domingo, febrero 12, 2012

'La invención de Hugo Cabret', el libro




Llega a mis manos una publicación excepcional, bajo todo punto de vista: La invención de Hugo Cabret de Brian Selznick, gracias a SM.

Como bien sabrá el lector atento, la adaptación de este libro, a cargo del siempre genial Martin Scorsese, ha sido nominada a 11 premios Oscar (Mejor Película y Mejor Director, por demás).

Por el momento, no es de la cinta de Scorsese de la que deseo hablar, puesto que la novela vale por sí misma el justificado acercamiento de todo aquel que sepa apreciar la buena literatura y no tenga problemas con dejarse llevar por su sensación de agraciada perdurabilidad.

En primer lugar, confieso que me adentré con mucho escepticismo a estas páginas, ya que no soy asiduo de libros de tendencia infantil y juvenil… Felizmente me equivoqué, mis prejuicios quedaron de lado, ya que cada una de sus páginas exuda un poder mágico que nos redescubre los valores de la amistad, nos afianza en nuestra complicidad con nuestros gustos creativos (la hechura de un mundo paralelo personal), nos cimenta en nuestro primer amor por el cine y nos arroba con el hechizo de la literatura por la literatura.

Me queda claro que Selznick se valió de dos tradiciones para la escritura de su novela. Su protagonista, el niño Hugo Cabret, no es un hijo único de su cabeza, sino que su fisonomía moral es también un tributo a los niños y adolescentes aventureros que recorren la tradición de la gran literatura. Se me vienen a la memoria David Copperfield, Tom Sawyer y también, por qué no, Holden Caulfield. Cabret es ingenuo pero también listo, cada una de sus acciones queda signada por la ternura y la curiosidad. Un niño de la calle, por decirlo de alguna manera, que todos los días mantiene la sincronización de los relojes de la estación de trenes en donde vive. Lo hace por mera diversión, pero esta actividad, he allí la trampa, le permite medir los tiempos de funcionamiento de los negocios de la estación, como los de comida y, en especial, las tiendas de juguetes, de donde sustrae piezas para acabar la obra dejada a medias por su fallecido padre: el arreglo de un autómata. Las cosas parecen irle de maravilla, pero un día es descubierto por un viejo juguetero. Este inesperado encuentro refunda la vida de Cabret, quien comienza a toparse con una interesante galería de personajes, que a fin de cuentas son los verdaderos sustentos (es decir: más que el niño protagonista) del eje narrativo de la entrega de Selznick.

Por otra parte, la confección del libro obedece a la otra influencia del autor, la de la Imagen. De las cerca de media millar de páginas, casi más de la mitad obedecen a una variopinta gama de crisoles nutricios, como el cine mudo, la novela gráfica y la fotografía. De otra manera, o sea, en un formato harto conocido, este título de Selznick no sería el gran libro que es.

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