Una encuesta
No se guarda nada Ignacio Echeverría en su última entrega en El Cultural.es.
El dedo en la llaga.
...
Semanas atrás, con motivo de su número 1000, el suplemento cultural del ABC publicó una encuesta sobre “los títulos fundamentales del siglo XXI” (www.abc.es/especiales/20-anos-1000-numeros/index.html). La encuesta consultaba a “veinticinco de los más destacados escritores actuales”, se sobreentendía que en lengua española y residentes en España (casos de Rodrigo Fresán y Juan Gabriel Vásquez, los únicos latinoamericanos). De sus respuestas se supone que cabía hacerse una idea representativa de lo que en general leen y aplauden los actuales escritores españoles (y escritoras, aunque sólo sean tres la consultadas). Me propongo, en atención a los resultados, deducir una pocas observaciones.
Por ejemplo: que los escritores españoles (y adláteres) leen muy poca literatura española, poquísima, o la valoran muy mal, lo cual no se sabe si es peor. Sólo nueve de los veinticinco consultados mencionaban a algún autor español. De un total de 112 menciones (incluidas las repeticiones), sólo 18 (repeticiones incluidas) eran a autores españoles. Pero la cosa todavía resulta peor por lo que toca a la literatura latinoamericana, pese a que algunos dicen que está viviendo, precisamente en esta última década, un periodo de gran vitalidad. Ésta sólo recibía nueve menciones, que se repartían entre Roberto Bolaño (2666) y Mario Vargas Llosa (La fiesta del chivo). Y basta.
El casi centenar de menciones restantes no se repartía entre las otras lenguas y literaturas del planeta, qué va. En su inmensa mayoría se concentraba en autores de lengua inglesa. Siete de los consultados -Andrés Barba, J.J. Armas Marcelo, J.A. Garriga Vela, Javier Marías, Carlos Marzal, R. Menéndez Salmón y J.M. de Prada- mencionaban únicamente libros escritos en inglés. Algunos de ellos -como Javier Marías, como Lorenzo Silva cuando se acordaba- los citaban, además, en la lengua original. La literatura en lengua inglesa recibía, en conjunto, cerca de setenta menciones (más del sesenta por ciento del total). El resto de las literaturas mundiales se repartían un puñado escaso de menciones: una par de italianos (Magris, Simona Vinci), un par de franceses (Pennac, Gavalda), un eslavo (¡Vasili Grossman!, citado por un despistado Longares), un japonés (Ishiguro), un portugués (Saramago), un turco (Pamuk), un catalán (Teixidor), dos alemanes (Sebald, Genazino), una finlandesa (Oksanen)... y poco más.
Hago estos recuentos al botepronto, me puedo equivocar en alguna estimación. Pero la cosa va por ahí.
Otros datos de interés: treinta de las menciones eran a libros de Anagrama, que ha publicado a uno de los top de las listas: John Banville. La seguía en número de menciones la editorial Mondadori, que ha publicado al top-top indiscutible: J.M. Coetzee (nueve menciones). En el pelotón destacado, sospechosos habituales como Philip Roth, Cormac McCarthy, Alice Munro, Ian McEwan, Paul Auster, etcétera.
Parece, pues, que los escritores españoles (y adláteres) leen más que nada a autores de lengua inglesa, y que es a la literatura en esta lengua a la que, con mucha ventaja, se dirigen sus preferencias. Parece, además, que la curiosidad por otras literaturas es poca o nula.Sorprende, en general, el grado de previsibilidad de la mayor parte de los autores y libros mencionados. El hecho de ser ellos mismos escritores, y dedicarse a la literatura, no parece situar a los autores consultados -salvo muy contadas excepciones- en unas coordenadas distintas a las que determinan los gustos y las preferencias del lector medio más o menos culto.
Vuelvo a las menciones de autores españoles. Sólo dos recibían más de una: Javier Marías y Enrique Vila-Matas (con dos menciones cada uno). La pedrea restante la integraban Ramiro Pinilla, Carlos Marzal, Rafael Chirbes, Luis Magrinyà, Carlos Pujol, Vicente Molina Foix, Juan Marsé, Luis Mateo Díez, Ricardo Menéndez Salmón, Antonio Muñoz Molina y Susana Fortes. Menudo equipo.
A ellos habría que agregar el nombre José Lázaro, autor de la biografía Vidas y muertes de Luis Martín Santos, mencionada por el nuevamente despistado de Longares.
Considerada en conjunto, la encuesta arrojaba un balance bastante desalentador. Salvo contadas excepciones, los escritores consultados se revelaban bastante gregarios en sus gustos y en sus valoraciones. Muy pocos mostraban inquietudes particulares, intereses no colonizados por el mainstream, como se dice ahora.
