Vargas Llosa, luz literaria
Vargas Llosa, luz literaria es el excelente artículo –publicado el lunes 6 en El País- del narrador japonés Kenzaburo Oé.
En el texto, el Nobel de Literatura 1994 presenta al autor de CONVERSACIÓN EN LA CATEDRAL a los lectores no iniciados en la poética vargasllosiana. Y lo hace por medio del libro de ensayos LA VERDAD DE LAS MENTIRAS.
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En ocasiones el Premio Nobel de Literatura se ha concedido a escritores un tanto marginales antes que a los más conocidos a nivel mundial, aquellos que sobresalen por su calidad literaria. Esto es lo que me sucedió a mí cuando me adelanté a Günter Grass y Mario Vargas Llosa, y me sentí apenado de verdad, pues sostenía con ellos, entre otros autores que habían accedido con generosidad a mi petición (Escribir contra la violencia, Editorial Asahi), una fluida correspondencia.
Sin embargo, al repasar la lista de los galardonados en un plazo más extenso, digamos 5 o 10 años, me pareció que la selección había sido siempre muy acertada. Yo, por ejemplo, no sabía nada de la polaca Szymborska, y así comencé a leer sus obras publicadas con motivo del premio, primero en japonés, luego en inglés y francés, y finalmente terminó siendo una de mis poetisas favoritas.
Entusiasmado por el reciente premio otorgado a Vargas Llosa, 11 años después que a Grass, hice una colección de recortes de prensa para ponerlo al tanto de la repercusión de su merecido galardón entre lectores japoneses (con un resumen en inglés), y me quedé aterrado ante la columna de Akira Ikegami, publicada en Asahi bajo el título de Lectura oblicua de prensa.
Después de admitir, no sin vergüenza, que no sabía quién era Vargas Llosa, el señor Ikegami se refirió a las razones del premio y declaró que "no entendía en absoluto" estas dos líneas: "Por su cartografía de las estructuras del poder y sus mordaces imágenes de la resistencia individual, la revuelta y la derrota". A mí, en cambio, me pareció un excelente esbozo de las mejores obras de Mario Vargas Llosa, quien desde el inicio de su carrera abordó con mirada crítica la realidad social y política de Perú.
A continuación, el señor Ikegami dice que para él "no es sino un galimatías" todo lo que los investigadores más experimentados han escrito con pasión sobre Vargas Llosa en espacios limitados de la prensa. Aunque me parece comprensible la reacción del célebre comentarista, yo, como escritor acusado durante mucho tiempo por un supuesto hermetismo, quiero manifestar aquí mi opinión para los no-amateurs que "desean iniciarse en la carrera de novelista".
Ante todo, lean ustedes al menos una novela de Mario Vargas Llosa. Luego, aprendan con sus ensayos literarios, que revelan la profunda devoción del escritor peruano por su oficio. De las primeras recomiendo sin duda La casa verde y de los segundos La verdad de las mentiras.
En este último libro, Vargas Llosa selecciona las 35 novelas del siglo XX que más le han impresionado en su vida, y las comenta con perspicacia y fervor. Citaré algunos pasajes ilustrativos del ensayo anexado a manera de epílogo. Entre las varias personas que "declaran ya obsoleto" al libro, Vargas Llosa se refiere a "la que la humanidad debe tanto en el dominio de las comunicaciones": Bill Gates. Mientras el fundador de Microsoft le hace "lanzar un suspiro de alivio" cuando asegura en una conferencia de prensa en Madrid que se ocupará de que la letra ñ, indispensable en la lengua española, no desaparezca de las computadoras, lo saca de quicio su afirmación de que "no se morirá sin haber realizado su mayor designio", que consiste en "acabar con el papel, y, por lo tanto, con los libros".
"Tengo el convencimiento, que no puedo justificar, de que, con la desaparición del libro, la literatura recibiría un serio maltrato, acaso mortal. El nombre no desaparecería, por supuesto; pero probablemente serviría para designar un tipo de textos tan alejados de lo que ahora entendemos por literatura...", escribe Vargas Llosa.
Y también: "Otra razón para dar a la literatura una plaza importante en la vida de las naciones es que, sin ella, el espíritu crítico, motor del cambio histórico y el mejor valedor de su libertad con que cuentan los pueblos, sufriría una merma irremediable. Porque toda buena literatura es un cuestionamiento radical del mundo en que vivimos".
Para el escritor peruano, el papel más importante de la literatura es explorar a fondo el mundo interior de los individuos. El viejo y el mar, novela de Ernest Hemingway a la que Mario Vargas Llosa dedica un capítulo, comienza como una historia sencilla a simple vista: un viejo pescador, después de un largo tiempo de "salao", saca una presa grande, pero se ve forzado a batallar con los tiburones que buscan escamoteársela. Al regresar al puerto con el esqueleto inservible del pez, el viejo "muestra que siempre hay esperanza, que aun en las peores tribulaciones y reveses la conducta de un hombre puede transformar la derrota en victoria y dar sentido a su vida".
Por otro lado, al niño Manolín, que ha estado preocupado por el destino del viejo pescador, lo hace llorar "la admiración por el anciano inquebrantable, más todavía que el cariño y piedad que siente por el hombre que le enseñó a pescar".
"Para que esta notable transformación de la historia ocurra su mudanza de anécdota particular en arquetipo universal ha sido precisa una gradual acumulación de emociones y sensaciones, de alusiones y sobrentendidos, que poco a poco van extendiendo el horizonte de la anécdota hasta abarcar un plano de absoluta universalidad. El relato lo consigue gracias a la maestría con que está escrito y construido".
En principio, en La verdad de las mentiras, Vargas Llosa selecciona una novela por escritor, pero de Heming-way toma otra, aparte de El viejo y el mar (también hace una excepción con Graham Greene, sin avalar demasiado la calidad de sus obras): París era una fiesta. Estas memorias, escritas un poco antes de su muerte, se prestan para demostrar que en sus días parisienses el joven Hemingway, lejos de ser un bohemio legendario, era una persona cuidadosa y diligente que "lo observa todo con ojos fríos y prácticos, selecciona y desecha experiencias, almacena".
Mario Vargas Llosa, sin lugar a dudas un gran escritor, se revela en La verdad de las mentiras no solo como un maestro de la literatura mundial sino como un digno guía para los aspirantes a escribir novelas. ¡No pierdan la gran oportunidad!
Traducción de Ryukichi Terao, con la colaboración de Ednodio Quintero.
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