martes, julio 10, 2012

Diarios de Sontag



Hace ya varios (muchos)  meses, mi buena amiga Rocío Fuentes me prestó, ni bien llegó de Buenos Aires, este título póstumo de Susan Sontag (1933 – 2004), Renacida. Diarios tempranos, 1947-1964 (Mondadori, 2011). Como aún no me pide el libro, lo estoy cuidando como si fuera mío.

Tenía buenas referencias sobre esta primera entrega de los diarios íntimos de quien en vida fuera una más que atendible narradora y, por sobre todo, una excelente ensayista comprometida, es decir, consecuente con las ideas de las que escribía y defendía.

Hasta hace no mucho, mis lecturas estuvieron centradas diarios de escritores, pasaron por mis armas muchas plumas, desde las clásicas a las contemporáneas; por ende, tener en manos los diarios tempranos de Sontag, fue, en un inicio, una especie de ansiedad consumada, de respiro aliviado. Pero esta suerte de tranquilidad festiva no tardó en ataviarse de desazón. En otras palabras: esperaba más, mucho más, de Renacida.

Más o menos podemos rastrear esta decepción desde el prólogo. David Rieff es el encargado de explicarnos la razón de la publicación de los diarios de su madre. Por momentos peca de solemne, de especulativo en cuanto a haber respetado o no su voluntad. En más de un tramo de su texto nos dice que fue decisión suya que estos escritos –que en total suman más de cien cuadernos- vean la luz.

Pues bien, estamos ante una Sontag en búsqueda de la experimentación sexual y la voracidad lectora, en especial. Son diarios de juventud, en donde percibimos una personalidad inmadura y curiosa. Además, es posible rastrear en ellos una apuesta moral por el “otro”, un compromiso llevado a la praxis, de querer hacer algo ante tanta injusticia e indiferencia, sin importarle si vaya sola o no en la empresa. Como también su recurrente cobijo en el arte y la literatura (los guiños a Thomas Mann, por ejemplo, son radiactivos). Sin embargo, Rieff hubiera ordenado mejor este legado. La coherencia estructural resulta flojísima, lo cual sorprende porque tuvo el tiempo suficiente de articular los textos, pudiendo pues deshacerse del ripio, del hueso… Son tan pero tan redundantes que el lector tiene que bregar más de la cuenta para dar con los contadísimos instantes de revelación que nos remite a la mejor Sontag.

Sabemos que vendrán dos entregas más, y definitivamente esta primera quedará en el olvido. Fácilmente pudo acoplarse con el próximo tomo de los diarios, lo que da pie a la sospecha razonable sobre el verdadero motor de su hechura: el factor comercial. Factor comercial que la misma Sontag hubiera desechado gracias a su conocida autoexigencia que prodigaba en su obra. Era demasiado estricta y perfeccionista que ni siquiera pasaba por alto las cartas institucionales que escribía al vuelo.

0 Comentarios:

Publicar un comentario

Suscribirse a Comentarios de la entrada [Atom]

<< Página Principal