jueves, febrero 18, 2010

Jueves 18: Presentación de la novela ONCE QUINCE, de Pedro Casusol - Fragmento

La primera novela de Pedro Gonzalo Casusol, ONCE QUINCE (Paracaídas Editores) es un paso adelante en su producción narrativa. Sabemos que su libro de cuentos CAT FOOD (Borrador Editores, 2008) recibió buenas y malas reseñas. Pero lo más importante: gozó del genuino favor de los lectores. No es exageración consignar a CF como uno de los libros más vendidos, en años, de escritor peruano joven. Conozco a más de uno que cambiaría sus reseñas positivas por el sueño de agotar en una semana la mitad del tiraje de su edición.
ONCE QUINCE se lee en veinte minutos.
Estamos ante un asesino en serie, un veinteañero psicópata que busca vengarse de determinados amigos con los que estudió en el colegio. ¿Cómo se llama este desadaptado social? Pues Pedro Casusol. Casusol –el autor, no el personaje- es lo que bien podría llamarse un “busquero” de historias, me queda claro que sus influencias provienen de las parcelas audiovisuales que de las literarias, en este sentido no encontraremos, por ejemplo, momentos de arrobamiento ante frases nutridas de lirismo, en absoluto; mas sí un ritmo trepidante digno de un narrador que no necesariemente tiene que ser un escritor. Bien OQ podría ser un cortometraje, pero Casusol prefirió plasmarlo en libro.
La novela se presenta hoy jueves 18 en el bar Zela (arcos de La Plaza San Martín), a las 7 y 30 de la noche. los comentarios estarán a cargo de la poeta y ensayista Rocío Silva Santisteban, el antropólogo Jaris Mujica y Pierre Castro.
Para que tengan una idea de qué va esta novela que se lee en veinte minutos, un fragmento:



Antes que nada dio un largo discurso sobre la doble moral. La emprendió contra la política nacional, la corrupción y la falta de ética. Esto lo había afectado. De hecho, se animó a admitirlo, aún le dolía, vivía obsesionado con la doble moral. Vivimos en una sociedad muy hipócrita, dijo. Incluso, había perdido la esperanza de relacionarse con otras personas.
Fabricio Valle Cabrera lo notó. Estaba pasando. Pero, ¿en qué momento lo había drogado? No había bebido ni comido nada. Únicamente había tenido contacto físico con él al darle la mano. Entonces se dio cuenta de que estaba en la casa de Casusol, que él estudiaba química, cursaba el último año, y que si el Ántrax había llegado en pequeños sobres a los Estados Unidos, era posible que esta droga, el Veronal, sea transmitida por medio del aire, hecho partículas de polvo o a través de los dedos.
Sintió que la droga le endurecía la mandíbula y lo dejaba postrado en una silla. Mientras Casusol daba su discurso, Valle Cabrera se limitó a contemplar la ventana, desde donde se podía apreciar la oscuridad de la noche. Al rato, Casusol había dejado de hablar y veía la televisión. Parecía haber hecho un alto para ver los dibujos animados y tomar un café. En ese momento, Casusol parecía muy simpático. Por un segundo le pareció olvidar por completo todo lo que sabía sobre él.
De pronto, sintió un duro golpe en la nuca. Un rojo intenso se apoderó de las cosas. De algún lugar provenía una música suave que parecía un rock lento. Valle Cabrera alcanzó a verlo acercarse con un bate de baseball en la mano. Hizo entonces lo posible por escapar, arrastrando su pesado cuerpo por las mayólicas del suelo y dejando una estela de sangre a su paso.
Casusol no tardó mucho en adueñarse otra vez de la situación. Caminó unos pocos metros y se sentó sobre él muy tranquilo. Empezó a hablarle en voz baja, acariciándole el rostro. No te preocupes, todo va a estar bien, le decía. Valle Cabrera ensayó un débil puñete que fue correspondido con otro duro golpe, esta vez en la cara, manchando de sangre las paredes de la habitación. Después de eso, fue imposible hacer algo al respecto. Los golpes se sucedieron uno después de otro, hasta volver la cabeza de Fabricio Valle Cabrera una masa negra y deforme.

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