lunes, mayo 30, 2011

La esencia moral


Acabo de leer en La República un más que atendible artículo de Alonso Cueto. El texto fue publicado en principio en Ideele.


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El gran tema de esta campaña, creo, es el tema moral. Lo que cuenta en esta elección es si la visión ética de la vida y por lo tanto del gobierno tiene alguna importancia para los peruanos.
En este contexto, muchos de quienes han apoyado o apoyan la campaña de Keiko Fujimori a la reelección han declarado de diferentes modos que su valor es el de oponerse a un candidato que amenaza el sistema económico. Otro argumento a favor de Fujimori es el recuerdo de las obras de infraestructura que hizo su padre durante los años noventa, lo que explica su popularidad en algunas provincias. Sin embargo, el autoritarismo, el abuso, los periodistas y dirigentes sindicales asesinados, los múltiples robos y actos de corrupción, no son para muchos de estos votantes impedimentos u objeciones, sino actos necesarios que se implementaron durante una época de emergencia (como si no fuera especialmente condenable en tiempos de emergencia). El tema moral los tiene sin cuidado mientras no los amenace directamente.
La violencia de los ataques contra personas como Mario Vargas Llosa y su hija Morgana, así como contra periodistas honestos (sé que a muchos de los que han atacado a Keiko, sus jefes les han advertido que “no sean tan “menos claros”), son un ejemplo más de que la terrible lacra de la intolerancia y el autoritarismo sigue campeando en el grupo de muchos fujimoristas confesos. El peruano que más ha hecho por vincular la política a la decencia es Mario Vargas Llosa. Ha habido otros muchos, tanto independientes como de diversos partidos políticos. Es obvio que el legado de todos ellos ha sido fructífero, como puede verse en las marchas contra Fujimori en estos días. Es obvio también que los ataques arteros desde el poder que han sufrido personas como Vargas Llosa son una señal de lo que pasaría si los fujimoristas suben al gobierno.
Ese autoritarismo podría usarse para que la pandilla de asesinos y ladrones del fujimorato que purgan condena en prisión salieran libres de un modo gradual, antes de entrar a un puesto de ese nuevo gobierno. Algunas organizaciones independientes, de gran probidad moral como el Idéele dirigido por Ernesto de la Jara, también estarían amenazadas por un gobierno que recortaría las libertades de pensamiento y de opinión en base a una ideología estrecha, como la que ha mostrado repetidas veces el candidato a la vicepresidencia Rafael Rey. Felizmente en los últimos días movimientos como “Fujimori nunca más” y otros han dado muestras militantes de una cultura de la moralidad, que por otros lados parece inexistente.
Para algunos los temas morales son meros protocolos o asuntos nimios dentro del gobierno. Nada más falso. Una Corte Suprema sumisa a los designios de Montesinos como la que hubo en los años noventa desalienta a los inversionistas (que no ven un sistema judicial que los ampare) tanto o más que el primer programa de gobierno de Humala. Periodistas que no informan o que informan bajo amenaza o soborno como los que hubo en ese gobierno, destruye la imagen de un país para el turismo. Un gobierno que se hace conocido por sus compras ilegales de armas genera desconfianza entre los gobiernos de todo el mundo. Toda la inmoralidad que rodea un régimen es un factor económico esencial.
No es casual que la segunda mitad del gobierno de Fujimori fue de recesión. El peligro de revivir ese autoritarismo afectaría nuestra economía, es decir, el bolsillo que dicen defender quienes votan por Fujimori. Si sale elegida Keiko, sabremos que en el Perú un presidente puede dirigir un gobierno inmoral y sin embargo, ver elegida a su hija, que afirma que el suyo fue el mejor de la historia. Sería una lección trágica para todos los peruanos.
Para medir el efecto económico de la corrupción bastaría con calcular cómo habría sido la historia del Perú sin la corrupción que la ha acompañado siempre. No hay obstáculo más grande al progreso económico y social que un gobierno de ladrones. Y en el cálculo de nuestra historia, ningún gobierno fue más corrupto que el de la década del noventa. Tanto el poder judicial como las Fuerzas Armadas como el periodismo estaban a los pies del gobierno y de su principal gestor, Vladimiro Montesinos.
Ollanta Humala, por otro lado, me parece que ha mostrado progresos notables en su comprensión de los verdaderos problemas peruanos. Con un pasado que incluye intentos de golpe y declaraciones a favor de la estatización, su evolución me parece que ha sido muy positiva y, de ser sincera, merecería nuestra confianza. Me hubiera gustado sin embargo que un candidato de credenciales probadamente democráticas se enfrentara a Fujimori en esta segunda vuelta. Desgraciadamente, el comandante Humala no ha tenido tiempo de mostrar todavía que sus convicciones están del lado de su Hoja de Ruta y no del de su Plan de Gobierno original. Su todavía incipiente aprendizaje en las artes de la simpatía política no lo ha hecho el mejor candidato alternativo.
Aún así, creo que intervenciones como la suya en Radioprogramas el sábado 28 lo acreditan como un líder firme y moderado, si todo lo que dijo allí responde a sus verdaderas intenciones. Sin embargo, aun si perdiera la elección, el camino recorrido hasta ahora lo vuelve una figura con un enorme futuro. Esperemos que pueda aprovechar el potencial que ha logrado.
¿Por qué un país con al menos una mitad que votó por el centro político está en la encrucijada de estos dos candidatos? Por la falta de una cultura institucional. Como no hay partidos políticos que aglutinen a personas en torno a ideas, los tres candidatos del centro formaron los suyos propios en torno a sus personas. Los tres debieron discutir sus diferencias al interior de un partido liberal que debido a la pobreza de una cultura institucional en el Perú no existe. Mientras esa cultura institucional no exista, estaremos a merced de caudillos y dictadores como Fujimori. Si Keiko gana le elección, tendrá plena validez la pregunta que le oí hace poco a Augusto Álvarez Rodrich: ¿Cómo justificamos ante el mundo que metimos preso al padre y elegimos a su hija?
Sea cual sea el resultado, el primer acto del próximo gobernante será acabar con la violencia y la hostilidad de los ataques de esta campaña, sin duda la más cruenta de los últimos años, de parte de ambos lados. Creo que será difícil pero el nuevo presidente podría lograrlo. Este es un tema que no solo corresponde dirigir a quien gane la elección sino a quienes tendremos que aceptar sus resultados, de no comprobarse ninguna evidencia de fraude. De lo contrario, apenas se sepan los resultados oficiales, la violencia podría aumentar, algo absurdo para un país que ha progresado tanto en los últimos diez años.

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