lunes, diciembre 10, 2007

Leonardo Aguirre sobre "El Conde de San Germán"

El martes 11, a las 7 p. m., en el anfiteatro Chabuca Granda del parque Kennedy de Miraflores, se presentará, en el marco de la Feria del Libro Ricardo Palma, la novela “El Conde de San Germán” del escritor, crítico, blogger jubilado y eventual cocinero Leonardo Aguirre.

Como ya he leído la novela en su formato final, le propuse a Aguirre un breve diálogo en torno a la misma para LFDLS.
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Me gustó mucho la referencia que haces, hasta dos o tres veces, de Anthony Bourdain y su programa “Sin Reservas”.

Sucede que, últimamente, se me ha dado por cocinar. Y, modestia aparte, se me ha dado bien. Y te digo más: he descubierto que también soy capaz de inventar en la cocina (sólo es cosa de cambiar instrumentos y materiales; lo único que no cambia es la inventiva). Mi enamorada, por supuesto, cocina desde hace mucho tiempo y tiene más oficio que yo, pero mi sazón –ella lo reconoce- es mucho mejor. Además, igual que en la literatura, siempre ando probando cosas nuevas y aplicando ingredientes, digamos, inusuales en recetas clásicas. Por eso es que también le agarré el gusto a los programas de cocina. Veo Reportaje al Perú, el programa de Gastón, el de Cucho La Rosa... en fin... Pero, claro, ninguno como Sin Reservas. Sobre todo por la pericia del conductor. Como digo en El Conde, un minuto de Bourdain tiene más gracia y estilo que la bibliografía completa de... bueno... en la novela doy un par de nombres...

Hablando en serio. ¿Qué es lo que te llevó a que se publique este tercer libro?

La necesidad de deshacerme de él (para pensar en otra cosa). O sea, ese libro ya estaba listo casi al mismo tiempo que La Musa Travestida. Además, era necesario que se publique antes de la novela que estoy terminando ahora; es decir, me parece que es una buena bisagra entre La Musa y esa novela inédita. Y, por último (aunque ésta es la razón menos importante), si me demoraba más en publicar El Conde, muchas de las infidencias allí vertidas (derramadas, vomitadas), iban a perder vigencia.

Por la entrevista que te hacen en Caretas, pues como que se explota el lado chismográfico de esta novela, pero siéndote sincero, no la veo así.

Claro, no es para tanto. Aquí lo chismográfico, por decirlo de algún modo, viene a ser la canela en el capuchino. No es el ají en el cebiche. Es apenas una línea de varias posibles; no es la línea principal. Sin embargo, ya sabes que una entrevista en prensa... cómo te explico... necesita vender, ¿no?

Lo que sí noto es que es un paso sólido en tu propuesta de la experimentación formal, y de paso, como nunca has hecho uso de un lenguaje tremendamente lumpenesco.

Y postizo. Falso. Artificial. Ahí está la gracia (ahí está la literatura): no transcribo la jerga sino la invento. Y aun con todo, suena verosímil. Claro, en un principio (en el primer borrador) intenté ceñirme a la jeringa callejera en uso, pero muy pronto se me antojó insuficiente, pobre, malsonante. No me quedó más remedio que modificarla y, sobre todo, ajustarla a las particularidades del protagonista. Ajustarla a esa cínica, oscura, rabiosa visión (revisión, inducción) de la literatura peruana que pongo en boca del protagonista. El lenguaje parece lumpenesco porque habla de una realidad lumpenesca.

Has reescrito toda la novela. No es para nada la versión que hace siete meses me pasaste.

Especialmente, como dije, tuve que reconstruir el idiolecto del protagonista. Además, eliminé un relato y añadí un fragmento de otra novela aún inédita (para ser honestos, hice pasar ese fragmento como un relato). Por otro lado, trabajé más en el empalme de los cuentos con la historia principal. O sea, no es una novela corta adornada con cuentos. Ni siquiera es propiamente una novela. Es un híbrido, una mixtura, donde los cuentos se funden con un largo diálogo que abre y cierra este libro (un diálogo partido donde sólo leemos lo dicho por una de las partes y debemos inferir las réplicas del interlocutor: un poco a la manera de Explicaciones a un Cabo de Servicio de Ribeyro).

Como ya se sabe, tu pasado evangélico es una piedra angular en tu condición de narrador. También presente en “El Conde…”

Más bien, una piedra en el zapato. Un clavo. Un estigma. Una cruz con la que debo cargar para toda la vida. El asunto evangélico es parte de lo que soy, me guste o no. Y, como es lógico, trabajo con lo que soy.

