Lo que significa ser un malpensante
El Nictálope es un blog que desde hace tiempo quiero recomendar, pero lo hago ahora con esta buena entrevista de Karen Delgado Torres a Mario Jursich, director de la excelente revista El Malpensante.
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La última edición de la Feria Internacional del Libro de Lima trajo entre sus principales invitados al responsable de una de las revistas culturales más importante en Latinoamérica. Se trata de Mario Jursich, director de la publicación colombiana El Malpensante. No quisimos perder esta oportunidad para hacerle algunas preguntas acerca de la revista, su esencia y el mundo cultural en la actualidad.
«El Malpensante es una revista que empezó el 31 de octubre de 1996. ¿Acá celebran el Día de las brujas, Halloween? Bueno, pues, emblemáticamente, El Malpensante nació el 31 de octubre de 1996, bajo el auspicio de la cofradía de las brujas. ¿Por qué nace una revista como El Malpensante? En esencia, yo diría que fue la confluencia de tres factores. El primero es que a mediados de los años 90, en Colombia, empezó un declive muy pronunciado de los antiguos suplementos literarios de los periódicos. Bien sea por que dejaron de publicarse o porque empezaron a disminuir el número de páginas hasta prácticamente llegar a la inexistencia. También tiene que ver con que en esos suplementos hubo un cambio de política. Se empezó a publicar una serie de materiales que, con justicia o injusticia, a los responsables de El Malpensante, Andrés Hoyos y yo, nos parecía que eran materiales aburridos, que no respondían a la mentalidad de la literatura que se estaba escribiendo en ese momento en Colombia. Y la tercera razón es simplemente el fastidio. Creer, aunque eso sea muy narcisista, que en el país en el cual uno vive no se estaba haciendo una revista que uno quisiera leer. Entonces, el motivo fundamental para hacer El Malpensante es que nosotros queríamos fundar una publicación en la cual podamos leer lo que nosotros quisiéramos leer.
Nosotros hicimos la revista al revés. Cuando se va hacer un nuevo medio de comunicación, normalmente se hace un estudio de mercado, se identifica que haya alguna carencia o un vacío de cierto tipo de información y la revista se crea en función de eso. Nosotros lo hicimos al revés. Nadie estaba pidiendo una revista cultural. Nadie estaba pidiendo una revista literaria. Sin embargo, teníamos la intuición de que había un público, pero también teníamos la intuición de que había que crear ese público. La revista nació con un propósito de un lector hipotético. Un lector hipotético que se ha ido materializando con el tiempo. Si no hubiera sido así, nosotros no hubiéramos cumplido 15 años siendo una revista independiente. Nosotros no recibimos ningún tipo de subsidio ni por parte del Estado ni por parte de alguna otra institución. Vivimos solo a costa de nuestros medios.
El término El Malpensante nació en la época de la Revolución Francesa, en una especie de contraposición al término que existía en ese entonces que era el bienpensante. El bienpensante era la gente partidaria de la Antigua Monarquía. Por extensión, hoy en día vino a significar todo tipo de actitudes, no solo muy liberales, sino cierto espíritu vanguardista, arriesgado. Tratar de incursionar en terrenos en los cuales no había tradición y había que ir creando de la nada. Y la revista se fundamentó en esa propuesta. Tradicionalmente hay algo. No sé si acá existe la expresión la malicia indigna. Bueno, en Colombia la malicia indigna es un término de uso muy popular. Es Tener cierto escepticismo, ver un poco más allá de lo literal que le están diciendo a uno. Entonces, la malicia indigna tiene que ver, al menos ante nuestros ojos, con ser un malpensante, que finalmente es tratar de promover un espíritu escéptico, el espíritu tolerante. Y tratar de explorar terrenos que no han sido muy visitados por el periodismo o por la literatura.
Después de llegar al nombre de Malpensante, la verdadera discusión fue si era niña o niño. Es decir si la revista se llamaría El Malpensante o La Malpensante. Ahí sí hubo una polémica bastante fuerte. Finalmente, Andrés, que es el gran accionista de la revista, dijo "tiene que ser niño" y quedó como El Malpensante.
En efecto, yo he trabajado de disc jockey. Es una especie de profesión alternativa que tengo. Disc jockey de salsa… Varias veces que me han preguntado alguna definición de la revista, a mí me gusta recordar la época en que existían los discos de acetato. Los discos de acetato tenían dos caras: lado A y lado B. Bueno, para los que tenemos experiencia con esas cosas, era muy clara la distribución de esos discos. En el lado A estaban todos los temas que presumiblemente iban a hacer un éxito. Todas las cosas que presumiblemente iban a pegar en la radio. Y en el lado B estaban todos los temas raros, donde el grupo exploraba sus opciones musicales verdaderamente a fondo. Una de las paradojas de la música es que muchísimos pero grandísimos éxitos eran temas del lado B. Incluso, a veces, el último del lado B. Entonces, por esos azares del gusto se convirtieron en iconos, en clásicos de la música. Utilizando esa analogía, a mí siempre me ha gustado decir que El Malpensate es una especia de lado B de la cultura. Para volver a lo que estábamos conversando, no buscamos bienpensantes, sino las cuestiones malpensantes. Ese lado B donde presumiblemente tratamos de publicar las cosas que se podrían convertir en clásicos del periodismo y de la literatura.
