lunes, febrero 14, 2011

Un realista con una posición tomada

En su momento quise consignar la extensa entrevista, en Revista Ñ, de Matilde Sánchez a Jonathan Franzen, a razón de FREEDOM.
Por alguna extraña razón, solo aparecía el gorro de la entrevista en la versión virtual de la revista.
Pues bien, alguien logró grabar a tiempo el texto, el cual ha sido reproducido en el diario digital Siempre Formosa.

...

Nueve años después de “Las correcciones”, su celebrada novela, Jonathan Franzen volvió con “Freedom”, gran fresco de una familia disfuncional en las postrimerías del bushismo, que motivó loas, ataques de la derecha y la tapa de la revista Time. En este diálogo, el autor habla de los méritos del realismo clásico en la era de Internet y de los desafíos de la lectura en tiempos de inmediatez acosadora.
El reserva la primera persona para sus ensayos. Cree que en la novela, el realismo naturalista y su narrador ominisciente aún pueden recrear el pacto que atrapaba al lector y cuya popularidad hoy se debe recobrar de las series televisivas. De hecho, su apuesta personal como artista parece ser el desafío de reconstruir esa identificación perdida en el siglo XX, con la vanguardia histórica. Las correcciones y Freedom, las dos últimas novelas de Jonathan Franzen, generan la tracción narrativa que hoy sólo conservan los relatos audiovisuales. Son ambiciosas historias corales donde una familia fallida sostiene el gran edificio que solía conocerse por novela social.
La edición de Freedom, en 2010, desató un torneo de elogios. Después de una década sin autores en su tapa, la revista Time le dedicó ese espacio bajo la tradicional invocación de “gran novelista norteamericano”.
Uno de los dos antihéroes de Freedom es Walter Berglund, un ciudadano responsable que no se merece ninguna de las desventuras que lo aquejan, ni la precoz carrera de corrupción de su hijo Joey ni el affaire de su esposa con su mejor amigo. Walter es de una corrección política ejemplar, “más verde que Greenpeace”, tan progresista y culposo que hasta le da pena la gente a quien más desprecia. La segunda es Patty, un ama decasa que es el alma del barrio y una madre ejemplar, aunque en la adolescencia, atleta frustrada, tardó un rato en advertir que en su primera cita no tuvo sexo sino que fue violada. Estos arquetipos de un barrio chic de Saint Paul, cercade Minneapolis, le sirven al escritor para crear una trama de personajes, en una prosa que, si bien es más rústica que en Las correcciones, se vuelve mordaz en los reflejos de un país.
El departamento donde Franzen vive, en el Upper East side, en lo mejor de NuevaYork, (“¿qué más se puede pedir?”) es de un estilo cool sin exagerar, un retrato aproximado de su dueño. A diferencia de la mayoría de los novelistas hoy, él tiene posiciones tomadas y da la impresión de sufrir un poco de más. Pero no se ha convertido en un opinador marmóreo. Es una rara avis, un escritor sin pose que ni siquiera busca agradar diluyendo sus opiniones en ironías ingeniosas. Es muy alto y delgado, con un aspecto college invariable, y tiene ese aire entre absorto e inhibido de los miopes, parapetados tras los anteojos–o bien los binoculares para el avistaje. Aunque Freedom tiene un episodio en un resort patagónico y una escena de grotesco en Paraguay, solo conoce Ecuador y Bolivia por los pájaros. Militante en temas ambientales, conoce América Latina por la conservación de las aves más que por sus autores, de lo cual se disculpa. “Estoy cada vez más comprometido con la preservación de la fauna, en la fundación American Bird Conservancy. En Bolivia estuve en las reservas que administra la fundación Armonía”.
Más allá de los pájaros, cree que el doble período de G. W. Bush fue “una desgracia” y que “éstos son años de oscuridad”.Continúa publicando sus ensayos –periodísticos o bien intimistas y autobiográficos–, en la revista The New Yorker. Por estos días viaja a Chile para uno de sus artículos.
