Las andanzas de un sinvergüenza
En Revista Ñ, un excelente acercamiento de Luis Chitarroni y Fabián Casas a la biografía autorizada, sobre V. S. Naipaul, El mundo es así, de Patrick French.
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La biografía, podemos conjeturar, surge tratando de dar una respuesta al sentido de nuestras vidas. Desde que somos chicos alguien de nuestra familia nos va contando biografías orales de nuestros antepasados o su propio racconto vital dando pie a las primeras autobiografías que conocemos. Siempre, todas las tentativas de poner orden y transmitir vivencias son ficticias. Yo mismo, si me pongo a pensar en hechos que me tuvieron como protagonista, tengo dudas sobre si realmente estuve ahí, si dije tal o cual cosa, si no estaré inventando.
Hay biografías serviles, donde el biografiado autoriza a alguien para que le escriba el diario de Yrigoyen. Hay biografías agresivas, donde el biógrafo se ceba con los flancos débiles de su sujeto de estudio y lo hace trizas. Un ejemplo de esto es Las muchas vidas de John Lennon, de Albert Goldman, que muestra un Lennon maquiavélico, egoísta, bisexual y mal padre, en contra del mito positivo de Lennon con su abandono de los escenarios para hacer pan y cuidar a Sean, su segundo hijo. Hay biografías escritas por escritores dotados, como la que el poeta y novelista Peter Ackroyd le dedicó a T.S. Eliot. Muy bien documentada, con equilibrio crítico y con párrafos que podrían extrapolarse como poemas en sí, sin perder la capacidad de narrar, este escritor puso una marca altísima a la hora de sentarse a escribir biografías. En Estados Unidos, Gran Bretaña y Europa las biografías abundan y son un sistema literario poderoso. En nuestro país son escasas y recién con la aparición de la de Osvaldo Lamborghini, escrita por Ricardo Strafacce, podemos decir que, como suelen adjetivar los surfers marplatenses, la biografía alcanza altura, es un alto trabajo.
Muchos escritores deciden contar sus memorias. Hay otros, como V.S. Naipaul, que prefieren darle todas las libertades a otro escritor para que ponga las manos en el barro y escriba ese libro. Naipaul lo hace de la misma forma en que Marcel Duchamp planta un mingitorio en una galería de arte. Parece decir, en un gesto conceptual: ésta es mi autobiografía total, pero la escribe otro. Ese otro es Patrick French, un escritor extraordinario que trabajó cinco años en El mundo es así (The world is What ist is, que, después de leerla, también se podría traducir muy libremente con el término porteño “Esto es lo que hay”).
Uno de los efectos inmediatos que puede producir la semblanza de una vida, es la de salir a buscar libros del autor estudiado. Es decir, no siempre se va a las biografías de los autores que tenemos leídos sino que, siendo ya un fan del género, leemos biografías por el placer en sí o para que nos sirva de introducción a la obra de un autor desconocido. Pongo un ejemplo: nunca había podido entrarle a los libros de Vladimir Nabokov, ya que cada vez que leía algo que decía el autor, me caía muy petulante. Mis amigos que eran nabokovianos me parecían frívolos, siempre propensos a la anglofilia y a practicar actividades raras como la cetrería aun viviendo en departamentos del centro. Pero un día cayó en mis manos Vladimir Nabokov, los años americanos , de Brian Boyd y quedé cautivado. De un golpe, después de su lectura, me bajé Lolita , Barra siniestra y Pálido fuego . ¿Se puede sacar de esto algún tipo de regla? Probemos: una buena biografía debería dejar en el lector una duda incrustada en su ser. Una duda que sólo se salda yendo a los libros del biografiado. Una biografía que completa al autor, que caricaturiza –para bien o para mal– al biografiado, suele aburrir. Aunque parezca contradictorio, la biografía no debe pretender agotar su tema de estudio, precisamente porque eso es imposible.
