jueves, enero 27, 2011

El racismo en las familias peruanas

En el colectivo LaMula.Pe encuentro un post, El racismo en las familias peruanas, de Wilfredo Ardito sobre la primera novela de Karina Pacheco, LA VOLUNDTAD DEL MOLLE.
Como toda buena novela, su alcance va más allá de lo literario.

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Si alguna vez fuiste a una fiesta infantil con torta y gelatinas, si alguna vez te dijeron “Te parece” cuando sospechabas que había en tu familia sobrinos, primos o hermanos preferidos o si quieres saber cómo afecta el racismo la vida cotidiana de los peruanos, encontrarás que La Voluntad del Molle, de Karina Pacheco Medrano, es una novela fascinante.
La trama se centra en dos jóvenes cusqueñas de clase media, cuyos padres han fallecido. A través de unas cartas, ellas descubren que en los años setenta, su madre tuvo un enamorado, pero que los padres de ella truncaron brutalmente la relación: el joven era hijo de una campesina, demasiado cholo para ser aceptable. Lo hicieron meter preso injustamente y luego entregaron a su propio nieto a unos campesinos de Chumbivilcas.
Las dos hermanas empiezan a evocar fiestas infantiles, Primeras Comuniones, peleas entre primitos y otros episodios en que sus abuelos y otros parientes y amigos aparecen tratando como pequeños príncipes a los primos de piel más blanca y con distancia a los más oscuros. Nueras y yernos son también tratados de acuerdo a su color de piel.
La novela explora la paradoja, tan peruana, que una misma persona pueda ser tierna y engreidora con sus seres queridos, pero cruel e inhumana con una empleada del hogar o un campesino.
La Voluntad del Molle hace que en cada lector afloren los recuerdos sobre cómo se vivió el racismo en su propia familia:
-Cuando íbamos al Cusco, terminaba peleando con mi hermano más blanco -me confiesa el amigo que me prestó el libro -porque mis abuelos lo engreían tanto, que me hacían sentir envidia y cólera hacia él.
-Mi hermana más blanca era la única que podía decir que una comida no le gustaba. Sabía que a ella siempre mi mamá le podía preparar algo especial –me dice una amiga.
-Era tal la preferencia hacia mi hermano más blanco que sólo me quedaba ser inteligente –declara un futuro abogado.
En todas estas situaciones, es imposible aplicar el argumento frecuente de “no es discriminación racial, sino social”, porque las diferencias se producen dentro del más íntimo entorno familiar. Mientras leía la novela, me ponía a pensar en cuántos peruanos hemos tenido tías o abuelos racistas, así como en cuántos casos nuestros papás quisieron protegernos del racismo o a veces ellos mismos sucumbían a éste, de manera inconsciente. Me pongo a pensar que habrá sido muy difícil de enfrentar un problema que antes ni siquiera se podía nombrar.
La Voluntad del Molle presenta al Cusco como una ciudad profundamente jerarquizada por motivos raciales. Hasta los niños saben que pueden maltratar a un compañero de clases si viene del campo, habla mal el castellano o no vive con sus padres, también una causa de maltrato muy frecuente.
La protagonista observa, además, que muchos cusqueños de rasgos andinos se alegran de contar con un “apellido hispánico al que aferrarse para sobrevivir en el Perú”. En la antigua capital del imperio incaico, todos los personajes parecieran empeñados en ser menos indios. “Mis patas cusqueños se jactaban de tener frente más amplia, porque los indios casi no tienen frente”, concuerda un amigo.
Por eso, cuando la narradora logra encontrar a la familia del primer enamorado de su madre, aparece una dolorosa incomunicación: ella es incapaz de hablar quechua, pese a que ha escuchado ese idioma toda su vida. Muchos cusqueños (o huamanguinos o huaracinos) de clase media viven así, aislados de personas que tienen muy cerca, como si inconscientemente ellos o sus padres hubieran decidido que no valía la pena comunicarse con seres inferiores.
Hacia los últimos capítulos, la novela se hace más débil, porque la autora deja de basarse en el mundo que conoce, para imaginar una serie de crímenes poco realistas, con la entrada en escena algo forzada de Sendero Luminoso y la represión estatal. Puede resultar algo fatalista que varios personajes discriminados se hayan convertido en senderistas… pero al mismo tiempo, deberíamos pensar en cuánto sufrimiento pudo existir detrás de muchos senderistas para que cometieran crímenes tan atroces.
Otra limitación de la novela son algunos pasajes que dejan el estilo literario para volverse casi una reflexión sociológica, como un texto de Nelson Manrique o una RP. Sin embargo, se trata de debilidades menores frente a la profundidad con que Karina Pacheco aborda el racismo, un tema que para muchos literatos peruanos ha sido tabú. Inclusive en las novelas indigenistas, los abusos de los gamonales parecen un problema económico o social, que podría superarse mediante la Reforma Agraria, el desarrollo económico y el impulso a la educación rural.
La Voluntad del Molle muestra cómo el racismo subsiste pese a los cambios sociales y se manifiesta en la vida cotidiana, hasta en el más rutinario lonche con la abuelita…
¿Qué sucedería si más gente se atreviera a dar un testimonio similar?

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