viernes, noviembre 01, 2013

En estado de gracia


No soy un fervoroso lector de Bukowski. Sin embargo, sus libros siempre se han colado para llegar a mis manos en el preciso momento en que no tenía nada para leer. Si la memoria no me falla, lo he leído en movimiento, sea en el taxi, custer, avión, tren. A Hank jamás le he dedicado una sentada, digamos, estática.
Pero las cosas cambiaron, porque me leí de corrido, y aprovechando un par de horas libres del feriado, un libro suyo, quizá el que me faltaba para ahora sí manifestar que soy un involuntario conocedor de la obra del tío Hank. Me desperté relativamente tarde y no tenía ganas de levantarme de la cama. Solo quería leer algo hasta la hora del almuerzo, así es que estiré el brazo y de esta manera mis dedos juguetones cogieron el lomo de El capitán salió a comer y los marineros tomaron el barco.
Dentro de todo, no fue una mala elección, puesto que la publicación venía con ilustraciones del siempre genial Robert Crumb.
Pues bien, aquí tenemos el diario que el tío Hank escribió meses antes de su muerte. En un principio creí que se trataría más de lo que podemos esperar de una poética rubricada por el exceso vital y cierto descuido formal. Pero no, lo que llama la atención es que tenemos a un autor en pleno estado de gracia, que narra no bajo la búsqueda de un ánimo efectista sino que lo hace sin intención alguna por publicar lo que escribe. Por eso es un diario. Por eso su prosa fluye con una tranquilidad que descansa en la reflexión por el detalle que ve en las personas que lo rodean, ya sea entre su casa y el hipódromo, al que concurre más de dos veces por semana.
No es un diario que el autor lleve con continuidad, entre los días hay pues grandes arcos temporales, pero en cada uno de ellos es posible notar un recuento alejado de la exageración de lo que fue su vida y aún sigue siendo su obra. Bukowski se muestra honesto, no se adorna, ni le interesa tampoco. En más de un tramo nos brinda algunos secretos de su obra, como también su desazón por la vida, dato que tendríamos que tomar en cuenta, puesto que en el momento que se escribe el diario, el autor vive lo que nunca ha vivido: gozar de una estabilidad económica, disfrutar del reconocimiento literario y del hinchaje de lectores y de todo tipo de artistas.
Mientras leía el libro, no podía dejar de pensar en El coloso de Marusi de Henry Miller, que para mí es lo mejor que le he leído, por otra parte, a Miller nunca he dejado de profesarle admiración. Aquí tío Hank se me hace entrañable, despide pues una suerte de lucha resignada con la vida, pero una que la lleva a cabo en el terreno de la escritura, porque con dinero o sin él, nunca dejará de escribir, y en esa no renuncia podemos intuir la ferocidad de su lucha, la lucha contra sí mismo.

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