Esta conversación tuvo dos ocasiones: la primera, en la Pascua de 2009 y en su piso de N.Y. Acababan de salir en castellano los ensayos de Zona fría y él intentaba retomar su novela tras el suicidio de uno de sus mejores amigos, el brillante novelista David Foster Wallace, quien padecía una depresión crónica. La segunda instancia fue telefónica, en los días previos a esta Navidad y en su casa decampo en California. Pertenecen a ésta las preguntas relacionadas con su última novela.
Freedom despliega algunas nociones clave de la idiosincrasia estadounidense, la competencia y la libertad, desde su lugar central en la utopía del Estado americano hasta sus empleos más cínicos. En su novela, ambos resultan incompatibles con la familia. A ellos les cuesta mucho más sacrificarse que en otros tiempos.
Y a mí me cuesta muchísimo hablar de la libertad en abstracto... Hay una dimensión muy cruda de la libertad en el sistema de consumo expuesto salvajemente en mi país. Se afirma que la única libertad que nadie puede quitarte es la de elegir entre numerosas variedades de un mismo producto. La libertad que maneja Hegel, que empieza en la necesidad, es completamente distinta. Yo deploro la idea superficial de libertad empleada para vendernos cosas, o usada para publicitar una mala política exterior. El epítome de esa libertad es el automóvil, centro de la cultura estadounidense que nos esclaviza y símbolo supremo de las elecciones. La tecnología digital puede ser su prolongación. Pero si uno mira la vida real de la gente, la ve oprimida y atrapada por esas decisiones y esos bienes supuestamente liberadores. Cuando uno analiza esa forma espuria de la libertad, ve que el primerísimo factor que la obstaculiza es la familia. Estamos esposados a una familia, es lo único que no elegimos. Eso duele, claro, porque hoy todos tenemos el impulso adolescente de ser libres de reinventarnos cómo se nos ocurra y la familia nos plantea un obstáculo y una frustración.
¿Diría que la tecnología nos hace más infantiles, como dice Don DeLillo?
Tal vez. Por ejemplo, aunque los padres estadounidenses son proclives a sentirse “pares” de sus hijos, el lugar de los padres es ineluctable: la persona está sobredeterminada biológicamente a actuar como el mayor. Es un buen ejemplo de cómo la familia es un estorbo a este concepto tan radical de la libertad en nuestro capitalismo de alto consumo. Yo mismo me río y me encojo de hombros cuando me sorprendo actuando como el adulto que soy.
¿Ve una libertad mejor “administrada” o menos cínica en otras latitudes?
Es parecido en todo Occidente pero sí creoque un francés o un alemán sienten que hay límites en su nacionalidad. Si algo caracteriza a los EE.UU. es la ausencia absoluta de un límite semejante,digamos, de lo “nacional”. Aquí uno puede ser lo que se le antoje. Los europeos, en cambio, han vivido muy cerca unos de otros por siglos y saben bien que uno no puede tener ni ser cualquier cosa que se le ocurra. Al final del día es inexorable que un francés se sienta... un francés. Esto no necesariamente es malo. Cuando miramos los estudios que miden la “felicidad relativa” en cada país, los EE.UU. ranquean muy bajo. Es un dato chocante en un país que promociona tanto la palabra libertad; es toda una refutación de que ésta nos hace felices.
Sus dos últimas novelas pintan el Zeitgeist, el espíritu de los tiempos. Freedom aborda una cantidad de tópicos de actualidad y dibuja los avisos de la crisis financiera. Es una novela de“temas”: la imposibilidad de la transmisión de valores, la derrota del esfuerzo individual, la caída de la familia mononuclear, la corrección política como autoconsuelo... ¿La novela sigue siendo elgénero que mejor contiene la época?
No creo que sea el único pero sí que sus desventajas son sólo aparentes. Lo que en principio representaría la desventaja absoluta de la novela para contener la época, es decir, que lleva un largo proceso escribirla –y el escritor vive preocupado porque el tiempo está corriendo y se adelanta mientras él sigue estancado estérilmente en resolver tal o cual detalle nimio, ¡llegará tarde con su obra!–, paradójicamente es su ventaja rotunda. En el aislamiento de la escritura, al dejar que sólo un rayo mínimo de actualidad entre en el encierro, se percibe mucho más que cuando uno anda por ahí afuera escribiendo blogs, twitteando y mirando TV todo el día.Aquellos que viven inmersos en el presente tienen mucha mayor dificultad para atender a lo que de verdad está pasando. La novela no sólo es de escritura lenta; también exige gran cantidad de tiempo del lector, eso da la oportunidad de tomar distancia de nuestra acosadora cultura del presente.
