poeta loco en el manicomio ni las peripecias de la fuga (que sí le interesaría a un narrador convencional). Los hechos estrictamente narrativos son solo un pretexto para lo que cada vez se va imponiendo: lo que el joven “loco” siente y piensa; sus notas, sus ideas, sus construcciones mentales que se encuentran enhebradas dentro del relato, pero que podrían funcionar como poemas; las evocaciones de su infancia, y lo que está en el meollo de la novela: el enfrentamiento entre poesía y psiquiatría, es decir entra una supuesta anormalidad enfrentada a la terapia ejercida por la supuesta normalidad. Dicho en palabras de esta novela: el enfrentamiento entre la flor y aquello que trabaja para que una flor no sea una flor. La novela de Verástegui es una poética de la flor enfrentada a la ciencia que pretende inútilmente curar a una flor. El escenario de esta batalla es un manicomio: “Monótono y gris, del mismo color del terno de los psiquiatras”. El yo del narrador impide saber el nombre de quien narra. Es solo un poeta de veinte años, como si Verástegui nos quisiera decir esta es una novela de aprendizaje, una bildung roman, de un poeta loco. Tal vez se llame Rigoletto, que también puede ser un apodo. En un momento de la novela, Bronco, otro loco, le dice al joven poeta: “eh, Rigoletto, deja de escribir y ponte a jugar con nosotros”
¿Qué es un teorema? Una proposición que exige demostración. La novela empieza con el joven poeta que sólo piensa en fugar del manicomio al verse “aprisionado, bajo los ojos del psiquiatra que me observaba como a un animal recién capturado en el monte”. El poeta de veinte años aplaca el aburrimiento en el asilo (escribiendo notas y poemas, que luego serán engastadas dentro de la novela) porque el psiquiatra le ha recomendado el escribir como terapia. El narrador existe dentro del libro conteniendo un lenguaje que le solicita constantemente estallar. Esto ocurre con frecuencia, sin que el narrador pueda contener al poeta. Siendo un personaje al interior del libro, que está narrando el poeta-narrador, este se escapa a la belleza de la infancia perdida a través de evocaciones poéticas que distienden la furia, escritas en prosa tersa y sugerente. La naturaleza es el reverso del manicomio y la enfermedad es el anverso. Estéticamente Verástegui busca el claro/oscuro, la tensión entre el equilibrio de la infancia y el desequilibrio de la juventud. En realidad, el poeta-narrador nos está conduciendo al hallazgo de la flor. Y así llegamos a las Anotaciones, al corazón/centro de la novela. Notas escritas por el poeta joven en el manicomio y que son incluidas dentro del relato. Y ahí está la flor. Anotación 1: “El sabor de la vida es una flor que brota en tus ojos, poeta. En un jardín por el que me encuentro caminando, solitario, un bello verso en los labios, crecen plantas que uno ama –como a una muchacha”. Anotación 2: “Un mundo como una flor, y entre todas las flores un puma cazando alacranes, oliendo suavemente las flores que brotan entre las zarzas, un puma cachorro aprendiendo a defenderse del mundo. Anotación 3: El poeta sabe que es una flor, que aunque incomprendidos sus poemas no cesan de brotar como flores. Una flor –una flor en manos de la furia de la historia. El signo de la independencia en la flor: su capacidad para conversar con el cielo, el hilo del arte que le permite volar.
En el último capítulo de la novela, luego del ajuste de cuentas de la flor con la psiquiatría, los locos se fugan del manicomio. Estallan los locos. “Una energía que estalla de este modo resulta difícil de dominar y por más enfermeros, psiquiatras e incluso pacientes que le caigan encima, termina destrozándolo todo como una bestia indoblegable”.
“-¿Y ahora dónde vamos cumpa?-dijo el Bronco al Zurdo, cuando ya se habían descolgado hacia el lado exterior del hospicio.
-¿Dónde va a ser pues, cuñao? Un fiestongo es lo que haremos –dijo el Zurdo.
Huye el poeta loco en busca de Suzette, a quien le enseñará lo que escribió enloquecidamente”.
¿Es la novela de Verástegui auto-biográfica? Se podría decir que sí, porque sólo es real la verdad del poeta vivo en lo que ha escrito, dentro de la novela Teorema del anarquista ilustrado. En todo caso, Verástegui nos deja su auto-retrato de poeta joven y loco: “Esta larga melena que ves crecida como cabellos de león negro brillante es el trofeo de muchos años de cuidadosa preparación para el rechazo de lo que odio, una sociedad consumista”.

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