Sontag íntima
Imagino que no tardará en llegar a librerías limeñas Renacida de Susan Sontag. Este primer volumen de sus diarios fue ordenado por su hijo David Rieff. Lo que se viene diciendo de esta publicación promete dejar más que satisfechos a los lectores de quien no solo fue una gran escritora, también una intelectual de genuino y consecuente compromiso moral y ético.
Al respecto, encuentro un post de Vicente Molina Foix en El Boomerang.
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Susan Sontag tenía mucho genio. Un genio inteligente para escribir ensayos y ficción y un ácido mal genio en la vida real. Su hijo David Rieff, que ya dio a conocer su a veces difícil relación con la madre en el libro ‘Un mar de muerte', tomó la decisión póstuma de seleccionar, anotar y editar los diarios que Susan dejó al morir sin indicación previa de lo que se podría o debería hacer con esos casi cien cuadernos escritos a mano; convencida hasta el fin de que no iba a sucumbir al cáncer sanguíneo que acabó con ella el 28 de diciembre de 2004, la escritora se limitó un día, cuando la enfermedad parecía menos letal, a señalarle a Rieff un rincón en el vestidor de su dormitorio :"Ya sabes dónde están los diarios". Ahora se publica en español el primero de una serie de tres volúmenes, ‘Renacida. Diarios tempranos, 1947-1964' (Mondadori, en traducción de Aurelio Major, alguien muy próximo a la persona y buen conocedor de los escritos de Sontag), y su lectura resulta fascinante, como complemento o al margen de la importante obra de la norteamericana.
Europeizante en su cultura, ávida de conocerlo todo, desde la filosofía y la novela hasta el cine más contemporáneo, dotada de una seriedad de carácter que excluía como un estorbo la ironía, la autora de ‘Contra la interpretación' fue en cualquier caso de una precocidad asombrosa. En las primeras anotaciones de este libro, fechadas cuando tiene catorce años, Sontag ya expone sus recias y atípicas creencias y sus apetencias, que poco después, a los quince, al entrar en la universidad de California con dieciséis, alcanzan un admirable refinamiento y una determinación impropia de esa edad incierta. Lee a Thomas Mann y a Gide, a Henry James y Djuna Barnes, escucha en las mejores versiones la música de Mozart y Shostakovich, y en todo momento se impone a sí misma deberes intelectuales, en una especie de escolarización salvaje de su propia persona. La precocidad también se da en su vida amorosa, que fue generalmente homosexual, con el paréntesis del breve matrimonio adolescente con el profesor de sociología Philip Reiff, del que nació David. "Me caso con Philip con plena conciencia + temor a mi voluntad de autodestrucción", escribe el 3 de enero de 1951, en la única entrada del diario en los dos años siguientes a la boda.
Una de las particularidades de ‘Renacida', y el motivo principal de las dudas que David Rieff tuvo antes de decidir la publicación de estos diarios, es la revelación del despertar lésbico y los amores casi siempre contrariados que la autora sintió por mujeres mayores que ella; mientras vivía, y aun sabiéndose su preferencia sexual, Sontag se mostró reacia a manifestarla, del mismo modo que trataba de dejar a un lado su pertenencia judía, a la que alude en una anotación de noviembre de 1957 (tiene entonces 24 años) característicamente paradójica: "Me siento orgullosa de ser judía. ¿De qué?".
Y mientras que hay páginas en este libro que no pasan de ser listados de lecturas y aforismos sin elaborar, al lector se le permite seguir la formación de una vigorosa línea de conducta intelectual, salpicada de gozosas y dolorosas historias de amor (una de ellas sobre el fondo de un largo viaje por España, en 1958, con su amante de entonces Harriet Sohmers). Entregada siempre a ‘causas' superiores, nada mejor que este apunte de marzo de 1963 para definir la rigurosa y despierta conciencia moral de Susan Sontag: "Querer más la verdad que querer ser buena".
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