miércoles, septiembre 28, 2011

Entrevista: Leonardo Caparrós



“Creo en la unicidad del texto, qué cuentas y cómo lo cuentas están íntimamente unidos, y solo juntos creo que pueden dar una relevancia a lo que se escribe”

Leonardo Caparrós, escritor

Leonardo Caparrós (Lima, 1972) es el autor de la interesante novela Un desconocido perfecto (Punto de Narrativa, 2010). Sobre esta publicación, conversé con él.

Gabriel Ruiz Ortega



A primera impresión, podría pensarse que Un desconocido perfecto es una novela sobre la locura.

No lo creo, o por lo menos no fue la intención, aunque muchas veces los textos toman vida propia. Yo siempre la vi como una novela sobre la búsqueda - un tema además para mí recurrente -, la necesidad de encontrar las puertas correctas a como de lugar, de ubicarse en el planeta de alguna forma y con cierto sentido. Esta búsqueda incesante toma diversos caminos y nos empuja a tomar constantes decisiones.  Estas decisiones, por supuesto, no siempre son acertadas o no siempre buscan serlo, solo son lo que tiene que ser y punto, simples senderos que se escogen  en un momento dado, la mayor parte de veces sin mucho análisis, aún cuando luego pueden resultar determinantes en mucho sentidos.

El protagonista, Javier Gamarra, tiene todas las características de un enajenado.

Creo que todos cargamos una angustia por “hacer”, en el sentido más amplio de la palabra, y así empezamos a buscar, una carrera, una profesión, un trabajo, una novia, una esposa, una carro, una casa, y largos etcéteras. Constantemente estamos tras “algo”, o por lo menos buscando el “algo” para estar atrás de él. Esta fuerza de vida no la veo ni mala ni buena, solo está y nos va llevando. Es para mí al menos, la búsqueda llevada a un extremo, cuando la ansiedad y los fracasos se juntan en una formula peligrosa y te obligan (porque realmente creo que en este punto no se tiene alternativas) a tomar decisiones aparentemente radicales para algunos, pero totalmente lógicas para el que se encuentra en ese punto. Javier Gamarra no es un loco desesperado, solo el producto de una serie de eventos ajenos y de acciones propias que lo fueron encaminando mansamente hasta el punto de matar.

Me fue imposible no catalogar la novela como una acertada metáfora de lo que fueron los años 90 en Perú.

Los 90´s en Lima tienen una connotación muy interesante, pues ha sido un década pérdida para muchos, en especial para mi generación. Nada de lo que se sabía o se creía saber antes de los 90 tenía sentido en esa década, nada era útil pues se estaba construyendo un nuevo orden, una nueva sociedad. Lo anterior, era como un pasado muy lejano lleno de mentiras, metáforas y cuentos. Luego de los 90, todo se desarmó, y fue mas bien esa década la del engaño, la de la mentira, y no me refiero precisamente a los actos de un gobierno particular, ni a Fujimori, me refiero a todo en todos lados. Resultado: miles de jóvenes perdidos, tratando de reconstruir un imaginario inexistente con retazos de un pasado ajeno, de una década (90´s) que nunca entendieron del todo y de un presente para el cual no estaban preparados.
¿Qué es lo que más recuerdas de esa época?
Recuerdo que a mediados de los 90 me reunía con gente de mi edad (entre 23 y 28 años), profesionales jóvenes hijos de un mundo liberal y capitalista, y todos se preguntaban cuál era su especialidad. Era muy simpático ver la cantidad de “expertos” en esto u lo otro, con menos de 30 años, que podían caber en una casa un sábado por la noche. A partir del año 2000 la cachetada fue general, nos bajaron de la nube y no todos sobrevivieron.
Javier Gamarra no puede asumir la realidad si no es por medio de una lacerante fragmentación de la misma.

Esa fragmentación que mencionas es definitivamente un herencia que llevo conmigo y si coincido en que se puede ver en la novela. Te hablaba de las búsqueda, pues bien, los 90´s nos dejaron a muchos una ansiedad tremenda por tener una identidad, pues nos dieron nada y nos quitaron todo. Como a Javier, solo nos quedó retacear lo poco que había.

Imagino que investigaste sobre el tema de la locura. De ser así, ¿fue una investigación exhaustiva o solo cogiste ciertos elementos para darle fuerza a la configuración del protagonista?

No fue necesario investigarla. Pero antes una cuestión de orden (se me sale el abogado, perdona), la locura es un término muy duro, pues creo que solo estamos ante la superposición de realidades diferentes, distintos puntos de vista cuyos hilos lógicos difieren bastante de los de la mayoría. En este entendido, no solo los llamados “locos” llevan esta vida paralela, sino otras personas con discapacidades mentales, por ejemplo. La normalidad esta construida sobre la estadística, más pensamos lo mismo, pues más normal se vuelve ese punto de vista. Pero, te decía que no fue necesario investigar. Y en realidad no lo fue, dos personas de mi familia y un amigo de barrio, todos muy cercanos, han tenido intensas etapas fuera de la realidad que conocemos. Han vivido por largas temporadas sumidos en un escenario paralelo que por más que me esforcé nunca pude descifrar del todo.  Yo mismo he vivido etapas en que mi realidad era muy distinta a lo que se podría llamar normal, especialmente en lo que se refiere a fobias. Todo esto me acercó mucho a la comprensión de lo diferente y al respeto que ello merece. Javier era muchas personas que conozco, fundidas en un ser único y distinto. Su manera de ver el mundo es exclusivamente suya, pero su nacimiento se alimentó de gente como él, que sin buscarlo, se alejó un poco mas del resto de lo que llamamos cordura.

