jueves, septiembre 08, 2011

"El ruido de las cosas al caer"


Texto publicado en Siglo XXI.

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De lejos, y bien lejos, el colombiano Juan Gabriel Vásquez es el narrador latinoamericano de mayor proyección de su generación (de los nacidos a partir de 1970, claro está). No estamos ante una promesa. Claro que no. Vásquez es desde hace mucho una realidad en cuanto a proyecto de obra y un referente axiomático para todo aquel que quiera adentrarse en los sinuosos caminos de la narrativa en castellano de comienzos del siglo XXI.
Sus novelas Los informantes e Historia secreta de Costaguana y el conjunto de ensayos titulado El arte de la distorsión, que leí hace poco, me brindan las suficientes luces para ubicarlo en la estela de escribas e intelectuales comprometidos con el tiempo que les ha tocado vivir. Vásquez no es pues un mero fabulador. Este talentoso colombiano busca interrogantes y respuestas por medio de la ficción y la no ficción (hay que prestar atención a su faceta de periodista de opinión), convirtiéndose en una especie de ave rara entre sus colegas contemporáneos de oficio, no pocos de ellos alejados, quizá en innecesaria demasía, de tópicos, supuestamente devaluados, como los discursos políticos e históricos.
El ruido de las cosas al caer es, por donde se le mire, una novela notable, el crisol de elementos ordenados de lo que el autor ya había explorado en sus novelas precedentes: los senderos ocultos que han forjado a la sociedad colombiana durante su historia. En esta galardonada novela tenemos dos protagonistas: uno ausente (y presente), Ricardo Laverde; y el otro, presente, pero que se diluye existencialmente a medida que nos relata la novela, Antonio Yammara. Dos fogonazos los configuran. Yammara, el sobreviviente, tocado por una suerte de ajuste de cuentas consigo mismo, decide investigar y por ende conocer a aquel que pudo ser su amigo, quien en los años setenta se desempeñó como un actor de reparto en el nacimiento del negocio de tráfico de drogas. Esta empresa personal le costará mucho a Yammara, quien escribiendo y armando la vida de Laverde, disecciona también la historia generacional de miles de colombianos que vivieron una guerra interna signada por los más putrefactos intereses comerciales.
En esta novela hay muchas cosas que caen “hacia arriba”. Cada caída “hacia arriba” es un ruido seco que confronta al lector de turno, a manera de hechizo que lo detiene para inmediatamente avanzar. Indefectiblemente, la trama no está libre de naturales escollos narrativos, los cuales Vásquez sortea con elegancia y fineza. Y en ciertos pasajes, contados, se abusa de una modorra apabullante, en especial cuando Yammara piensa y reflexiona sobre su inesperada función de narrador. No obstante, este reparo no socava estas verdades irrefutables (al menos para mí):
1) El ruido de las cosas al caer es una extraordinaria novela. Pero sigo prefiriendo Los informantes e Historia secreta de Costaguana.
2) El ruido de las cosas al caer resulta, a la fecha, la mejor novela del Premio Alfaguara.
3) El Premio Alfaguara ganó prestigio literario con El ruido de las cosas al caer.

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