Si no fuera por el vértigo de la narración, el empalme con los cuentos y el adelanto de novela serían baches para un lector no entrenado.

Puede ser. A veces se me pasa la mano con la pirotecnia formal y, de hecho, hay ciertos detalles técnicos que pasarán inadvertidos para el “gran público” (ojalá que exista un gran público... no, es una broma: ya sé que sólo escribo para cuatro gatos). Incluso las infidencias podrían caer en saco roto: si no estás al tanto, si no lees blogs, es probable que las pases por alto (lo cual tampoco es grave: ya dije que hay más cosas en este libro que lo meramente chismográfico). Ahora bien, con respecto a los supuestos excesos formales, pues tampoco se trata de bajar el nivel para vender más, ¿no? Si sólo un puñadito de lectores le saca el jugo a la novela, me doy por bien servido.

En un año, dos libros. ¿Qué se siente?

Miedo. Es un riesgo publicar dos libros con una diferencia de apenas seis meses (ya se sabe: aquellos críticos que acaban de reseñar La Musa difícilmente reseñarán tan pronto un nuevo libro del mismo autor... en términos de difusión, puede pasar que un libro chanque al otro, por decirlo de algún modo). Y también siento miedo porque quizá El Conde no sea superior a La Musa, así como La Musa (según creo) es superior al Manual. Menos mal que la opinión del autor es, a menudo, discutible... además, soy muy autocrítico (aunque no lo parezca) y es posible que sea muy injusto con mi propia obra... Y también temo que me salgan otra vez con esa cantaleta de que sigo explotando la misma veta o que me miro el ombligo... Obvio, no estoy de acuerdo con eso y creo que cada libro es singular y necesario, a pesar de las conexiones, pero los que suelen decir en voz alta que me estoy repitiendo terminan por influir en los lectores todavía vírgenes y así los espantan... Por otro lado, siempre es un riesgo publicar infidencias (por más que no sean muy ofensivas, por más que las haya reelaborado, por más que no constituyan el eje del libro) en un medio tan susceptible, callejonero y mermelero como el nuestro. Pero, bueno, las infidencias son significantes y combinan perfectamente con el resto de componentes de El Conde de San Germán: eso es lo único que debería importar.

Varios cuentos que insertas en “El Conde …” como que pueden suplantar de una vez a tu cuento insignia “Crucidrama”, que lo lees siempre en los conversatorios.

Según recuerdo, sólo lo leí dos veces. Y elegí ese cuento, en ambos casos, porque resultaba más rítmico, más musical, incluso más demagógico (por los gags en cada línea) que otros cuentos que había escrito hasta ese momento: o sea, era un cuento que se prestaba, de algún modo, para ser leído en público (en realidad, un cuento no está hecho para leerse en público, pero ése es otro tema... yo sólo acepté el pedido de los moderadores). Así que no elegí ese cuento porque lo considerara superior a otros. Simplemente, funcionaba para ese contexto. Claro, hoy, cuando releo ese cuento, descubro algunas falencias. Entre otras cosas, muchos de los retruécanos se me antojan fáciles y, sin duda, es muy difícil mantener ese ritmo asmático por tanto tiempo: si tuviera que volver a publicarlo, le quitaría tres páginas. Ahora bien, si me pides comparar ese cuento con los incluidos en El Conde, pues... no sé... eso que lo decida cada lector. No tengo favoritos, no tengo insignias, no tengo caballitos de batalla. De hecho, siempre que releo un texto publicado, me dan ganas de volver a corregirlo (y, a veces, suprimirlo).

¿Quiénes presentarán la novela?

Eloy Jáuregui, Carlos Yushimito y Francisco Ángeles.

Para terminar, te daré el gusto que me digas qué video subir, que sea uno con el que te sientas plenamente identificado.

Por decir algo, a ver si encuentras la versión en vivo de Something del concierto de Harrison en Japón. Pero, ojo, no tiene nada que ver con El Conde (además, por si acaso, en este libro no están los Beatles ni por asomo). Siempre me vaciló ese tema y esa versión en vivo me parece sublime. O sea que no es parte del soundtrack de la novela ni... bueno, es que no existe tal cosa como el soundtrack de una novela. Qué cojudez. La música está, o debería estar, en la misma prosa. Creo que el libro se sostiene solo y no necesita de soundtracks ni dibujitos ni emoticons ni nada por el estilo (a menos que no tengas estilo).

Lo acabo de encontrar. Aquí va:

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