domingo, abril 08, 2012

Ellas sí saben contar



Días atrás un amigo mexicano que vino a Lima para un festival de poesía tridimensional, me hizo una pregunta por el libro de nuevas narradoras peruanas que armé y publiqué el año pasado vía Altazor, Disidentes 1. Antologías de nuevas narradoras peruanas.
Pregunta aparentemente sencilla: ¿Qué diferencia encuentro entre lo que escriben las narradoras y los narradores en Perú?
Antes de brindarle mi respuesta, le puse al tanto de lo que me incitó a elaborar la antología. Hay que hacerlo, porque lo último que quiero que se piense de mí es que me dejo llevar por llevar criterios abstrusos. La buena literatura está por encima del sexo, creencia e ideología de quien la escribe. Si hice una antología de nuevas narradoras peruanas se debió a que se necesitaba un documento que registre las voces femeninas que aparecieron durante la década pasada. Como nunca antes han aparecido tantas escritoras, muchas de ellas interesantes, y ese detalle no había que pasarlo por alto. Una antología sobre ellas caía por peso propio. Claro, incluí a las que debían estar y seguramente me faltó uno que otro nombre para redondear el proyecto. No existe escogencia perfecta, pues.
Prendí un nocivo Pall Mall rojo y pasé a responder fugazmente a mi interlocutor del norte.
Ocupamos una mesa del Don Lucho.
−Mira, de hecho que hay un culo de similitudes entre lo que escriben los patas y las flacas. Pero, y te lo digo con mucha sinceridad, las mujeres cuentan bien, saben de lo escriben.
El poeta mexicano me pide que le explique en detalle. Ciro, el mozo del Don Lucho, se porta con un par de Cusqueñas heladas. Se paga por adelantado.
Me quedó mirando la guayabera blanca de Ciro. ¿Es la misma de hace 10 años?
−Para que me entiendas. Las mujeres dejan la carne, te impregnan sus emociones. Al menos a mí me han dejando con más de un calambre emocional. Son directas, la hacen fácil en la estructura de sus cuentos y novelas. Solo les importa contar.
El mexicano me mira y me dice que le estoy mintiendo. ¿Acaso me estás hablando de Lorrie Moore, de las nietas de Alice Munro?
−No, huevón. Ocurre que con las nuevas narradoras peruanas he encontrado lo que no en los patas, salvo tres excepciones: Martín Roldán, Jeremías Gamboa y Daniel Alarcón, los Storytellers, a secas.
El poeta mexicano asiente. Un toque se distrae de lo que aún tengo que explicarle. Acaba de entrar una flaca alta, de generosas caderas y busto compacto. Muy parecida a Rashida Jones. Lleva un short de jean, azul desteñido, y un polo turquesa manga cero. Escoge una mesa cerca a la nuestra y se acomoda en la silla. Creo que a propósito cruza las piernas, proyectando su brillosa fuerza muslar. Al parecer, ha estado caminando agitadamente por el centro de Lima.
Es inevitable no verla.
El poeta mexicano la desea.
Y yo examino su cara porque me gusta mucho Rashida Jones. Se parecen, aunque la Jones no tiene una frente tan pronunciada. Seco mi vaso de chela, dispuesto a seguir con la conversa. Pero me distraigo. La flaquita acaba de abrir un libro. Inclino la cabeza hacia la derecha para ver el título.
¡Mierda, la clon de Rashida Jones está leyendo, en una edición antigua de Seix Barral, Bomarzo! ¡Bomarzo!
Soy un prejuicioso y un machista de porquería. ¿Hay algo de raro en que un hembrón lea a Mujica Laínez?, pienso.
Llamo a Ciro y pido dos chelas más.
−¿Seguimos?
El poeta mexicano asiente y me pregunta por las narradoras peruanas que considero más importantes.
−Saca un papelito y apunta.
El poeta mexicano extrae de su morral un cuadernito de páginas cuadriculadas.