En lo personal, me queda claro que el principal tema de la novela es el de la memoria. Hasta pienso que la aparente locura de Gamarra es un pretexto para no solo desmontar su vida, sino también para encontrar “un lugar” en el presente.
Yo te decía que era la búsqueda, pero como me has planteado el tema de la memoria, creo que hay una coincidencia. Encontrar “un lugar” en el presente pasa decididamente por una deconstrucción y comprensión del pasado. Al menos si se quiere un presente equilibrado. Fallar justamente en ello, en esa deconstrucción, es lo que te puede alejar ya en el presente de ciertas “normalidades”. Como siempre en esto no hay malo ni bueno, la carga moral no existe en este proceso.





En cuanto a la manera de relatar, es evidente que empleas una prosa cautelosa.



Creo en la unicidad del texto, qué cuentas y cómo lo cuentas están íntimamente unidos, y solo juntos creo que pueden dar una relevancia a lo que se escribe. Yo no diría que el estilo está al servicio de la historia, creo que ambas, el estilo y la historia caminan juntas y se sirven mutuamente. Creo que no hay historia mala, todo depende cómo la cuentes, pero tampoco hay estilo bueno, que pueda triunfar a pesar de la historia. El lazo es tan fuerte que en realidad sólo veo la diferencia ahora que lo conversamos, pero al momento de escribir todo se funde discretamente.



Tengo la impresión de que la novela como tal la terminaste hace muchísimo tiempo.



Tienes una muy buena impresión. Las primeras 20 hojas de la novela, que empezó como un cuento fuero escritas en el 2000. De esas 20 hojas han sobrevivido muy pocas líneas. En el 2004 retomé este cuento inconcluso justo porque quería cerrar una serie de cuentos que tenía igual, y de pronto la cosa se puso bonita y fueron casi cuatro meses muy intensos. El resultado fueron en ese momento unas 120 páginas ya con el nombre Un desconocido  El final ya estaba.  Luego a partir del 2008 en adelante empezó un lento proceso de revisión, corrección, consulta con generosos amigos, más coerción, hasta que se publicó. Todo a paso muy lento, lo disfruté mucho.



Todo escritor es tributario de sus influencias literarias, lo mismo ocurre con cada proyecto narrativo. ¿Cuáles fueron las que nutrieron Un desconocido perfecto?



De todos lados se cada lago, pero si alguien me marcó de manera importante en la época que escribí la novela fue Roberto Bolaño. Entre 2002 y el 2005 debo haber leído todo lo que había escrito y publicado hasta esa fecha. Luego han salidos otros textos (que ya leí por supuesto), pero fueron Detectives Salvajes, Putas Asesinas y  Llamadas Telefónicas, mis principales influencias en esa época.



La novela también da la sensación de ser un recuento de frustraciones.



La vida está llena de frustraciones, también de pequeños logros, creo que las pequeñas alegrías que he tratado de dejar en la novela pueden haber sido devoradas por las frustraciones. Pero en realidad, eso se deriva de la lectura injusta que muchas veces hacemos de nuestras propias vidas. A veces decimos que nos va mal o nos frustramos por temas que son complicados, nadie lo niega, pero que generalizamos como si fuera nuestro día a día. Los que aparentemente son pequeños momentos de alegría, son muchas veces lo que nos mantienen vivo. Somos más propensos a recurrir a momentos de alegría construidos, y nos olvidamos de los verdaderos, de los que realmente fortalecen al ser humano. Este invento de la “hora loca”, lo habrás escuchado o vivido, es probablemente el punto más alto de esta construcción, un momento dentro de una fiesta o reunión (que supone es un momento de diversión) en el que “tenemos que divertirnos”. Es brutal como concepto.



¿Podrías decirme de qué va tu siguiente proyecto literario?



Tengo una recopilación de cuentos que me gustaría editar pronto, pero todavía no encuentro con quién. Son cuentos que van desde 1999 hasta el año pasado. Son como mi pequeña biografía literaria. Por otro lado he comenzado la segunda novela, la búsqueda de un sitio sigue siendo un tema central, pero ahora estoy tratando de involucrar realidades más lejanas para mí. Los personajes principales, hasta ahora por lo menos son un gay y una mujer. Me está costando llevarlos adecuadamente, pero me parece un paso necesario en mi narrativa, que hasta ahora se ha basado en territorio que conozco: la experiencia masculina.

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