miércoles, marzo 02, 2011

Un libro electrónico no es un libro

En lo personal no tengo problema alguno en leer ante una pantalla. En estos últimos años habré leído centenares de textos en Word. Y así suene a lugar común, es cierto que la experiencia de leer y tocar y respirar y sentir un libro, no tiene parangón.
Ahora, Andrés Hax nos cuenta algunas cosas sobre el libro electrónico, que estoy seguro poca gente sabe.
Publicado en Revista Ñ.

...

En lo que va del año la noticia más impactante sobre el e-book no tuvo nada que ver, de rigor, con los e-books. Estamos hablando del cierre de la librería estadounidense Borders, una cadena nacional que en a fines del 2010 tenía más de 500 megatiendas en ese país. Una de las causas principales en la estrepitosa caída de ventas —que resultó en la declaración de bancarrota por la empresa el 16 de febrero de este año— es el pase de los consumidores al libro electrónico, en obvio detrimento de los libros hechos y derechos. Es profundamente irónico que los bibliófilos estadounidenses estuvieran de luto por una organización que hace unos diez años, no más, era odiada por los mismos bibliófilos por amenazar la supervivencia de las librerías independientes. Aunque el libro electrónico esta en su plena infancia ya está claro es que no va ser una novedad pasajera. La tableta de lectura más popular, el Kindle de Amazon, está recién en su segunda versión. Pero las críticas del Kindle 2 fueron muy positivas, declarando un salto en calidad significativo, tanto en el dispositivo electrónico como en la tecnología de “tinta-electrónica” o e-ink. En estos tiempos de crecimiento exponencial de la tecnología uno solo puede imaginar que el Kindle —o su símil— dentro de una década será un aparato formidable.
¿Qué resistencia posible hay frente este cambio de paradigma? ¿Qué podemos decir nosotros que hemos pasado nuestras vidas —que hemos dado sentido a nuestras vidas— a través de la lectura, compra, colección y relectura de Libros?
Tal vez lo único que nos quede sea resistir individualmente y, por lo menos, dejar un grito en el aire constatando nuestra opinión sobre esta revolución de magnitud gutenberguesca.
En esta columna quisiera defender mi opinión: un libro electrónico no es un libro y nunca será un libro. Y por más ventajas que tiene y que tendrá el e-book (a quién no le gustaría tener acceso a los contendidos completos de las grandes bibliotecas del mundo, algo que, si Google Books cumple su objetivo, será una realidad) nunca hay que olvidarse que el libro electrónico no solo no es un libro; es un anti-libro. Por más que el contenido textual de, por ejemplo, La guerra y la paz, es idéntico en un libro que en un Kindle o un iPad, ese texto electrónico está muy lejos de ser un libro. ¿Por qué? Veamos.
Esto no es un libro
La diferencia más crucial, importante y notable entre un Libro y un libro electrónico es ésta: Cuando uno lee un libro está solo. Leer un libro es una acción solitaria, silenciosa (o no, si uno lee en voz alta), pero absolutamente personal y privada. Por lo contrario, cuando uno lee un libro electrónico hay siempre una empresa detrás que está leyendo lo que usted está leyendo. Cada “página” que da vuelta, sus tiempos de lectura, cada anotación que hace, la colección de libros que tiene (dentro de su tableta), las horas en cual lee, cuán rápido lee — todo, todo, todo, vinculado con la lectura de ese texto, queda registrado en un servidor de una empresa privada.
Se podría enumerar decenas de diferencias más, pero para los propósitos de esta columna quisiera indagar sobre el significado de esta fundamental diferencia entre los Libros y los e-books.
¿Qué significa comprar un Kindle?
Comparemos la compra de un Libro y un Kindle.
Libro: entro en una librería, compro un libro con efectivo y me voy. Ese objeto es mío. Listo, se terminó. Si quiero, lo quemo para hacer un asado o lo convierto en una obra de arte cortando sus páginas. Si no, lo puedo escribir, subrayar, anotar de la manera que se me antoja: con pinceles de varios colores, con broches, con papeles pegados, escritos, comentando el texto. Se lo puedo prestar a un amigo. Lo puedo dejar en el banco de una plaza para que lo encuentre otro… Es mío y lo que hago con él es cosa mía.
Me compro un Kindle. Primero, ese aparato esta vinculado a mi nombre, a una tarjeta de crédito mía (no se puede comprar en cash) que esta vinculada a un domicilio legal (no puedo tener una tarjeta de crédito sin un domicilio legal). Aun ni siquiera me he comprado un libro y he entrado en una relación en la cual entrego mis datos más íntimos a un tercero.
El Kindle llega en una caja y, al estilo Apple, viene con un manual de instrucciones que, coquetamente, enfatiza lo sencillo que es operar esta maquinita que te dará acceso a miles sobre miles de textos electrónicos. Hasta acá, todo bien, ¿no es cierto?
En el Kindle que yo me compré el manual consistía en un librito de seis páginas de cartón delgado con cinco pliegues que se abren como un acordeón. La parte delantera es un texto escueto con diagramas claros en papel blanco, brilloso.
Y ahora vamos al Gran Hermano.
Da vuelta el manual y ve cinco páginas de texto chico debajo de un título humilde que dice “Important Product Information”. O sea, información importante sobre este producto.
Y lo que sigue es el contrato que firmó, de facto, al comprar el Kindle y —además— el contrato que firmarás, de facto, cada vez que compras un texto electrónico para el dispositivo.
El sexto subtexto se titula: “Your Conduct”. Tu conducto.
¿Perdón? ¡Qué dijo! ¿Mi conducta?
Imagínate de vuelta en la librería. Pagaste tu libro en cash y estas por partir cuando el librero te para: “Momentito,” te dice. “Acercate acá que tienes que firmar un contrato si vas a leer ese libro. Por favor, no se moleste. Es un procedimiento común que les hacemos a todos nuestros clientes. Hay unas cláusulas sobre cómo usted puede usar el libro. Igual, no se preocupe si no quiere firmar. Ya le tenemos registrado y de hecho por comprar el libro ha firmado el contrato.”
Tu conducta
Entre varias otras cosas, esta estipulado que no puedes prestar el libro; que, en el caso de diarios y revistas, Amazon reserva el derecho de cambiar los términos del contrato de compra; el aparato en si, y sus contenidos (tanto software como hardware) pertenecen a Amazon y no tienes el derecho de interferir con su funcionamiento de ninguna forma; Amazon recibirá información de tu dispositivo: “Anotaciones, bookmarks, apuntes, subrayados o tales marcas están respaldados por el Servicio, y la Información que recibe es sujeta al contrato de privacidad de Amazon.com”
Amazon no se hace cargo de ninguna perdida de información. Si has violado los derechos Intelectuales de Propiedad del aparato o sus contenidos, “Amazon puede buscar recompensación legal en cualquier estado o juzgado federal en el estado de Washington…”
Hay más: “Amazon reserva el derecho de cambiar las condiciones de este Acuerdo… En el caso que lo haga tu uso continuado del dispositivo implica tu acuerdo de estas revisiones del contrato…”
Si Amazon decide que tú has quebrado con el contrato – o futuras revisiones del contrato – esta en derecho de suspender tu uso del dispositivo y cancelar tu acceso a toda la información que ellos tienen almacenados sobre tu uso del dispositivo y sus contenidos.
Yo resistiré. No me interesa firmar un contrato para leer un libro. No me interesa que una empresa me imponga las condiciones de mi lectura. No me interesa cambiar comodidad por mi privacidad. No me agrada el tono agresivo ni los términos del contrato en el cual el único con poder es la empresa proveedora. No acepto.
Esto no es un libro.

