lunes, septiembre 13, 2010

La sangre es vida


En la última edición de El Dominical del diario El Comercio encontramos la nota La sangre es vida de Diana Gonzáles Obando sobre las novelas de la serie Sarah Ellen del escritor Carlos Calderón Fajardo.
Bueno, a estas alturas están por agotarse la segunda edición de EL VIAJE QUE NUNCA TERMINA y la segunda entrega de la serie, LA NOVIA DE CORINTO.

...

El cuerpo humano contiene cinco litros de sangre en promedio que circula día y noche sin descanso. Todo un banquete para un vampiro que al consumirla recibe grandes dosis de placer y la garantía de su supervivencia. Al menos esto afirma el mito del vampirismo que ha llegado hasta nosotros desde las leyendas populares europeas, la literatura y el cine.
El trance entre el éxtasis y el dolor de una mordida, la búsqueda de la vida o juventud eterna a través de la sangre son algunos atractivos que explican la demanda de la literatura vampírica desde la Edad Media hasta la actualidad. Seres que se crearon en el imaginario popular como explicación de enfermedades desconocidas para la ciencia –como la catalepsia, la rabia o la pelagra–, dejaron su monstruosidad para aparecer ante nosotros como bellos adolescentes, en sagas como “Crepúsculo” de Stephenie Meyer. Para Carlos Calderón Fajardo, autor de “El viaje que nunca termina. La verdadera historia de Sarah Ellen”, esta movida juvenil, atraída por los vampiros, responde a la necesidad de “identificarse con lo extraño, porque los jóvenes se sienten ‘freaks’, marginados e incomprendidos”, al igual que los vampiros.
La vampira de Pisco
Calderón Fajardo ha investigado la leyenda de una vampira que recaló en el puerto de Pisco, cuya promesa de revivir ochenta años después de su muerte causó el pánico en los pobladores. Hablamos de Sarah Ellen, un mujer que llegó en barco desde Inglaterra junto a su esposo John P. Roberts. El mito cuenta que llegó al Perú huyendo de una muchedumbre que la buscaba para matarla al acusarla de practicar el vampirismo. Pero la realidad es más simple: “John P. Roberts era un empresario inglés que tenía un hermano que se dedicaba a los textiles en Lima. Roberts y esposa vinieron a visitarlo con el afán de establecer una planta similar de textilería en Pisco, donde muere Sarah Ellen”, nos cuenta Carlos Calderón. Los orígenes de la leyenda nacional nos remontan a los años noventa, en una época en que algunos medios de comunicación difundían temas macabros para causar el temor –y distracción de la gente: “Un parlamentario conocido la inventó para crear un psicosocial. Había prefigurado la historia con mucha información detallada. Lo que he hecho es completar novelísticamente lo que ya estaba en la leyenda”, nos dice el autor. Un tema gótico en el Perú resulta peculiar, por ello una mujer vampiro fue llamativa para un pueblo que en la actualidad la venera como a una santa.
Vampiros para rato
Tanto el mito como la práctica del vampirismo se remontan a tiempos antiguos y es atribuido a culturas primigenias donde la sangre representó la conexión entre lo humano y lo divino. En el Perú, ingerir sangre dentro de un contexto ritual era practicado por los moches durante los sacrificios humanos, escenas que se repiten en el antiguo Egipto y Mesopotamia. En la actualidad, la práctica se ha formalizado. Existen comunidades ocultas de vampiros modernos dentro de las grandes ciudades que se articulan en el marco de la legalidad para el intercambio de sangre entre la víctima y el vampiro. Si hace veinte años se esperó la resurrección de Sarah Ellen, que no nos sorprenda ver pronto góticos espectros caminando en la ciudad.

0 Comentarios:

Publicar un comentario

Suscribirse a Comentarios de la entrada [Atom]

<< Página Principal