no recuento literario
Hace unos minutos tuve una revelación.
No una revelación que nace de la nada,
sino a lo mejor producto de cierto espíritu optimista que extrañamente, y por
primera desde que tengo uso de razón, me invade en estos últimos días del año.
Tampoco se trata de un optimismo a lo Contarlo
todo, o producto de la nueva realidad que muchos dicen que vive el país, en
la onda de El héroe discreto, como
algunos ya han sugerido por ahí.
En realidad, peor de lo que estamos no
podemos estar. Por eso sé que el 2014 seguiremos mal, pero no tan mal como
ahora, no podemos descender más de lo que ya estamos en materia literaria y
cultural.
Una de las cosas que más me agradaba
hacer para el blog era el recuento literario del año. Desde que empecé a
elaborar estos recuentos, los mismos no dejaron de recibir tanto saludos como réplicas
de las más furiosas de los lectores. De algún modo, era divertido ver las
pataletas de algunos comentaristas, algunos comentaristas que no eran más que
los poetas y narradores disfrazados en el anonimato y que, a lo mejor en justa
postura, reclamaban por tamaña falta de respecto a la construcción virtual de
su identidad.
Ya no era haré más recuentos literario por la sencilla razón de que tengo muchas otras cosas más de las que escribir. Hacer un recuento es un arduo ejercicio de memoria, ejercicio que me resultaba toda una calamidad. Prefiero cuidar y refrescar mi memoria, ya sea para mis proyectos personales como literarios. He allí el motivo.
Ya no era haré más recuentos literario por la sencilla razón de que tengo muchas otras cosas más de las que escribir. Hacer un recuento es un arduo ejercicio de memoria, ejercicio que me resultaba toda una calamidad. Prefiero cuidar y refrescar mi memoria, ya sea para mis proyectos personales como literarios. He allí el motivo.
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