LA FORTALEZA DE LA SOLEDAD
Cuando de buenos novelistas se trata, siempre hay que mirar a la tierra de Faulkner, Hemingway y Fitzgerald. Si de algo puede jactarse la narrativa norteamericana es la de haberse adueñado desde hace ya incontables lustros de este apasionante género como lo es la novela.
Declarado admirador del extraordinario novelista de ciencia ficción Philip K. Dick, y de los libros de bolsillo, o para ser más preciso, de los best-sellers, Lethem en esta “pequeña” novela de no más de setecientas páginas hace un fresco histórico, político y social de lo que aconteció en New York en la década del setenta y ochenta del siglo pasado.
Llama la atención la manera tan sugerente y detallada con que describe la calle Dean, lugar en donde se desarrolla gran parte de esta novela. También es necesario recalcar que toda esta visión está muy engarzada a la mirada abarcadora que tanto se veía en las novelas decimonónicas; pero ojo, no hay que confundir La fortaleza de la soledad (Mondadori) con una novela costumbrista.
Escapa a esa taxonomía puesto que Lethem no pretende darnos una visión moralizante o una mirada fiel de los sucesos acaecidos. Simplemente, Lethem nos guía por todos los recovecos de su tema para darnos su mirada personal de los hechos, y muchas veces esta mirada no es nada complaciente ni siquiera consigo mismo.
Las aventuras de un par de niños marcados por las diferencias raciales y culturales, que a simple vista están condenados a seguir cada uno su camino en medio de un amplio mundo como suelen ser los suburbios, y más aún cuando la trama se desarrolla en Brookling, con todos sus excesos y carencias, que paradójicamente, están en constante renovación.
Sin embargo, algo ocurre en las vidas de Dylan Ebdus y Mingus Rade, chico blanco y negro respectivamente. Algo que da inicio a una serie de desatadas y jocosas aventuras de barrio y entendibles descubrimientos hormonales de la edad. Me refiero a la afición compulsiva de ambos personajes por el cómic. Esa pasión es el nexo que los lleva a dejar de lado sus prejuicios y solidificar una amistad en medio de drásticos cambios políticos, estúpidas discusiones raciales y las entrañables diferencias musicales.
La fortaleza de la soledad es también el relato del auge de Dylan, del ascenso que tiene como persona cuando estaba destinado a fracasar, y es también el crudo retrato del fin carcelario que tienen casi todos sus amigos de barrio. Vale mencionar la técnica de la que se valió Lethem. Muy bien pudo ofrecernos una novela narrada en una sola voz, pero aquí vemos que la voz muta y esa es una de las virtudes de Lethem, puesto que por la ambición que tiene esta novela se corría el riesgo de que todas estas peripecias narradas tengan como víctima a la atención del lector.
Lethem, conciente de este peligro, buscó siempre entretener bien, y se valió de lo mejor que ha sabido aportar la tradición novelística en la que se mueve: tener enganchado al lector valiéndose de todas las armas técnicas a la mano.
Para no ubicar esta novela en el aire es menester engarzarla con imprescindibles novelas hermanas como lo son El buda de los suburbios, de Hanif Kureishi, y Alta fidelidad, de Nick Hornby (aunque esta última es menor en comparación a las mencionadas).
Este es un libro insoslayable en la narrativa de Lethem, como acertadamente lo ha señalado Daniela Mendoza para la revista Soho. Ganadora del Premio de la Crítica, La fortaleza de la soledad es una novela para adictos al cómic, al rock, al LSD y a la vida.
( Nota: Esta reseña sobre esta gran novela apareció en el diario Siglo XXI de España y en www.luzdelimbo.blogspot.com)
Cuando de buenos novelistas se trata, siempre hay que mirar a la tierra de Faulkner, Hemingway y Fitzgerald. Si de algo puede jactarse la narrativa norteamericana es la de haberse adueñado desde hace ya incontables lustros de este apasionante género como lo es la novela.
Declarado admirador del extraordinario novelista de ciencia ficción Philip K. Dick, y de los libros de bolsillo, o para ser más preciso, de los best-sellers, Lethem en esta “pequeña” novela de no más de setecientas páginas hace un fresco histórico, político y social de lo que aconteció en New York en la década del setenta y ochenta del siglo pasado.