El periodismo cultural
Siempre he tenido la impresión de que -y esta es una de las razones por las que acabamos fundando El Malpensante-, el rasgo definitorio de la mayoría de editores de hoy en día es la cobardía. Digamos que ninguno se atreve a tomar algún riesgo. Todos quieren funcionar con redes de seguridad. Las cosas que hacen soy muy predecibles. Por eso no me extraña que el público haya ido abandonando los periódicos y las revistas. Y una de las causas por las cuales ha pasado esto es que no hay nada polémico. Todo el mundo quiere ser muy amigable, muy diplomático, darse palmaditas en la espalda. Yo creo que, como dice el dicho, que si uno quiere hacer tortilla tendrá que quebrar algunos huevos, y, a veces, pues tienes que quebrar la vajilla entera.
Esto apunta a una cuestión. Las revistas en el pasado fueron muy ideológicas, siempre consideradas como un órgano de un determinado tipo de ideas. El Malpensante, por lo menos en esta parte, creo que es algo muy diferente, como una especie de zona de tensión en la cual se discuten muchas ideas. Por ese motivo, alguna vez hemos publicado un artículo que causó mucha polémica que se llama "Démosle un chance a la guerra", de algunos de los halcones de George W. Bush. Pero también hemos publicado un elogio al manifiesto comunista. A mí me interesa que la gente no nos encasille ideológicamente. Por el contrario, que piensen en El Malpensante como una revista donde no se defiende un ideario, sino que hay puntos de vista que pretenden ser inteligentes y, por supuesto, estar bien escritos. Por eso, la revista tiene un subtítulo que es "Lecturas paradójicas". Es decir, nosotros esperamos que el lector vea el índice y piense que somos unos esquizofrénicos.
El hecho de que se estén cerrando páginas culturales no significa que el público haya perdido interés en el tema, sino que la forma cómo se aborda, lo que se llama lo cultural, resulta poco atractivo para el público. Y una de las razones es que en el periodismo cultural hay mucho fariseísmo. Hay una insinceridad. Te pongo como ejemplo el de las reseñas de los libros. Realmente, un lector que tenga interés de conocer si determinada novela o determinado libro es bueno o vale la pena leerlo, no se puede guiar de las reseñas porque normalmente las escribe una persona que conoce muy poco el libro; que, en la mayoría de los casos, ni siquiera lo ha leído; y que, por lo tanto, da una opinión muy utópica sobre eso. En El Malpensante hemos tratado de revertir ese estado de las cosas hasta donde es posible. Entonces, después de 15 años, la gente sabe que puede estar de acuerdo con nosotros o no, pero sabe que la gente está opinando con franqueza, que se está haciendo artículos en los cuales hay un punto de vista informado y que opina sin pelos en la lengua.
Nosotros tenemos una revista literaria que publica, por lo tanto, materiales que tienen que ver con la literatura: cuentos, ensayos, reseñas de libros, reseñas de cine, etc. Pero frecuentemente nosotros también hacemos incursiones en muchos otros campos que no se consideran como campo de la literatura. Es un espíritu de exploración. A menos como yo lo pienso, una revista no solo puede ocuparse de la literatura. En ese sentido yo te diría que sí, que cualquier cosa podría ser objeto de nuestra curiosidad. Finalmente, más que como una zona temática, yo diría que nos define eso: la curiosidad. Y esa curiosidad nos lleva a terrenos inexplorados, por eso en la revista hemos publicado artículos sobre culinaria, cuestiones de análisis geopolítico y una larguísima lista que yo me acabaría la noche enumerándote.