Patrick French aceptó, por pedido de Naipaul, escribir El mundo es así . Contó con cinco años de trabajo y acceso irrestricto a todos los archivos del escritor con cartas, diarios y papeles personales de él y de su mujer Pat, ya muerta. También lo entrevistó largamente y dejó en claro que Naipaul fue “lejos, el más honesto de los que contestaron mis preguntas”. Lo más raro del resultado final es la palabra “autorizada” al lado de “biografía”. Es que el Naipaul que se desprende de este libro genial es un ser egoísta, mediocre, brillante, miserable, mentiroso, cínico, y un verdadero hijo de puta con todas las letras. Para las almas sensibles que piensan que un gran artista no puede ser mala persona, este libro es su distopía: Naipaul es un ser con vocación de traidor. Naipaul es un conservador, golpeador de mujeres y putañero. Suele ser despectivo con la gente que se le acerca y piensa en los demás como si el mundo estuviera dividido en castas (un residuo de sus antepasados hindúes) y él fuera de una superior. “En el colegio, yo sólo tenía admiradores, no amigos. Es importante no confiar demasiado en las personas. La amistad se puede volver en tu contra de la manera más tonta, y no hay que exponerse a que te suceda algo así. No impongas a nadie tu confianza, pues la confianza es una pesada carga. La amistad nunca ha sido algo importante para mí”, dice en una parte del libro. Y aunque French anota que a su muchacho le interesa escalar socialmente y hacer dinero, hay algo que le interesa aún más: escribir. Tal vez porque la relación más importante de su vida la tuvo con su padre, un escritor fracasado que publicó un solo libro y que solía leerle de niño, en voz alta, partes de las novelas inglesas que eran su lugar en el mundo. Los dos estaban en Trinidad, una pequeña isla muy pobre de las Antillas, pero su mente y su alma se alojaban en la literatura inglesa. “¿Usted nació en Trinidad?”, le preguntó Bernard Levin en 1983. “Sí”, contestó Naipaul, “pero fue un gran error”. V.S. Naipaul se pasó su vida de nómade corrigiendo y reescribiendo a Seepersad Naipaul, su padre. Una tarea titánica.
“Y de repente, un día, sumido en una depresión casi contínua, empecé a ver cuál podría ser mi material: la calle de la ciudad de cuya vida mixta nos habíamos distanciado, y la vida rural anterior a eso, con las costumbres y modales de una India recordada. Casi al mismo tiempo surgieron el lenguaje, el estilo, la voz para ese material. Parecía que voz, forma, y contenido se integraban unos en otros. Parte de la voz era la de mi padre, de sus relatos sobre la vida rural de nuestra comunidad”, escribió Naipaul en Leer y escribir , una conferencia sobre sus inicios como escritor.
Father and son
En ese mismo libro Vido –como le llamaban en casa– dice que tenía once años cuando se dio cuenta de que quería ser escritor. ¿Qué clase de persona era ese padre que le prestó su voz para empezar a andar? Según Patrick French, un hombre muy particular, con una mentalidad soñadora y con ciertos problemas mentales. Un brahmán pobre que se casó con Droapatie Capildeo, una de las nueve hijas de una familia adinerada de Trinidad. Un hombre que quiso ser reportero y que sufría porque pensaba que lo menospreciaban por su raza, y que intentó ser escritor en una época muy difícil ya que, según anotó su hijo, cuando su padre empezó a escribir no había una tradición literaria fuerte en Trinidad y Seepersad se tuvo que inventar un lugar. Igual consiguió que un pariente le prestara una plata y con eso publicó mil ejemplares de Gurudeva and other Indian Tales . A Vido este libro le encantaba. Vido tuvo, de muy joven, una gran depresión, tanto que intentó suicidarse con gas. Su padre, tocó la locura. “¿Cómo se manifestó la locura de papá?”, le preguntó Naipaul a su madre. “Un buen día se miró en el espejó y no se vio. Entonces empezó a gritar”, le contestó su madre.
Carta al padre , de Kafka, es una muestra del poder opresivo de un progenitor.
Cartas entre un padre y un hijo , el libro que reúne la correspondencia entre Seepersad y Vido, es todo lo contrario. Naipaul está ya lejos de Trinidad, donde su padre continúa saltando de empleo en empleo, mal pago y tratando de seguir escribiendo aunque nadie le da bolilla. Su hijo, en cambio, ganó una pretigiosa beca y está estudiando en Oxford. Desde allá, le dice: “Tienes material suficiente para cien relatos. Por el amor de Dios, ponte a escribirlos. Lo esencial de la escritura es escribir. Tú eres el mejor escritor de las Indias occidentales, pero a los escritores sólo se los puede juzgar por su trabajo”. Naipaul nunca va a volver a ver a su padre. Seepersad muere joven mientras Vido está en Londres. Cuando recibe la noticia se queda sin palabras, se queda sin escritura. Cae un tiempo en el luto y luego, preso de un furor demencial, se pone a trabajar en su obra. Para eso, sigue unos consejos que se da a sí mismo y que le deben mucho a las charlas que sostuvo con su padre, tanto en la Trinidad de su infancia como en los textos que le llegaban en papel de avión: “No escribas frases largas. Una frase no debería tener más de diez o doce palabras. Cada frase debe explicar un consejo con claridad. Debería sumarse al concepto que le precedió. Un buen párrafo consiste en una serie de conceptos claros e hilvanados. Nunca uses palabras de cuyo significado no estés seguro. Si te saltas esta regla, deberías buscarte otro trabajo. El principiante debería evitar el uso de adjetivos, a excepción de los relativos a colores, tallas y números. Utiliza los menos adverbios posibles. Evita lo abstracto, ve siempre a lo concreto. Cada día, por lo menos durante seis meses, practica la escritura de este modo: frases cortas, claras y concretas. Puedes saltarte todas estas reglas cuando las hayas dominado por completo”. Un poco como los que enseñan a comer lentamente y masticando mucho para una buena digestión ¿no? Lo cierto es que siguiendo estas premisas, V.S. Naipaul escribió una obra muy larga cruzada por novelas, relatos y diarios de viajes, con una maestría particular. Podemos estar de acuerdo o no con sus opiniones, pero no podemos dudar de que siempre tiene una mirada clave y original tanto a la hora de elegir cómo seguir una narración, cómo plasmar una descripción o la forma de interpretar, mediante el correlato objetivo, una parte central de una cultura estudiada, lo que sucede en su libro donde recorre Irán y Pakistán. “Mantené el centro”, le escribía su padre como consejo, en las cartas. El Naipaul escritor hizo exactamente eso.