Si esto es lo que una representación de “destacados escritores actuales” da por más relevante de la literatura mundial en los últimos once años, no hay muchos motivos, se diría, para esperar que su propia literatura nos brinde demasiadas sorpresas ni menos aún genuinas novedades en al menos los once años venideros.
No es difícil imaginar qué lodos pueden salir de estos polvos.
Por ejemplo: que los escritores españoles (y adláteres) leen muy poca literatura española, poquísima, o la valoran muy mal, lo cual no se sabe si es peor. Sólo nueve de los veinticinco consultados mencionaban a algún autor español. De un total de 112 menciones (incluidas las repeticiones), sólo 18 (repeticiones incluidas) eran a autores españoles. Pero la cosa todavía resulta peor por lo que toca a la literatura latinoamericana, pese a que algunos dicen que está viviendo, precisamente en esta última década, un periodo de gran vitalidad. Ésta sólo recibía nueve menciones, que se repartían entre Roberto Bolaño (2666) y Mario Vargas Llosa (La fiesta del chivo). Y basta.
El casi centenar de menciones restantes no se repartía entre las otras lenguas y literaturas del planeta, qué va. En su inmensa mayoría se concentraba en autores de lengua inglesa. Siete de los consultados -Andrés Barba, J.J. Armas Marcelo, J.A. Garriga Vela, Javier Marías, Carlos Marzal, R. Menéndez Salmón y J.M. de Prada- mencionaban únicamente libros escritos en inglés. Algunos de ellos -como Javier Marías, como Lorenzo Silva cuando se acordaba- los citaban, además, en la lengua original. La literatura en lengua inglesa recibía, en conjunto, cerca de setenta menciones (más del sesenta por ciento del total). El resto de las literaturas mundiales se repartían un puñado escaso de menciones: una par de italianos (Magris, Simona Vinci), un par de franceses (Pennac, Gavalda), un eslavo (¡Vasili Grossman!, citado por un despistado Longares), un japonés (Ishiguro), un portugués (Saramago), un turco (Pamuk), un catalán (Teixidor), dos alemanes (Sebald, Genazino), una finlandesa (Oksanen)... y poco más.
Hago estos recuentos al botepronto, me puedo equivocar en alguna estimación. Pero la cosa va por ahí.
Otros datos de interés: treinta de las menciones eran a libros de Anagrama, que ha publicado a uno de los top de las listas: John Banville. La seguía en número de menciones la editorial Mondadori, que ha publicado al top-top indiscutible: J.M. Coetzee (nueve menciones). En el pelotón destacado, sospechosos habituales como Philip Roth, Cormac McCarthy, Alice Munro, Ian McEwan, Paul Auster, etcétera.
Parece, pues, que los escritores españoles (y adláteres) leen más que nada a autores de lengua inglesa, y que es a la literatura en esta lengua a la que, con mucha ventaja, se dirigen sus preferencias. Parece, además, que la curiosidad por otras literaturas es poca o nula.Sorprende, en general, el grado de previsibilidad de la mayor parte de los autores y libros mencionados. El hecho de ser ellos mismos escritores, y dedicarse a la literatura, no parece situar a los autores consultados -salvo muy contadas excepciones- en unas coordenadas distintas a las que determinan los gustos y las preferencias del lector medio más o menos culto.
Vuelvo a las menciones de autores españoles. Sólo dos recibían más de una: Javier Marías y Enrique Vila-Matas (con dos menciones cada uno). La pedrea restante la integraban Ramiro Pinilla, Carlos Marzal, Rafael Chirbes, Luis Magrinyà, Carlos Pujol, Vicente Molina Foix, Juan Marsé, Luis Mateo Díez, Ricardo Menéndez Salmón, Antonio Muñoz Molina y Susana Fortes. Menudo equipo.
A ellos habría que agregar el nombre José Lázaro, autor de la biografía Vidas y muertes de Luis Martín Santos, mencionada por el nuevamente despistado de Longares.
Considerada en conjunto, la encuesta arrojaba un balance bastante desalentador. Salvo contadas excepciones, los escritores consultados se revelaban bastante gregarios en sus gustos y en sus valoraciones. Muy pocos mostraban inquietudes particulares, intereses no colonizados por el mainstream, como se dice ahora.
Si esto es lo que una representación de “destacados escritores actuales” da por más relevante de la literatura mundial en los últimos once años, no hay muchos motivos, se diría, para esperar que su propia literatura nos brinde demasiadas sorpresas ni menos aún genuinas novedades en al menos los once años venideros.
No es difícil imaginar qué lodos pueden salir de estos polvos.
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