jueves, mayo 05, 2011

Un Murakami magistral


De las reseñas que vengo leyendo sobre IQ84, la última novela de Haruki Murakami, la de Ricardo González Vigil, publicada el lunes en El Comercio, es la que más luces nos da sobre la misma. Como bien sabemos, el crítico solo reseña lo que le gusta, lo cual, me parece que está muy bien. En cuanto a sus acercamientos a la narrativa extranjera, no le tengo ningún reparo. Casi siempre estoy de acuerdo con él.

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Pocas novelas en los últimos años han generado tanta expectativa mundial cómo la que acaba de publicar Haruki Murakami (Tokio, 1949). Y no es para menos, porque Murakami es uno de los novelistas actuales más consagrados internacionalmente, tanto en ventas, como en reconocimiento de la crítica especializada. Y se anunciaba que esta vez se había embarcado en una aventura mayor: una monumental novela, de más de mil páginas, en la que recrea el título de la famosa novela “1984” de Orwell, apoyándose en que, en japonés, el número 9 y la letra Q se pronuncian igual (kyu).
Esa gran expectativa no se ha visto defraudada. Estamos ante una novela fascinante, con esa fluidez y dosificación de la intriga que caracterizan a Murakami, así como su capacidad asombrosa para combinar la literatura fantástica, la anticipación científica, la novela negra, la parábola kafkiana y la sutileza japonesa para hurgar en las pasiones eróticas y tanáticas, sin faltar conexiones con el ciberpunk, los mangas japonesas y la multiplicidad de perspectivas y niveles del cine de Mizoguchi y Kurosawa.
A la vez, más honda y compleja que nunca para retratar las constantes (entre el bien y el mal, la sabiduría y la ignorancia, el amor y el odio, la fuerza determinante –un plan trazado por seres suprahumanos– de las circunstancias y la responsabilidad que conlleva el ejercicio del libre albedrío) de la condición humana en una sociedad de masas amenazada, de un lado, por la deshumanización tecnológica y la compulsión capitalista para acumular únicamente beneficios materiales; y, de otro lado, la manipulación de sectas manejadas por designios desconocidos, en las que la voluntad humana sucumbe en una nueva versión de lo que Orwell temía. Sin duda, una de las novelas más admirables de los últimos años.
No deja de ser curioso que Murakami naciera en 1949, el año en que Orwell dio a conocer su “1984”, motivado porque en 1948 se había cumplido el centenario del “Manifiesto comunista” de Marx: se proyecta al futuro, invirtiendo el 48 por el 84 para alertar contra lo que no sería un paraíso comunista, sino una humanidad masificada, robotizada. Murakami opta por situarnos en el Tokio de 1984, imaginando una secta que decidió apartarse del vertiginoso capitalismo japonés, para instalar una comuna socialista (a la manera del socialismo que Marx calificó de utópico), dado el fracaso en los años 70 de los émulos japoneses de la revolución maoísta.
Pero deviene en una secta religiosa, con un líder manejado por una enigmática Little People, variante irónica del Gran Hermano. También alusión a la Alicia de Lewis Carroll; tengamos en cuenta que, en 1985, Murakami publicó “El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas”, novela traducida al español en el 2009.
La pareja protagónica (vive una historia de amor que respeta el esquema argumental de las novelas más antiguas del mundo, las que se escribieron en griego poco antes del nacimiento de Cristo y durante los siglos I-IV: el reencuentro de dos personas que se aman a primera vista desde que eran niños) a través de pasajes (como la Alicia de Carroll, como los mundos paralelos que imaginan Borges y Bioy Casares, como las dimensiones ocultas de la mística oriental) es llevada por la Little People a un Tokio que ya no es el de 1984 porque ha sufrido cambios decisivos (por ejemplo, posee dos lunas en el cielo), al que la joven protagonista, una sofisticada asesina justiciera (que admira a Faye Dunaway y le atraen hombres que le recuerdan a Sean Connery), denomina 1Q84.

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