martes, agosto 07, 2012

Sintiendo con la mente






Texto publicado en el tercer número de Estante.


Si el desarrollo del estilo es la biografía de todo escritor, pues digamos que Sophie Canal (Antony – Francia, 1967) ha llevado el legendario aserto nabokoviano a un sendero muy exigente. No es para menos. Su primer libro de relatos, Geometría del deseo (Borrador Editores, 2012), marca desde ya un saludable respiro para la narrativa peruana actual. