Elogio del amor
Es muy difícil escribir con este calor, por ello, ahora aprovecho las noches para hacerlo. Al menos esta canícula me da tiempo para leer a mi regalada gana mientras escucho música, pero a la vez me ha proporcionado un hueco temporal al que le dedico la visión de algunas películas.
Algunas de ellas las vengo viendo ya más de cuarenta veces, por ejemplo: Caracortada, Alphaville, La gran escapada, Vértigo, 24 hour party people, La strada, Magnolia, Pola X, etc. Y justo el día de ayer me enfrasqué en una cinta de Godard que sí me ha dejado contrariado.
Este es uno de sus trabajos más difíciles, pero como diría Lezama Lima –volviendo a los lugares comunes-: “solo lo difícil es estimulante”. Eso es lo que me provoca hasta estos momentos Elogio del amor (2002)
Está película está anclada –en desarrollo- en los cuatros puntos del amor: el encuentro, la pasión física, la disputa y la reconciliación. Para ello, Godard se vale de tres historias que penetran las vidas de tres parejas: joven, adulta y anciana. Y cada una de estas, a su manera, forma parte de un proyecto artístico que permanece innominado a lo largo de toda la película. Sencillamente no se sabe si se trata de una película, una ópera, una obra de teatro, o una cantata. El espíritu de la irresolución está desplegado en huellas a lo largo de la cinematografía godardiana, pero estas huellas temáticas no son nuevas en EDA, siempre han estado, pero debo confesar que en esta película, en especial, estas se vuelven mucho más densas, se sufre para llegar al quid.
La atmósfera cargada que se percibe se despliega en la cronometrada variedad cromática, en los diálogos que construyen puentes con tópicos que recogen mucho de la filosofía, la literatura, la religión y la historia. Como dije, no sabe cuál es la base del argumento puesto que Godard pone “baches” para enriquecer el concepto que está muy ligado al espíritu de búsqueda, puesto que a medida que expone un mayor número de senderos premunidos de ramas creativas o intelectuales se llegará a saber el desenlace, no sin cierta dificultad. Y eso es lo que este director quiere: el llegar al conocimiento de algo a través del cuestionamiento, la crítica y la apreciación partiendo de un irrefrenable espíritu indagador y deductivo
O sea, Elogio del amor es todo un reto para cualquier espectador –no caeré en lo snob diciendo que este solo es un privilegio para conocedores- ya que su creador nos impele a seguir, a atar los cabos sueltos, a forjarnos cada uno un propio concepto de la historia representada, que por más polifónica que sea esta, tiene un tronco común que el francés ha sabido fortalecer de antemano, invitándonos así a entrar en este laberinto que hace gala de no pocas salidas, a las que se llega siempre y cuando se sepa y se quiera atar los datos diseminados hasta en los aparentes detalles nimios.
Y aterrizando en el terreno de la frivolidad –para variar- me es menester destacar la actuación de Audrey Klebaner –creo que fue por ella que el día de ayer vi esta pela más de seis veces-.
Elogio del amor tiene esa cosa especial que tiene la poesía de Vallejo, o sea, no la entendemos en un principio, pero cada vez que volvemos a ella no deja de conmovernos.
Uno es otro durante y después de la visión de esta obra maestra -porque de lejos lo es, muy superior a Vivir su vida y Pierrot el loco-, y creo que esta sensación es más factible y asimilable en cualquiera que de alguna u otra manera esté metido en el oficio creativo, sea cual sea su rama...
Algunas de ellas las vengo viendo ya más de cuarenta veces, por ejemplo: Caracortada, Alphaville, La gran escapada, Vértigo, 24 hour party people, La strada, Magnolia, Pola X, etc. Y justo el día de ayer me enfrasqué en una cinta de Godard que sí me ha dejado contrariado.
Este es uno de sus trabajos más difíciles, pero como diría Lezama Lima –volviendo a los lugares comunes-: “solo lo difícil es estimulante”. Eso es lo que me provoca hasta estos momentos Elogio del amor (2002)
Está película está anclada –en desarrollo- en los cuatros puntos del amor: el encuentro, la pasión física, la disputa y la reconciliación. Para ello, Godard se vale de tres historias que penetran las vidas de tres parejas: joven, adulta y anciana. Y cada una de estas, a su manera, forma parte de un proyecto artístico que permanece innominado a lo largo de toda la película. Sencillamente no se sabe si se trata de una película, una ópera, una obra de teatro, o una cantata. El espíritu de la irresolución está desplegado en huellas a lo largo de la cinematografía godardiana, pero estas huellas temáticas no son nuevas en EDA, siempre han estado, pero debo confesar que en esta película, en especial, estas se vuelven mucho más densas, se sufre para llegar al quid.
La atmósfera cargada que se percibe se despliega en la cronometrada variedad cromática, en los diálogos que construyen puentes con tópicos que recogen mucho de la filosofía, la literatura, la religión y la historia. Como dije, no sabe cuál es la base del argumento puesto que Godard pone “baches” para enriquecer el concepto que está muy ligado al espíritu de búsqueda, puesto que a medida que expone un mayor número de senderos premunidos de ramas creativas o intelectuales se llegará a saber el desenlace, no sin cierta dificultad. Y eso es lo que este director quiere: el llegar al conocimiento de algo a través del cuestionamiento, la crítica y la apreciación partiendo de un irrefrenable espíritu indagador y deductivo
O sea, Elogio del amor es todo un reto para cualquier espectador –no caeré en lo snob diciendo que este solo es un privilegio para conocedores- ya que su creador nos impele a seguir, a atar los cabos sueltos, a forjarnos cada uno un propio concepto de la historia representada, que por más polifónica que sea esta, tiene un tronco común que el francés ha sabido fortalecer de antemano, invitándonos así a entrar en este laberinto que hace gala de no pocas salidas, a las que se llega siempre y cuando se sepa y se quiera atar los datos diseminados hasta en los aparentes detalles nimios.
Y aterrizando en el terreno de la frivolidad –para variar- me es menester destacar la actuación de Audrey Klebaner –creo que fue por ella que el día de ayer vi esta pela más de seis veces-.
Elogio del amor tiene esa cosa especial que tiene la poesía de Vallejo, o sea, no la entendemos en un principio, pero cada vez que volvemos a ella no deja de conmovernos.
Uno es otro durante y después de la visión de esta obra maestra -porque de lejos lo es, muy superior a Vivir su vida y Pierrot el loco-, y creo que esta sensación es más factible y asimilable en cualquiera que de alguna u otra manera esté metido en el oficio creativo, sea cual sea su rama...
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