Bellatin dispara
Creo que es la primera vez que leo una
entrevista como esta a Mario Bellatin, entrevista de Cordano Chang y publicada
en el sexto número de Buensalvaje.
¿O es que tanto le he perdido la ruta al
escritor mexicano que lo declara me sabe a novedad? Lo último que le leí fue El libro uruguayo de los muertos, pero
de este título hay un arco que me remonta a Salón
de belleza, con uno que otro título colado de contrabando.
Bellatin no tiene lectores, sino
hinchas, condicionales, su poética se perece a una fuerza sobrecogedora. Como
bien anota Chang en la introducción de su entrevista, Bellatin debe ser uno de
los escritores latinoamericanos actuales que más estudios suscite, su poética
estimula más de un discurso crítico, y no solo literario.
Es una de sus respuestas la que llama mi
atención:
“¿Y realmente
piensas que los escritores tienen una deuda pendiente con la sociedad?
Viendo los casos patéticos de muchos de
los grandes poetas del Perú, me parece que es al revés. Es una sociedad que
debería estar avergonzada de haber perseguido con una cámara en el manicomio a
un semidesnudo Martín Adán mientras el poeta gritaba «¡Por favor, no!», a un
Emilio Adolfo Westphalen muriendo en una cama gracias a la caridad –no puedo olvidar
las últimas fotos en los diarios tomadas a ese príncipe de la sobriedad y el
anonimato que era Westphalen, en pijama y con un rollo de papel higiénico en
primer plano–. O la miseria de Juan Gonzalo Rose. Las kermeses profondos
organizadas para pagar las quimioterapias de mi querida maestra y primera
interlocutora válida, la poeta Carmen Luz Bejarano. No quiero continuar porque
la lista es interminable, y un misterio que hasta ahora no termino de entender
es la razón por la que en el Perú los artistas aceptan como lo más normal del
mundo su condición de parias sin derechos. Y ni siquiera es porque están
ensimismados en sus trabajos, ensimismamiento que quizá podría hacer para ellos
de los hechos cotidianos sucesos irrelevantes. No, esos mismos artistas sí
salen a las calles. Toman las plazas. Participan en marchas, siempre y cuando
sean de carácter político. Jamás los he visto luchar mínimamente por sus
derechos más elementales, que podría ser, al menos, el de gozar de una muerte
digna.”
Lo que dice Bellatin se puede reforzar
con lo que hemos visto en las últimas semanas, en cuanto al “gremio” de
escritores peruanos. La mayoría salió a tomar las calles porque un carácter
político los impulsó. No digo que no esté bien protestar/gritar contra lo que se
considera un abuso, una pésima práctica de gobierno. En lo personal, me abrumó ver
a muchos escribas de izquierda protestando contra la cabeza de gobierno, precisamente
contra ese líder que, en su momento, apoyaron, defendieron y sobaron, pasando
por alto las sospechas razonables que existían sobre él en cuanto a violación
de los derechos humanos.
No quiero perderme analizando esta incoherencia
de nuestra comunidad letrada, aunque sería interesante hacerlo alguna vez. Pero
en lo que sí quiero enfocarme es en la poca disposición que tenemos los
escribas peruanos para luchar por los derechos elementales de nuestras plumas
mayores, algunas de ellas están sobreviviendo de milagro, sin ningún tipo de atención
del estado ni de la entidad privada, abandonados a su suerte. No es ilógico, ni
tonto, pensar en una posible solución, más aún si no dejamos de tener en cuenta
en que la literatura es quizá el mayor bastión de la cultura y pensamiento en
Perú. Claro, en esta empresa no habrá cámara, ni canal de televisión que
registe el hecho, pero sí un sano y edificante espíritu de dignidad, que tanta
falta nos hace.
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