El trabajo de la edición
Suelo citar esa frase que dice que "un editor es un maquillador de muertos". Bueno, yo empecé así, editando muchísimo los textos; a menudo reescribiéndolos completamente. Pegado a ese tipo de doctrina, de intervenir muchísimo en los textos, de cambiarlos bastante. Pero con el pasar del tiempo, llegué a entender que eso a veces uniforma, para mi gusto, de una manera no apropiada la voz de una revista. Otra de las metáforas que yo empleo para definir la revista es que me gustaría que cuando la gente está revisando el índice, sintiera como si estuviera pasando el dial. Entonces está pasando muchas emisoras, muchos tipos diferentes de música. Me interesaría que en esta revista que yo hago hubiera voces, puntos de vista, enfoques claramente diferenciados. Cuando uno edita tanto, fatalmente tiende a acomodar los textos a las cosas que uno piensa sobre el periodismo o sobre la literatura. Eso es un peligro muy latente, que yo lamento mucho, pero veo muchísimo en las revistas anglosajonas. Seguimos editando, pero en algún momento yo me detengo. Me detengo simplemente porque me doy cuenta que, con algunos autores, si uno edita demasiado con ellos, arruina el texto. Entonces yo prefiero eso que llamo la imperfección dinámica a algo que probablemente esté mejor construido, tenga una estructura más nítida, pero cuya vibración vital es menor. Yo soy muy consciente de que hay textos que publicamos en la revista que se pudieron haber mejorado bastante. Pero también es cierto que si nosotros hubiéramos avanzado, hubiera sentido como si estuviera maquillando un cadáver, que se ve lozano y todo, pero está así. Y es lo que yo no quiero que se vea en los textos de nuestra revista.
Rescatando la ilustración
En El Malpensante, casi desde sus comienzos se empezó a insistir mucho con la ilustración, y hoy en día es una especie de marca-estilo de la revista. Todo el tiempo estamos probando con varios ilustradores. Diría que ahora se ha convertido como una especie de escuela para gente que está empezando, que hace sus primeras artes en la revista y ha sido muy constante que se proyecten en otros medios. Lo que quería resaltar era que, en Colombia, en los años 50 y 60 hubo una gran tradición entre los ilustradores. En la prensa, en las revistas aparecían bastantes las ilustraciones. Cuando se popularizó la fotografía, pasó un fenómeno muy curioso y es que la ilustración -haciendo la excepción de la caricatura- desapareció casi por completo. El resultado de eso es que son como 25 o 30 años de que en Colombia es muy extraño publicar una ilustración. Ese espíritu de contradicción que buscamos en los textos, también lo hemos llevado a la parte gráfica. Por esa razón, hemos venido publicando muchísima ilustración desde el comienzo. Yo haría énfasis en que, a menudo, el diseño se considera como amueblamiento, diseño de interiores, poner algunas cosas por sentido cosmético. Yo considero que la ilustración es parte de la información, por eso discutimos mucho con los ilustradores qué es lo que queremos lograr con eso. Porque además que imágenes que idealmente deberían ser hermosas, también deberían ser informativas.
Lo que se viene
Como todas las publicaciones, estamos en una encrucijada que es si seguimos persistiendo en el formato de papel o lanzarnos definitivamente a la web. En este momento estamos funcionando de una manera anfibia. La revista sigue saliendo de papel 11 veces al año, y, mientras tanto, tenemos una página web que cada vez estamos mejorando mucho. Por lo pronto te diría que eso significa que vamos a hacer dos revistas. Porque es un error pensar que lo que está en la web debe ser un espejo de lo que está en papel. En realidad, la revista en la web empieza a tener una vida propia. Y eso lo pensamos hasta el punto que ya tenemos una editora que se está ocupando en eso. Y estamos haciendo cuestiones que planificamos con mucho cuidado de nuestra intervención en redes sociales y su desarrollo posterior. Lo que viene es que habrá artículos hechos especialmente para la página web, habrá un blog que empieza a funcionar dentro de un mes, el que ya hemos venido haciendo internamente para ver cómo funciona. En ese blog habrá mucha cuestión de coyuntura, que normalmente no aparece. Yo intento ser un poco escéptico y no pronunciarme mucho al respecto porque nadie sabe cómo irá este asunto. Supongo que conforme van las cosas, lo iremos descubriendo.
Como en muchos países latinoamericanos, en Colombia sigue existiendo mucho fanatismo. El Malpensante es una revista que intenta mostrarte la complejidad en muchas cuestiones. En ese sentido, si El Malpensante contribuyera a que sus lectores tuvieran una cabeza menos cuadrada, yo me daría por satisfecho.
El Malpensante empezó con un director que se llama Andrés Hoyos, que sigue siendo el principal accionista de la revista, pero hoy en día él ya no está dentro de la revista, sino que es una especie de asesor espiritual. Ahora yo estoy enfrente. Yo tampoco pienso eternizarme porque sí sé, lo he visto siempre, que en el trabajo editorial hay un momento donde uno pierde la perspectiva. Entonces, yo espero que alguno de los chicos que están hoy con nosotros asuma después la bandera. Y él hará su Malpensante. Y llevará su Malpensante hasta la dirección donde a él le apetezca o que le parezca correcto. Entonces yo llegaré hasta algún punto en ese espíritu de tratar que la gente entienda que los problemas son complejos, que no tienen soluciones fáciles, eso que te describía como no formar una cabeza cuadrada. Me gustaría que la revista sea reconocida por eso. Que intento aclimatar ese espíritu dentro de la cultura también.»
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