1 Comentarios:

Blogger Manuel Aguirre dijo...

Pensar que el “e-Reader” no tiene futuro es algo radical. Todos los extremos están condenados al fracaso. Creo que casi todos los fenómenos que circundan al ser humano tienen una base u origen económico (no soy marxista). En el mes de diciembre pasado (2010), las ventas de libros electrónicos sobrepasaron a las ventas de libros-papel en Amazon.com. Este es un hecho significativo (los e-books son más baratos, más fáciles de adquirir y de entrega inmediata, sin salir de tu casa). Otro es que Borders se ha declarado en bancarrota, hace pocas semanas y Barnes and Noble está muy cerca de hacer lo mismo. El e-Reader, bien sea el Kindle, de Amazon, el Nook de Barnes and Noble, el Kobo de Borders o el Touch de Sony, con pequeñas variaciones son del tamaño de un libro de bolsillo, pueden contener un sinnúmero de libros, son capaces de contener un gran número de trabajos personales en Word, cuentan con un diccionario incorporado que permite aclarar el significado de cualquier palabra no comprendida durante una lectura y por último, en mi caso, el e-reader Sony que poseo, me da la oportunidad de hacer notas(al margen), cuando lo creo necesario (en manuscrito o digitando en un teclado en el pequeño screen), en cualquier libro, o en cualquiera de mis trabajos de narrativa o poesía, durante mis lecturas de corrección antes de terminar un cuento o novela. Al retornar a casa, paso mis correcciones a mi lap top y asunto arreglado. Es realmente cómodo, cuando voy al dentista o al médico o es muy discreto cuando participo de reuniones sociales aburridas, (al final, todos están conversando y consultando la internet en sus i-phones), yo leo.
Dado que vivo en un departamento pequeño, ahora me doy el gusto de tener en mi Sony, a todos los clásicos, descolgados de Google, gratis, libros de consulta, Historia, Literatura, Medicina, etc. Me siento tan confortable que muchas veces mojo mi dedo en saliva y trato de pasar la página, varias veces, hasta que por fin me doy cuenta que no es un libro de papel y presiono el botón que me permite ir a la página siguiente. Pero, también compro libros y los colecciono y los huelo. No todos los libros están disponibles en el formato electrónico. Últimamente he comprado varios de ellos en papel, novelas y libros de texto. La mayoría son usados, pero comprados de Amazon. Los acaricio, los huelo y los leo poco a poco. También amo a mi Sony e-reader.
Respecto al préstamo, es posible hacerlo, solo que resulta caro, porque si lo hago y no me devuelven mi e-reader, pierdo 190 dólares, además de los otros libros que tengo almacenados en él (descartando el aforismo de que en el mundo hay dos clases de idiotas, los que prestan un libro y los que lo devuelven).

4:09 a.m.  

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