−Hay varias a las que debes seguirles el rastro. Tenemos narradoras muy buenas, algunas han recibido atención mediática y crítica, otras no. No sé por qué…
El poeta mexicano asiente, otra vez, aunque ahora su asentimiento es extraño, como si me dijera que no chamuye y suelte nombres.
−Me gustan las cosas que escriben Alina Gadea, Rocca Díaz, Karina Pacheco y Julie de Trazegnies. También Patricia Miró Quesada, Susanne Noltenius, Katya Adaui, Yeniva Fernández y Jennifer Thorndike.
El poeta mexicano toma dato de los nombres que le acabo de dar. Le digo en dónde puede conseguir los respectivos libros.
Mas no lo noto del todo atento y no hay que ser muy perspicaz para saber el motivo. Dentro de poco le saldrán babas y pus de su boca. Desea a la flaca que lee con atención a Mujica Laínez. No me sorprendería que se ponga de pie y vaya donde ella.
El poeta mexicano está inquieto.
Veo los datos apuntados en su cuadernito de hojas cuadriculadas, letras inclinadas hacia la derecha que dejan un exagerado alto relieve en las páginas.
Me dice si le puedo esperar un cuarto de hora. No tengo que preguntarle más. Ve nomás, criatura hormonal.
Se pone de pie, hincha el pecho y va en dirección de la mujer que lee a Mujica Laínez. Yo prendo otro Pall Mall rojo. Miro.
Y miro.
…Miro al maestro Ciro, quien corre y le gana la posta al poeta mexicano. Se sienta junto a la lectora y ella le sonríe. Le gustan los mayorcitos, parece. Ella queda obnubilada por su guayabera blanca. No sé de qué conversan pero la lectora sonríe y sonríe.
El poeta mexicano regresa a la mesa y me pregunta en dónde venden esas camisas.
−No sé.
El poeta mexicano se acomoda en la silla. Y me sigue preguntando. Ahora por los relatos de la antología, que por lo que vengo contando, diera la impresión de que a las nuevas narradoras peruanas no le importara la experimentación formal, por ejemplo.
−No, no es eso. Creo que esa apuesta por contar la historia, no tiene nada que ver con una renuencia a la experimentación formal o elasticidad del estilo, sino que estamos ante una característica colectiva e imagino que ello obedece a una madurez personal, muchas de ellas, por ejemplo, empezaron a publicar pasados los 30, es decir: hay más carne, más dolor, goce, vida. Entiende: a través de la historia canalizan el conflicto interior. Muy distinto a los narradores, que en lugar de canalizar, lo transfiguran, disfrazan.
El poeta mexicano me mira. Apunta en su cuadernito de hojas cuadriculadas.
Mi celular vibra. Debo volver al trabajo.
Pero antes, el poeta mexicano me comenta que ha escuchado sobre la salida de la segunda parte de Disidentes, la antología de nueva narrativa peruana que publiqué en 2007. Quiere saber cuándo sale.
Paso a responderle, rápido porque estoy atrasado.
−La antología es una versión corregida y aumentada del Disidentes de 2007. Estoy contento con esta nueva confección, pero de algo estoy seguro, no creo que supere a la primera versión, de éxito rotundo y que reflejó el momento Kodak de una eclosión narrativa que entusiasmó a todos. El libro se titula Disidentes 2. Los narradores peruanos (2000 – 2010) y sale antes de julio.
El poeta mexicano me pregunta por los nombres que están. ¿Quién se queda? ¿Quién se va?
−Esa información, estimado, te la daré la próxima vez que vengas a Lima. Por el momento, calienta motores con los libros de las escritoras que te he mencionado. Ahora, sí. Soy fuga. Chau.

1 Comentarios:

Anonymous Giancarlo dijo...

Hola, Gabriel.

Me gusta mucho cuando incluyes estas crónicas en el blog. Crea un ambiente más íntimo.

Saludos.

4:26 p.m.  

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