Mondo carne
El mundo es así es una biografía sobre un genial escritor hecha por un escritor también extraordinario. Imaginemos un poco con todo lo que encuentra un biógrafo en la mesa de trabajo: papeles, documentos, cartas, entrevistas que se oponen entre sí o no dicen lo mismo sobre determinados hechos; French enumera las sucesos históricos que son el fondo donde suceden las vidas. El biógrafo, como el buen psicoanalista, no sólo tiene que tener en cuenta los grandes acontecimientos, sino también los pequeños, los insignificantes y cotidianos. Y después tiene que metabolizar todo y elegir dónde cortar y suturar, para convertirlo en días y horas, en trancos de narración. French nos muestra los lugares que ha visitado Naipaul, tiene el don de hacernos sentir los olores, las imágenes, los estados de ánimo. Los momentos de aburrimiento en una vida larga e intensa. Y nunca da vuelta la cara ni se muestra compasivo: sabemos que Naipaul es mezquino con la gente, que sus primos abusaron sexualmente de él, que es inseguro cuando enfrenta a una mujer y por eso elige a las prostitutas, cosa que hace en secreto. Cuando narra la historia de amor entre él y Patricia Hale –un tramo importante del libro– se basa principalmente en el diario de la mujer y en los reportajes que le hizo a Naipaul. Acá uno lee tratando de no mirar directamente, como cuando en el cine vemos una escena que nos impresiona. Porque Patricia Hale dedica su vida a que surja el genio de Naipaul y es destruida por eso. Naipaul nunca la trata bien, la golpea, la comparte con una amante argentina durante veinte años –y ella lo sabe– y cuando Pat se cura de un cáncer éste tiene la buena idea de dar un reportaje en una revista de gran circulación y confesar que desde que se conocían él era adicto a las putas. “Cuando se enteró de eso Pat tuvo una recaída de su enfermedad y murió. Creo que fue culpa mía”, le dice Vido a Patrick French. Hay un comienzo increíble en una novela de Naipaul que se llama Un recodo en el río . Dice así: “El mundo es lo que es; los hombres que son nada, que se permiten llegar a ser nada, no tienen lugar en él”. De este párrafo sacó French el título de la biografía, y en este fragmento hay mucho de la conducta de Naipaul: mi mujer se sacrificó por mí, quiso ser nada, ella se lo buscó, parece decirnos. En ese sentido Naipaul es de derecha, como la naturaleza: los débiles deben morir para que surjan los más fuertes y la especie se mantenga sana. Paul Theroux escribió un libro muy bueno sobre su amistad con Vido, se llama La sombra de Naipaul . Lo describe en consonancia con la biografía de French. La misma cantinela. Miserable, egoísta, traidor, etc. Theroux también se pone al servicio del genio y éste lo trata casi como si fuera su bufón personal. Paul soporta todo hasta que encuentra en una librería de viejos sus libros que le había dedicado a Vido a medida que los iba publicando. Naipaul los había vendido en un lote, por poca plata. Pero a pesar de todo no puede dejar de reconocer el talento de su escritura. Y en definitiva por eso leemos a las personas, por lo que escriben. En un mundo donde los líderes suelen moverse de acuerdo con lo que les indican sus asesores de campaña, donde casi no existe el lugar para la espontaneidad y la mirada propia, donde la gente gerencia su porvenir y transmite un discurso lavado y estereotipado al mango, la visión de un escritor personal, un animal literario de gran envergadura es indispensable. Los lectores de Naipaul tenemos la suerte de no tener que prestarle dinero, abrirle nuestro corazón ni soportar sus ofensas ni hospedarlo en nuestra casa. Y gozamos de los beneficios de más de treinta libros extraordinarios que drenan experiencia y vitalidad, algo tan escaso por estos días.
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