Votar en el Perú
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Celebro la estimulante experiencia peruana de no saber bien por quién votar. Me parece que declara no una falta de convicciones sino un ejercicio de saludable incertidumbre. Quienes condenan a unos candidatos para celebrar al suyo, ejercitan su derecho a la fe. Pero el método de persuadir a partir de los males del otro produce, en la política como en la retórica, el efecto contrario. Me temo que la política sea el espacio del efecto contrario: los que ejercen una convicción encarnizada son los que peor se engañan. Dados los costos de la política como descalifiación mutua, que deprime la civilidad en todas partes, hoy se configura una hipótesis de la política como la negociación permanente.
Borges dijo ser conservador porque era la única opción política que renunciaba al entusiasmo. No menos irónico es el caso de quienes se declaran “liberales” pero se dedican a descalificar con violencia a quienes no lo son. Los liberales son unos señores reposados que creen que la verdad está al medio; y su deportivo escepticismo los hace más civiles y relativistas. El liberalismo descree de las luces extremas, las de los iluminados; cultiva, más bien, una zona gris, esa gama de matices que llamamos tolerancia. Los neo-liberales (o neo-cons) son los marxistas de hoy: están poseídos por convicciones incólumes, autoritariamente jerárquicas, y nos ven a los demás como neófitos en trance de aprendizaje, a punto de ser salvados por la verdad universal del mercado. Hablan de “mantener el modelo” haciendo eco a Fujimori, cuando se proclamaba candidato por tercera vez a nombre del “modelo” por preservar. Ignoran que nosotros somos expertos en dudar.
He leído en alguna parte que la democracia se distingue por la incertidumbre. Recuerdo bien el día siguiente a la caída del PRI mexicano después de 70 años en el poder. Muchos amigos míos vivieron una emoción desconocida: el paso incierto de tener que elegir. Por primera vez, cuando despertaron el dinosaurio ya no estaba allí.
Por otro lado, votar no es un acto tan privado como se dice. Uno entra a la casilla acompañado de sus simpatías y diferencias, filiaciones y expectativas. Platón dijo ser más amigo de la verdad que de sus amigos. Se ve que no tenía mucho talento para hacer buenos amigos. La amistad es una forma de la certidumbre, y esa verdad es una ética afectiva. Claro que es una verdad zozobrante, porque la afectividad nos resulta trabajosa, si no bochornosa. Por eso los peruanos somos los mejores amigos pero también los peores testigos. Vallejo, por ejemplo, estuvo rodeado de amigos pero merecía testigos mejores.
Para responder a tu pregunta por quién, finalmente, votaré, debo confesar que yo habría votado por Manuel Rodríguez Cuadros, amigo mío desde comienzos de los años 70, cuando él empezaba su brillante carrera diplomática. Todavía me parece inconcebible que la prensa no le diera el espacio que, democráticamente, merecía como candidato a la presidencia y como intelectual crítico con un mensaje serio. También conozco a Pedro Pablo Kuczyinski con quien he coincidido en las reuniones anuales del Foro Iberoamericano. Él es uno de los pocos profesores que puso a prueba sus saberes y dejó las aulas por las finanzas, con éxito. Y debe ser el único ciudadano norteamericano que ha recuperado su pasaporte peruano para apostar por la presidencia y renunciar, con suerte, a su ciudadanía americana. PPK pasa en Lima por un gringo deportivo pero, en verdad, es un limeño de antes. Tiene un sentido del humor tolerante y dice lo que piensa sin insultar al expresidente Toledo, que ya es decir. Habla de las finanzas como quien comenta una obra de arte.
Para complicar mi voto, el otro día escuchando a un asesor de Humala, me pareció recuperar una entonación del entusiasmo universitario: la posibilidad de que una izquierda prudenta legitime (como en España y en Chile los partidos socialistas en su hora) el proceso de desarrollo en su racionalidad social. ¿De qué nos serviría como nación un capitalismo exportador que no reporta ni reparte? Sólo haría que la base social acreciente el otro lado del mercado triunfante: el mercado negro, hoy dia ocupado por el narcotráfico y la violencia. Hablando con un colega peruano de estas grandes indecisiones que uno debe tomar, le confesé que estaba estudiando el programa de otro candidato. “Yo también,” me dijo, bajando la voz. Lo cual quiere decir que un buen número de peruanos decidiremos a solas, con el lápiz en la mano. Dada la paridad de intenciones de voto, confiemos que la legitimidad pase por el ágora de las convergencias.
Me preguntó el otro día Carlos Fuentes por qué todos los peruanos quieren ser presidente. Sospecho, respondí, para poder hacer otra cosa. Por ejemplo, dar un discurso de pie en una piedra. Pero no por vanidad o banalidad, que son lo mismo. Si no por el sueño colectivo de reconstruir una casa perdida. Tal vez sea ésta una variante del deseo primario y peruano de recuperar una familia. En todo caso, por las razones contrarias.
Al final, votaré en contra, por las dudas.
1 Comentarios:
Excelente artículo!
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