Releyendo - Escena de caza
Luego de leer la entrevista a Iván Thays en el blog El Hablador, se me dio por releer su primera novela (segundo libro), Escena de Caza. Esta novela fue publicada en 1995 – la leí en 1998- y fue lo primero que leí de su autor. Y una vez que terminé esta experiencia libresca quedé con la misma sensación de cuando la leí hace años.
En EDC tenemos a unos personajes marcados por la contradicción, en ella notamos los arrebatos e inhibiciones de Beatriz y Damita, quienes tienen a un innominado fotógrafo –a quien Beatriz llama cariñosamente Bicho- como el centro de sus desfogues, sean estos pasionales, estéticos y existenciales. Bicho y Beatriz viven un amor que yace en el más puro ideal del arte. Entre ellos parece interponerse una flaca de nombre Kyra, con quien Bicho tiene contados contactos, pero manteniendo un férreo amor por Beatriz. Luego, las páginas nos anuncian un viaje a España que significaría para Bicho la posibilidad concreta de realizar su bestiario. Unas cuevas en Altamira son su principal interés: la posibilidad de captar con las lentes de sus cámaras la patente del arte rupestre, el cual está muy relacionado a lo que con mucho interés viene trabajando en Lima. Al llegar a España conocen a los artistas con quienes va a realizar el proyecto del bestiario, estos parecen ser patas con muy buena onda aunque inmensamente poseros, quienes obedecen a los nombres de Juan Manuel, Pablo, Manuel e Ilse, a quien se le conoce más como Damita. Y para grata sorpresa de Bicho, Damita no duda en entrarle al juego de cruce de miradas, pero con el añadido de que ella es soberanamente hormonal. Damita va mucho más allá de lo que Kyra representaba para el joven fotógrafo, esta flaquita logra tambalear su relación con Beatriz (Bía, quien tampoco es tan zanahoria como aparenta).
Más o menos, el argumento es como lo acabo de narrar -lógicamente que hay mucho más, no diré todo-. Lo que parece ser un triángulo amoroso es superado por una cuestión conceptual muy ligada al arte, a sus influencias y desarrollo. O sea, estamos ante una novela que tiene como pilar al amor, cierto, pero que en ella vemos también como protagonista al lenguaje que en no pocas páginas alcanza un lirismo estimable. EDC tiene los visos del melodrama, pero jamás cae en lo cursi. En ella, sus protagonistas ansían ser artistas, y es a través de ellos que también tenemos una férrea crítica a quienes se catalogan como tales, amparados –cuándo no- en la pose. Ejemplo de ello puede ser Damita, quien cita párrafos de películas, como el de la famosa adaptación de un Tranvía llamado Deseo. Solo el fotógrafo Bicho logra mantener su ideal, aunque para ello tenga que sacrificar bastante.
Ya sea por su estilo y estructura, EDC iba a contracorriente de esos libros que asimilaron muy mal el realismo sucio durante la década del noventa. Y entre las influencias puedo notar la prosa de Durrel ( Melocotones helados y El cuaderno negro –ojo, no El cuarteto de Alejandría- como soporte) como un sendero que viaja entrelíneas.
Cuando se habla de la narrativa de Thays se suele mencionar a Las fotografías de Frances Farmer, El Viaje interior y a la muy buena La disciplina de la vanidad; pero como que se tiene un tanto relegada a esta novela motivo de este Releyendo, la cual es, de lejos, la bisagra para entender el antes y después de su narrativa puesto que ella condensa su propuesta estética y su mundo como creador. Al menos para mí, Escena de caza es su mejor libro.
En EDC tenemos a unos personajes marcados por la contradicción, en ella notamos los arrebatos e inhibiciones de Beatriz y Damita, quienes tienen a un innominado fotógrafo –a quien Beatriz llama cariñosamente Bicho- como el centro de sus desfogues, sean estos pasionales, estéticos y existenciales. Bicho y Beatriz viven un amor que yace en el más puro ideal del arte. Entre ellos parece interponerse una flaca de nombre Kyra, con quien Bicho tiene contados contactos, pero manteniendo un férreo amor por Beatriz. Luego, las páginas nos anuncian un viaje a España que significaría para Bicho la posibilidad concreta de realizar su bestiario. Unas cuevas en Altamira son su principal interés: la posibilidad de captar con las lentes de sus cámaras la patente del arte rupestre, el cual está muy relacionado a lo que con mucho interés viene trabajando en Lima. Al llegar a España conocen a los artistas con quienes va a realizar el proyecto del bestiario, estos parecen ser patas con muy buena onda aunque inmensamente poseros, quienes obedecen a los nombres de Juan Manuel, Pablo, Manuel e Ilse, a quien se le conoce más como Damita. Y para grata sorpresa de Bicho, Damita no duda en entrarle al juego de cruce de miradas, pero con el añadido de que ella es soberanamente hormonal. Damita va mucho más allá de lo que Kyra representaba para el joven fotógrafo, esta flaquita logra tambalear su relación con Beatriz (Bía, quien tampoco es tan zanahoria como aparenta).
Más o menos, el argumento es como lo acabo de narrar -lógicamente que hay mucho más, no diré todo-. Lo que parece ser un triángulo amoroso es superado por una cuestión conceptual muy ligada al arte, a sus influencias y desarrollo. O sea, estamos ante una novela que tiene como pilar al amor, cierto, pero que en ella vemos también como protagonista al lenguaje que en no pocas páginas alcanza un lirismo estimable. EDC tiene los visos del melodrama, pero jamás cae en lo cursi. En ella, sus protagonistas ansían ser artistas, y es a través de ellos que también tenemos una férrea crítica a quienes se catalogan como tales, amparados –cuándo no- en la pose. Ejemplo de ello puede ser Damita, quien cita párrafos de películas, como el de la famosa adaptación de un Tranvía llamado Deseo. Solo el fotógrafo Bicho logra mantener su ideal, aunque para ello tenga que sacrificar bastante.
Ya sea por su estilo y estructura, EDC iba a contracorriente de esos libros que asimilaron muy mal el realismo sucio durante la década del noventa. Y entre las influencias puedo notar la prosa de Durrel ( Melocotones helados y El cuaderno negro –ojo, no El cuarteto de Alejandría- como soporte) como un sendero que viaja entrelíneas.
Cuando se habla de la narrativa de Thays se suele mencionar a Las fotografías de Frances Farmer, El Viaje interior y a la muy buena La disciplina de la vanidad; pero como que se tiene un tanto relegada a esta novela motivo de este Releyendo, la cual es, de lejos, la bisagra para entender el antes y después de su narrativa puesto que ella condensa su propuesta estética y su mundo como creador. Al menos para mí, Escena de caza es su mejor libro.
2 Comentarios:
Deacuerdo contigo, Escena de caza, una novela que llegó por pura casualid a mis manos, es la mejor y seductora que las demás. A partir de ella supe de su blog y sus demás libros.
Error: en los últimos párrafos menciono la novela de Espido Freire, Melocotones helados. Quise decir Limones amargos del gran L. Durrell.
Publicar un comentario
Suscribirse a Comentarios de la entrada [Atom]
<< Página Principal