En estado de gracia
No soy un fervoroso lector de Bukowski. Sin
embargo, sus libros siempre se han colado para llegar a mis manos en el preciso
momento en que no tenía nada para leer. Si la memoria no me falla, lo he leído
en movimiento, sea en el taxi, custer, avión, tren. A Hank jamás le he dedicado
una sentada, digamos, estática.
Pero las cosas cambiaron, porque me leí
de corrido, y aprovechando un par de horas libres del feriado, un libro suyo,
quizá el que me faltaba para ahora sí manifestar que soy un involuntario
conocedor de la obra del tío Hank. Me desperté relativamente tarde y no tenía
ganas de levantarme de la cama. Solo quería leer algo hasta la hora del
almuerzo, así es que estiré el brazo y de esta manera mis dedos juguetones
cogieron el lomo de El capitán salió a
comer y los marineros tomaron el barco.
Dentro de todo, no fue una mala elección,
puesto que la publicación venía con ilustraciones del siempre genial Robert
Crumb.
Pues bien, aquí tenemos el diario que el
tío Hank escribió meses antes de su muerte. En un principio creí que se
trataría más de lo que podemos esperar de una poética rubricada por el exceso
vital y cierto descuido formal. Pero no, lo que llama la atención es que
tenemos a un autor en pleno estado de gracia, que narra no bajo la búsqueda de
un ánimo efectista sino que lo hace sin intención alguna por publicar lo que
escribe. Por eso es un diario. Por eso su prosa fluye con una tranquilidad que
descansa en la reflexión por el detalle que ve en las personas que lo rodean,
ya sea entre su casa y el hipódromo, al que concurre más de dos veces por
semana.
No es un diario que el autor lleve con
continuidad, entre los días hay pues grandes arcos temporales, pero en cada uno
de ellos es posible notar un recuento alejado de la exageración de lo que fue
su vida y aún sigue siendo su obra. Bukowski se muestra honesto, no se adorna,
ni le interesa tampoco. En más de un tramo nos brinda algunos secretos de su
obra, como también su desazón por la vida, dato que tendríamos que tomar en
cuenta, puesto que en el momento que se escribe el diario, el autor vive lo que
nunca ha vivido: gozar de una estabilidad económica, disfrutar del
reconocimiento literario y del hinchaje de lectores y de todo tipo de artistas.
Mientras leía el libro, no podía dejar de
pensar en El coloso de Marusi de
Henry Miller, que para mí es lo mejor que le he leído, por otra parte, a Miller
nunca he dejado de profesarle admiración. Aquí tío Hank se me hace entrañable,
despide pues una suerte de lucha resignada con la vida, pero una que la lleva a
cabo en el terreno de la escritura, porque con dinero o sin él, nunca dejará de
escribir, y en esa no renuncia podemos intuir la ferocidad de su lucha, la
lucha contra sí mismo.
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