domingo, septiembre 01, 2013

Buscando peruanos



Conozco dos tipos de persistencia. La persistencia de la convicción y la persistencia del capricho. Para ilustrar mejor la primera, imaginemos a un escritor que día y noche escribe en un determinado registro, pongamos uno narrativo de ficción. Quienes leen lo que escribe, incluido él mismo, saben que  lo suyo tarde o temprano detonará en una obra digna de leer y tener en cuenta. Para la persistencia del capricho, tengamos también a otro escritor. Este escritor tiene talento y formación, escribe día y noche, maneja registros narrativos como el de ficción pero es en el ensayo/articulismo/crónica en donde más peso le reconocemos, en el que supera con creces a lo que se le ha leído en ficción. Él sabe que lo suyo no es la narrativa de ficción, sin embargo, persiste porque quiere ser un escritor de ficción, o sea, publica novelas, cuentos.
En esta segunda persistencia ubico a Alejandro Neyra, cuya última entrega Peruanos de ficción (Solar, 2013), me resulta imposible no dejar de recomendar. Si la memoria no me juega mal, en muchos meses ningún título de autor peruano no captaba tanto mi atención como este. Sin ser una maravilla, voy leyéndolo dos veces y lo he frecuentado más de quince en pos de datos.
Es que este es el registro de Neyra, en donde su voz e inteligencia rozan más de una vez, y sin exagerar, la excelencia y la genialidad, por cuenta de su muy buena prosa, en primer lugar, y también gracias a una mirada privilegiada y a su evidente dimensión de trabajo. Porque hay que tener dimensión de trabajo para forjar un proyecto como este. Hablamos de buscar, leer y seguir buscando. ¿Qué es lo que se busca? Pues Neyra va tras los peruanos de ficción, la presencia nacional en la literatura y el cine. En otras palabras, desarrolla lo que no se ha hecho y se debió hacer desde la piedra dejada por Luis Loayza en “Vagamente dos peruanos” en El sol de Lima.
Tampoco es que haya mucha presencia nacional en las grandes obras de la literatura universal. Contemos a Salgari, Melville y Verne, abordados también por Neyra. Pero de allí viene lo difícil: bucear por los alfileres en la hojarasca. No solo era encontrar peruanos, sino peruanos en buenas e interesantes novelas, como Perú de Gordon Lish, La campana de cristal de Sylvia Plath, Una novela rusa de Emmanuel Carrere, Lima (el imitador de voces) de Thomas Bernhard, La vida, instrucciones de uso de Georges Perec... Doble/Noble labor que cumple nuestro escritor, hasta me atrevería a decir que ha llevado el proyecto bajo un aliento feliz, en franco testimonio de desprendimiento desinteresado. En ningún momento se le percibe sabelotodo, por el contrario, hace gala de la sencillez del que sabe de verdad, detalle que hoy en día vemos contadísimas veces.
En la segunda parte tenemos “Peruanos de película”. Felizmente es muy corta. Languidece en comparación a la primera, la que justifica el libro y motivo por el que deberíamos leerlo de todas maneras.

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