Llama la atención la manera tan sugerente y detallada con que describe la calle Dean, lugar en donde se desarrolla gran parte de esta novela. También es necesario recalcar que toda esta visión está muy engarzada a la mirada abarcadora que tanto se veía en las novelas decimonónicas; pero ojo, no hay que confundir La fortaleza de la soledad (Mondadori) con una novela costumbrista.
Escapa a esa taxonomía puesto que Lethem no pretende darnos una visión moralizante o una mirada fiel de los sucesos acaecidos. Simplemente, Lethem nos guía por todos los recovecos de su tema para darnos su mirada personal de los hechos, y muchas veces esta mirada no es nada complaciente ni siquiera consigo mismo.
Las aventuras de un par de niños marcados por las diferencias raciales y culturales, que a simple vista están condenados a seguir cada uno su camino en medio de un amplio mundo como suelen ser los suburbios, y más aún cuando la trama se desarrolla en Brookling, con todos sus excesos y carencias, que paradójicamente, están en constante renovación.
Sin embargo, algo ocurre en las vidas de Dylan Ebdus y Mingus Rade, chico blanco y negro respectivamente. Algo que da inicio a una serie de desatadas y jocosas aventuras de barrio y entendibles descubrimientos hormonales de la edad. Me refiero a la afición compulsiva de ambos personajes por el cómic. Esa pasión es el nexo que los lleva a dejar de lado sus prejuicios y solidificar una amistad en medio de drásticos cambios políticos, estúpidas discusiones raciales y las entrañables diferencias musicales.
La fortaleza de la soledad es también el relato del auge de Dylan, del ascenso que tiene como persona cuando estaba destinado a fracasar, y es también el crudo retrato del fin carcelario que tienen casi todos sus amigos de barrio. Vale mencionar la técnica de la que se valió Lethem. Muy bien pudo ofrecernos una novela narrada en una sola voz, pero aquí vemos que la voz muta y esa es una de las virtudes de Lethem, puesto que por la ambición que tiene esta novela se corría el riesgo de que todas estas peripecias narradas tengan como víctima a la atención del lector.
Lethem, conciente de este peligro, buscó siempre entretener bien, y se valió de lo mejor que ha sabido aportar la tradición novelística en la que se mueve: tener enganchado al lector valiéndose de todas las armas técnicas a la mano.
Para no ubicar esta novela en el aire es menester engarzarla con imprescindibles novelas hermanas como lo son El buda de los suburbios, de Hanif Kureishi, y Alta fidelidad, de Nick Hornby (aunque esta última es menor en comparación a las mencionadas).
Este es un libro insoslayable en la narrativa de Lethem, como acertadamente lo ha señalado Daniela Mendoza para la revista Soho. Ganadora del Premio de la Crítica, La fortaleza de la soledad es una novela para adictos al cómic, al rock, al LSD y a la vida.
( Nota: Esta reseña sobre esta gran novela apareció en el diario Siglo XXI de España y en www.luzdelimbo.blogspot.com)
1 Comentarios:
MAFIAS Y DELFINES:
-Ampuero-Cueto-Malca
(Thays, Coral, Faverón, Castañeda)
-Oquendo-Lauer-Montalbetti
(Santiago del Prado, Alfredo Villar, Mónica Beleván, César Gutiérrez, Rubén Quiroz)
-Miguel Gutiérrez-Reynoso-Dante Castro
(Ildefonso, Juan Manuel Chávez, Javier Garvich, García Miranda, Ayllón)
-Mazzotti-Santiváñez-Gonzales Viaña
(Paolo de Lima, Enrique Cortez, Bernales, Guerrero)
Chacales (en general):
alexis iparraguirre, edwin chávez, alvaro lasso, daniel salas, leonardo aguirre, carlos gallardo, arianna castañeda, cecilia zero, el chino higa, max palacios, gabriel ruiz ortega, las cartoneras, cecilia podestá, willy gómez, hans polilla, siguen innombrables.
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