Le llevó casi siete años concluir ésta; hoy no hay presente que dure tanto.
Así es; ¡cada novela me lleva un promedio de “dos administraciones”!
La respuesta de la hora es la contraria: una ráfaga de novelas breves, a razón de una por año, a fin de estar siempre entre las novedades y garantizar un continuo de prensa.
La novela larga probablemente tenga mucho que ver con mis preferencias de lector. Cuando me gusta un libro y lo paso genial, no quisiera que acabe. Y además, como novelista soy un convencido deque la perspectiva de una persona sola siempre es insuficiente y que la superioridad de la novela consiste en que permite descomponer una misma historia desde innumerables ángulos. Esto no es tan fácil de lograr en un cuento o en una película de una hora y media.
Esa es la definición de la novela clásica de inmersión; casi una novela rusa… En su libro hay referencias directas a Guerra y paz, deTolstoi.
Siempre voy a las grandes novelas del siglo XIX como uno de los modelos más aptos. Me encanta sumergirme y volver laspáginas, empezando con Dostoievsky y siguiendo con Proust, Thomas Hardy y Faulkner. Algunas novelas de Bellow lo logran también. Soy un fanático de William Faulkner, el tipo que estuvo en el momento justo y en el sitio indicado para crear esos libros increíbles. Aunque estén enraizados en el pasado, en los personajes de Faulkner siempre aparecen las ansiedades contemporáneas sobre la clase social, la cuestión racial y la sexualidad con una modernidad impresionante. En los alemanes modernos, todas las cuestiones psicológicas, esamateria profunda, sale a la superficie. Me interesan esos modelos paradescribir el paisaje social. Y lo hago porque puedo y me divierte mucho, noporque me proponga ser espejo de la realidad. D.H. Lawrence, por ejemplo, noestá entre mis favoritos: él se acercaba a esa materia innombrable, tanteaba el camino, pero no lo hacía con humor. Quizá era demasiado sincero, ¿no? La ficción se volvió profunda con ellos.
Pero esos autores no pertenecen al mismo conjunto.
Lo siento pero ese es el lector que soy. Me encantaría combinar la psicología profunda y el efecto perturbador de Kafka,por ejemplo, con una actitud más apolínea y seductora, al estilo Tolstoi, enuna prosa sin esfuerzo como la de Scott Fitzgerald en El gran Gatsby –¡lanovela de tus sueños!
Aunque Freedom fue elogiada como pocas que recuerde en estos diez años, una de las reservas que leí es que en su prosa no difiere de un “tanque editorial”. Charles Baxter afirma: “Franzen escribe como si el modernismo y el posmodernismo experimental no hubieran existido”. ¿Diría que su apego y maestría en el realismo están en el centro de la adhesión de los impacientes lectores de hoy?
Si demoro tanto en la escritura es porque procuro servir a varios amos... Soy un lector que disfruta mucho de la novela modernista pero también disfruto de esa historia atrapante que te devorás.Estoy convencido de que hay muchos lectores como yo, quieren algo formalmentedesafiante pero, al mismo tiempo, divertido. Supongo que hay una negociaciónpara satisfacer a los dos tipos de lectores pero ese es el escritor que soy. Y creo que lo que atrapa está relacionado con ese dar vuelta una historia desde diversos ángulos.
Freedom tiene incrustaciones de actualidad importantes, con exposiciones temáticas, por ejemplo, sobre las peores prácticas de la minería a cielo abierto. Luego, el episodio grotesco que transcurre en Paraguay, con la compra de autopartes oxidadas y destinadas atanques vendidos a Irak. En ocasiones la novela asume la denuncia. En este caso, examina el “lado oscuro” de los EE.UU. en su política exterior.
