Las definiciones de Roas
No soy un conocedor de la literatura fantástica, pero sí han pasado por mis armas no pocos títulos capitales de esta tradición que viene ganando terreno entre los jóvenes lectores peruano
Desde hace algunos años vengo notando un interés, principalmente en estudiantes de literatura, sobre lo fantástico y sus derivados, patentizado en congresos y conversatorios. Y eso es bueno: este género en Perú está dejando de ser una rareza, un tópico condenado a cenáculos, abandonando de a poquitos esa huachafa esencia de caletismo ilustrado para asentarse en un imaginario mayor. Obviamente, nuestra literatura fantástica aún sigue en pañales. Para cimentarse como tradición, pienso, tendría que existir una obra maestra y no solo buenos e interesantes títulos.
En julio del año pasado conocí al escritor español David Roas en la Feria Internacional del Libro. David y su esposa Ana Casas no estaban de paso, sino viviendo en Lima, a razón de un trabajo de investigación de Ana. Aquella vez no hablamos mucho pero quedamos en hacerlo días después, en el Berisso de Lince. En ese segundo encuentro tampoco hablamos demasiado pero sí quedaron claros más de un punto en común sobre lo que es el mundo de la literatura hoy en día.
Semanas después David y Ana regresaron a Barcelona. Y al parecer, la estadía en Lima le trajo a David una buena estrella, puesto que en cuestión de meses su Distorsiones ganó el prestigioso Premio Setenil como mejor libro de cuentos y su Tras los límites de lo real se hizo con el Premio Málaga de Ensayo.
Pues bien, Tras los límites de lo real. Una definición de lo fantástico (Páginas de espuma, 2011) llenó un vacío personal, o mejor dicho, ordenó algunos conceptos que tenía sobre lo fantástico. Y confieso que acercarme al libro requirió que dinamitara ciertos prejuicios. (No leo teoría, no me interesa.) Lo que he leído sobre el asunto en más de una ocasión me ha alejado del mismo. Sin embargo, son textos como los de Roas los que me permiten no solo comprender el mundo de la realidad fantástica, sino también a comprometerme con ella.
Roas es un académico de prestigio, uno de los principales especialistas de la materia que nos compete, entonces, sabedor de su alcance y con miras a que se lea más allá de la academia, nos entrega una publicación que puede ser asimilada por todos los interesados, es decir, Roas no azota al lector con una jerigonza extenuante, sino que hace uso de una prosa clara y una argumentación excesivamente inteligente, que le permiten abordar conceptos no solo relacionados a la pureza del género, lo que a todas luces le impele a disparar sus definiciones hacia un crisol de fuentes (excelentemente documentadas) que en apariencia no tienen nada que ver con lo fantástico. En cada una de las secciones (“La realidad”, “Lo imposible”, “El miedo”, “El lenguaje” y “Lo fantástico en la posmodernidad”) queda rubricada una postura personal que, de hecho, generará más de un patatús entre los apolillados celadores de la teoría fantástica. Y es precisamente en su postura personal donde Roas demuestra su valía y axiomática referencia. Todo ensayo debe graficar el riesgo de su autor, no tiene sentido alguno llevar a cabo una empresa bajo el sendero de la mera descripción y el temeroso paso firme.
Tras los límites de lo real se convierte en lectura obligada (y estimulante) para los conocedores (críticos y creadores) de la tradición de la literatura fantástica. Con ensayistas como Roas, el estudio del género descansa en buenas manos.
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