Artículo de Carlos Calderón Fajardo: Damián Tabarovsky: LITERATURA DE IZQUIERDA
En Bloc de notas, la columna de Carlos Calderón Fajardo en Letra Capital, tenemos un acercamiento al libro de ensayo LITERATURA DE IZQUIERDA, del argentino Damián Tabarovsky (en la imagen).
Me gustaría decir algunas cosas sobre la publicación, mas no la he leído. Posiblemente le pida a CCF el ejemplar para sacarle una copia. El artículo despierta el interés por leerlo.
…
La narrativa argentina actual es, para mi gusto, la más interesante en América Latina, basta citar algunos nombres de primer orden: Piglia, Fresán, Pauls, Fogwill, Aira, que por supuesto no agotan la lista, lista en la que se podrían incluir 10 a 15 nombres más. Entre estos autores, muy interesantes, está Damián Tabarovsky (1967) con novelas notables como Kafka de Vacaciones y Las Hernias. Pero no es sobre esas novelas sobre que va a tratar esta nota, sino sobre un libro de ensayos suyo, Literatura de izquierda (Beatriz Viterbo editora, 2004), libro muy discutido en América Latina pero que no pasó por Lima.
Este libro de ensayos de Tabarovsky, no es sobre los escritores marxistas de hoy –tema que también es interesante–. Es un ensayo muy rico en ideas y al mismo tiempo sumamente polémico. Basta una cita para empezar: DT nos habla de la primacía en los 60 de lo cultural sobre lo literario y empieza a lanzar sus dardos parricidas: “Si leemos cualquier libro de esos años. Digamos Rayuela por citar el corazón de ese tiempo; si lo leemos hoy desprovisto de la coraza cultural que lo protegía en ese entonces ¿qué queda? Tan solo el vacío ya la nostalgia de esa coraza”. Para Damián los elementos que van a determinar la narrativa de los 80 y los 90 son el mercado y la academia como marca cultural. La voluntad del capitalismo se fundaba según Tabarovsky en “la necesidad de un mercado funcionando y una academia investigando... Los autores de la academia se pasan al mercado para desde allí mantener su discurso anti-mercantil desmentido por la falsa inocencia de sus propias obras, mientras nuestros bestseller mantienen un constante lloriqueo sobre la indiferencia de la crítica que no reconoce su talento.”
Como se puede ver se trata de un ensayo de 104 páginas de fructífera dinamita. Qué dice Damián T. de su propio libro: “Hace tiempo se me ocurrió escribir un libro que no aclarase nada. Que exponga sin argumentar, que explique sin justificar. Que llevara mi propia literatura hasta ese punto en donde desembocan las ideas: una teoría crítica de la arbitrariedad literaria”.
Pero prosigamos con el desmantelamiento, desmitificación, cortes de cabeza, parricidio, denuncia, alegato Tabarovskiano. Blancos de sus ataques son el mercado y la academia. Para Damián T. en el capitalismo tanto el mercado como la academia necesitan de la novedad para reciclarse. Pero el mercado entiende lo nuevo como la mercancía más reciente vaciando de densidad y perspectiva esa tradición. La academia sabiendo que lo nuevo ya no existe se dedica a historiar el problema dedicando sus esfuerzos a investigar lo que fue nuevo. Ante ese panorama irrumpe según Tabarovsky una literatura de izquierda. “Una literatura que sospecha de toda convención, incluidas las propias. Una literatura escrita por el escritor sin público, por el escritor que escribe para nadie, en nombre de nadie.” Cómo no sentirse identificado, cercano a estas ideas, suscribir mucho de lo que dice el autor de “Las Hernias”: “Una literatura de izquierda que no es visible ni para el mercado ni para la academia ni nunca lo será.” Lo que dice luego es contundente: “Fuera del mercado, lejos de la academia, en otro mundo, en el mundo del buceo del lenguaje, en su balbuceo, que se instituye como comunidad imaginaria, como comunidad negativa, la comunidad inoperante de la literatura”.
Estamos parafraseando a Tabarovsky: la crítica al mercado y a la academia lleva a los “escritores de izquierda” a la búsqueda de otra zonas discursivas, de efectos políticos impensados, de escrituras impredecibles, presupone un más allá de lo realmente existente.
El libro es complejo como para abarcar su riqueza en tan poco espacio, es muy interesante para entender la lucha por erosionar un canon casi indestructible, el canon de la literatura argentina. Puig que carga contra Borges; de cómo Libertella, Fogwill y Aira arremeten contra la decadencia del realismo ramplón, de las herencias de Cortázar y Sábato, de la novela histórica convencional.
La arremetida de Damián T. no deja pájaro sin cabeza: La decadencia de una gran literatura que aparece representada por los que Tabarovsky denomina los jóvenes mediáticos, aquellos que con desparpajo pop consideran que la literatura no es un asunto serio, que sueñan con una suite en el Hilton, con viajar y que les paguen por escribir, que practican una rebeldía fashion. Y de otro lado, los jóvenes serios, sin frivolidad ni ligereza, pero dispuestos a ganar la mayor cantidad de premios posibles, ser jurados de concursos, asistir a congresos y ferias, escritores convencionales sin ausencia de riesgo, creadores de una literatura en nombre del bien, de lo justo y de lo bello, enemigos del no sentido, de lo subterráneo, de una literatura de izquierda cuyo único objetivo es su imposibilidad.
Es indudable que la literatura peruana no es la argentina. Borges, Cortázar y Sábato no son padres a matar, fantasmas a exorcizar, Piglia tampoco. Y tenemos nuestras contiendas más sociales que estéticas, pero las reflexiones de Damián Tabarovsky no nos son tampoco tan ajenas y nos remueven.
Dos citas de Damián T. para terminar esta nota: “Lo cierto es que buena parte de la literatura argentina se entregó mansamente a la certidumbre de la trama, a la confianza en los personajes, al mérito de la anécdota, a las exigencias culturales más trilladas, al formalismo más académico…” ¿Y nosotros los peruanos qué, somos diferentes?
Y esta terrible frase del autor de Literatura de izquierda: “Buena parte de la literatura argentina contemporánea tiene tan claro lo que quiere decir, que a veces es más interesante ver televisión”. ¿Es distinto para nosotros los escritores peruanos? La diferencia está en que nosotros no tenemos claro lo que queremos decir y nuestra televisión es muy mala.
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