Bueno, es que en los últimos años hemos sido grotescos, ¿no es cierto? Durante la administración de G. W. Bush, la política exterior y la nacional eran dos caras de la misma moneda. El corolario final en esos años era que ya no necesitábamos gobiernos, sólo necesitábamos corporaciones sólidas, ya se tratara de regulaciones o desregulaciones ambientales en casa, o de asegurar intereses comerciales en el extranjero. Una de las cosas más llamativas del capítulo Irak es que nos reveló el grado al quese privatizó la guerra, al punto de que se peleó y combatió por razones puramente comerciales. Esa fue una actitud muy distinta de la habitual. Sí, creo que ese es nuestro “lado oscuro” y que Barack Obama marcó un gran cambio en esa materia. Nuestro propósito no debe ser sacar a otros países del medio a los empujones. Para aquellos que creen que el mundo se reduce a una gran corporación, Obama es un obstáculo.
En un país donde ya no parece haber necesidad de política, porque de eso se ocupa el Tea Party, ¿la ecología lo convierte en un autor político?
Son tiempos de oscuridad, no hay duda. Pero Obama hizo por nosotros algo que Bill Clinton no pudo lograr: reformuló el sistema de salud. Sabremos cómo sigue en 2012, veremos si resulta reelecto. Es cierto que su popularidad bajó pero la del partido Republicano está mucho más abajo...
Ante un panorama de aclamación casi general, aparecieron algunos comentarios delirantes, que reclamaban que Freedom no se ocupa de la religión.
Mi objetivo no es ser amado por todos sino conseguir que se vuelva a hablar de libros y novelas apasionadamente. En ese sentido, me parece un signo vital que haya disputa y desacuerdo.
Ha sido un observador muy atento de los cambios en la lectura. Dijo que uno de los desafíos de los autores hoy es crear ficciones atrapantes.
Pero, en efecto, es una época en que los novelistas ya no podemos dar al lector por sentado. Si estamos de acuerdo en esto, podemos asumir dos posiciones: desestimar olímpicamente al lector, pensar “soy un artista y estoy cada vez más comprometido con mi arte”, o bien agudizarla imaginación para involucrarlo en nuestras historias. Sin duda, la gran ventaja de los EE.UU. es la dimensión del mercado y su capacidad económica. Quiero decir, esto nos permite a los escritores pergeñar libros innovadores y aún conseguir una masa respetable de lectores, que además pueden pagar lo que cuesta el libro. Si entre el 10 por ciento y el 1 por ciento de la población en edad de leer compra tu libro, está más o menos resuelto. Pero cuando voy a Europa en gira y menciono esto, me siento un escritor vendido, un tipo al que le interesa más el dinero que la literatura, cuando no es así… Al mismo tiempo, soy consciente, al examinar la historia de la lectura, de que ésta es una distinción muy nueva. Hace cien años no existía la figura del escritor “vendido”. No existía para Charles Dickens ni para Dostoievski; por entonces, solo existían los escritores. Pero me temo que, si queremos que la novela siga siendo una forma artística viva, fatalmente nos confrontamos con estas cuestiones y debemos darles una respuesta particular. La vanguardia fue y es formidable pero hoy estoy convencido de que no alcanza paraque el proyecto de la novela siga vivo y potente, sino que se convierte en una forma artística muerta.
Fue un poco alucinante que, cuando la revista Time lo publicó en la tapa, en agosto, la contratapa fuese... ¡un aviso del libro electrónico Kindle! Uno se pregunta qué fue primero, si el aviso del libro electrónico o el artículo.
Más perturbador todavía era ver el aviso de esa tapa en los iPads…; el vértigo, directamente. Pero no hay que perder de vista que Internet siempre está atrasada respecto de la realidad; la television también. Es uno de los malentendidos de esta época. Lo que realmente se adelanta a su tiempo es siempre la literatura –precisamente porque no está pendiente de la basura televisiva–.
¿Piensa en autores como James Graham Ballard o Philip Dick?
No precisamente, mi temperamento es hostila los futuristas... No estoy obsesionado con el futuro, al estilo Dick –un radar interesante como él no necesariamente produce novelas geniales sino libros de los que salen buenas películas–. A mí lo que me interesa es la experiencia del ser humano en la actualidad. Para describirla e indagar enella, me temo que no hay mayor autoridad que el escritor y el poeta. Una persona que se pasa catorce horas enchufado a Internet no es alguien cuya opinión me resulte interesante.
