El lector en su laberinto, una visita a la FIL
No soy muy entusiasta de las ferias de libro, me prometo no ir, pero basta una llamada, un dato, sobre un título que vengo buscando durante meses, para salir rápido y romper, por un año más, mi promesa.
He ido un par de veces y las sensaciones son pues encontradas. Por un lado, felicito a los organizadores por el nuevo local, el parque Próceres de la Independencia me resulta mágico, de cuando en cuando es bueno perderse en un laberinto de libros, sobre todo cuando encuentras el mejor stand de la feria, la de Librería Inestable (auténticas caleturas, gusto de lector voraz de sus administradores, y no solo eso, hasta el mismo Lovecraft te atiende, vayan y me darán la razón), entre otros stands de mucho interés, como el de ALPE, Altazor, Estruendomudo, El Aleph e Ibero.
Sin embargo, hay cosas puntuales que joden, y mucho por decir lo menos. Claro que es pajita perderse en un laberinto de libros, pero no todos tienen la paciencia de uno, a no todos les gusta huevear durante horas, y lo digo en relación a la falta de señales, hay quienes se han perdido por media hora buscando un stand, y lo que es peor, imperdonable en todo sentido, es la falta de servicios higiénicos, me explico: han puesto los mismos baños que usan los trabajadores del Metropolitano y el tren eléctrico, cinco estrechos cuartuchos de plástico para miles y miles de personas. El primer día que fui, vi una interminable cola, a un pata le pregunté en son de broma si era para comprar las entradas para el concierto de U2.
Más allá de este par de reparos, no dejo de pensar que esta nueva locación es la ideal, la que debería quedar. He disfrutado mucho encontrarme con amigos que no veía en tiempo, salir a fumar a las áreas verdes para luego volver al laberinto de libros.
Como no soy el único en dejar su parecer sobre esta nueva edición de nuestra fiesta libresca, pego el post El lector en su laberinto, una visita a la FIL, de la narradora Katya Adaui.
…
Es muy jodido organizar una Feria Internacional del Libro como la de Lima, sobre todo cuando no hay local confirmado con anticipación y sí muchos lectores curiosos y ganas de hacer las cosas bien. Como hoy ya me recuperé de mi dolencia en el cuello, pude asistir por fin a la FIL a presentar un libro de nuestro país invitado, Ecuador. Fui con muchas expectativas y buena onda, quiero dejarlo claro. Pero me sentí como el cuy Jimmy. No sabía a dónde ir, qué camino elegir para acertar de una buena vez. Así como advertí el esfuerzo de la Cámara Peruana del Libro por señalizar, por comenzar a tiempo las presentaciones, por repartir el programa completo, el espacio del parque Próceres es un laberinto de stands, no hay estética y el lector necesita orden, estructura, tanto como el escritor. Sentí más orden en Polvos Azules un sábado en la mañana. Y no es culpa de la Cámara ni del alcalde de Jesús María que prestó el parque Próceres para ser toldado y pisoteado (y que deberá dejarlo lindo y florido, como antes). Urge un local adecuado para el evento del libro más importante de nuestro país. Un local cómodo donde uno se sienta en casa, acogido y provoque quedarse a leer (Ecuador tiene en su ala un separador de plástico o vidrio como decoración y esta tarde se cayó, felizmente sin herir a nadie, porque está mal ubicado). Un local sin escaleras complicadas ni enredos circulares, con una secuencia lógica. Un local donde se pueda comer algo decente sin tener que apretar las nalgas contra la silla: el restaurante está en un jardín desnivelado. Un local donde los libros se exhiban y no estén tan apiñados como escolares en micro. Es el colmo que uno pregunte dónde queda tal stand y que te digan: “anda hasta la estatua de los caballos y de allí, mmm, no sé”. Y de los baños, ni se hable ni se huela. Lo que da gusto es que pese a todo, hay lectores comprando, leyendo y participando en todas las actividades.
Vamos, FIL, ubícate. Más lectores felices, más ventas. 2 y 2 es 4.
5 Comentarios:
¡Quíii piiiiindejo ísticon...!
A la franca que no lo habìa alucinado, yo tambièn estuve por ahí, y cuando me atendiò -tan amablemente- sentì que un escalofrìo recorría mi espina dorsal.
El Horror de Dunwich estaba allí, en persona, en la Librería Inestable, vigilando desde su considerable altura, sólo le faltaba el gato en el regazo... ya, bueno, bueno, dejándose de vainas, la Librería Inestable tiene unas joyitas difíciles de conseguir en cualquier otro lado, la atenciòn es de conocedores y los precios, considerando lo valioso de las joyas que ofrecen no es elevado, hay ediciones para coleccionistas... como obras inhallables de Alberto Hidalgo y varios otros.
Lástima que ya había gastado el dinero en otros libros, me fui de la feria con cierta desazón por la falta de orientación y el desconocimiento de los muchachos que atienden en los diferentes stands, más perdidos que la gran flauta, una muchacha de una de las librerías más connotadas del medio, cuando le pregunté por Estrella Solitaria de Bolaño, me dijo sí, sí tenemos, señor, se demoró un cul..to y me sacó un libro de Roberto Gómez Bolaños, el Chavo del Ocho. Nadie me supo dar razón de Joe Sacco y su Palestina, menos aún "Perú, Mito y Realidad", de Julio Roldán.
En fin, antes eran las Feria del Pacífico y la del Hogar (te llama la llama) las que congregaban multitudes.
Hoy es la feria ¿fiesta? del libro.
¿Se lee màs entonces?
Mi pesimismo seguirà siendo activo.
Rafo
Un lapsus dedus, es ESTRELLA DISTANTE; solitario es el asterisco que se luce en la bandera de Pellotillehue.
Rafo
Así es Rafo
Gabriel, eso de Lovecraft es un cague de risa. jajaja.. Una pregunta: ¿Inestable desaparecerá con el término de la feria o dónde puede encontrarse? Ciertamente, tiene joyas. Me quedé como huevón al ver que el dinero me faltó.
Y sin querer, eso del laberinto, resultó agradable el caminar por el lado izquierdo y acabar en el mismo lugar donde se empezó. Eso del baño, pues sí, cuando entré pensé encontrar un baño como el de una procesión, y aunque no fue tanto el malestar, pues para el otro año se puede mejorar errores.
Saludos.
Como es una librerías que recién ha aparacido, lo más probable es que tengamos que esperar a la siguiente feria, la de Ricardo Palma, para volver a encontrarnos con Lovecraft y sus caleturas de voraz lector
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