¿Cuáles son aquellos ingredientes del ser humano bajo la vida actual que más lo estimulan o intrigan?
¡Uy!, son tantos, pero seguro que no son los hallazgos que el New York Times pone en su tapa. Que la infancia se haya abreviado tanto me intriga, por ejemplo. Hoy la adolescencia comienza a los 10 años y se prolonga casi hasta los 70 en términos de auto percepción. Yo seguiré vistiéndome con ropa de adolescente por largos años. La reinvención de la enfermedad me sorprende, la medicalización de las adicciones cuando sabemos que se trata de una decisión voluntaria, la decisión de dejar que nos interpreten como enfermos, qué significa tener cincuenta años y vivir inmerso en una cultura mayoritariamente fabricada para consumidores de 19 años, desde Internet y los videojuegos hasta las películas, etc. Esas son preguntas que me apasionan, son las que se hacen los escritores y seguirán siendo noticia en el futuro. E intento dar respuestas a estas cuestiones a través del estudio de mis personajes. Es muy difícil y lleva tiempo crear personajes complejos que, al mismo tiempo, sean queribles; esto siempre supone confrontar la vida fragmentada y hueca de nuestra cultura electrónica con un entretenimiento que les recuerde a los lectores la verdadera complejidad, la plenitud y las contradicciones de sus vidas.
¿Cuál es su relación con Internet?
Internet opera tan al minuto que no datiempo a pensar. Nunca vi una obra de arte superior salida de Internet, sino piezas que son colaterales o derivadas de algo genial que se gestó fuera de la red. Nunca crea algo a partir de la nada, sino que crea a partir de pequeños retazos de un montón de cosas. Lo que no quiere decir que no emplee Internet. De hecho, en 2008, debido a la campaña pro Obama, estuve bastante adicto al blog de un supermatemático y sus cálculos estadísticos. El analizaba lasproyecciones de cada estado ¡actualizadas dos veces por día! Pero a la vez,este matemático tan sofisticado también parasitaba la información generada endiversas instituciones: ¡Internet no fabrica nada! Es otra distracción, un mecanismo que fragmenta la vida de la gente y le impide concentrarse por sobreestimulación. Es como la Coca-Cola, un hábito que engorda, te pudre los dientes y ni siquiera alimenta. A mí me preocupa cómo construir un libro que la derrote. Hoy tenemos el imperativo, como nunca, de crear historias atrapantes. La adhesión del lector ya no es automática; debemos encontrar procedimientos para recrear nuestro oficio obsoleto.
Son conocidas sus peleas con la generación que lo precede. Recuerdo su furia cuando el inglés Ian McEwan dijo que en los Estados Unidos ya no quedaban autores “serios”, salvo Philip Roth.
No soporto la pretendida honradez moral delos autores llamados “serios”. Hay literatura popular extraordinaria y literatura seria muuuy pesada. Ian McEwan puede ser considerado un autor serio, o Coetzee... Updike nunca me gustó. La moral es algo tan importante que uno no debería ponerse serio en ese asunto. Ante la moral, es mejor asumir un espíritu juguetón. Pensemos en Alice Munro, mi escritora viva favorita; sus personajesno se conducen con corrección pero ella no los juzga. Y cuando me gusta unescritor, me gusta todo lo que escribe. Hace poco releí El teatro de Sabath, de Roth, me gustó a pesar de que me saltée unas cuarenta páginas... El libro suyo que más me gustó fue Goodbye, Columbus, o El lamento de Portnoy. Es decir, los primeros. Es un buen signo cuando todos los amigos que uno encuentra por ahí prefieren una novela suya distinta... Roth es un escritor bastante malo que, no obstante, consigue ser una figura heroica. Me irritaría que le dieran el Nobel por su escaso valor artesanal pero de algún modo se lo merece. Falla en los principales méritos del novelista: no sabe crear personajes salvo a él mismo yes un dialoguista penoso. Pero una vez que se pone en marcha llega a lugares insospechados, hasta el heroísmo. Siempre mantiene el humor, y eso está bien.¡Que le den el Nobel, después de todo!

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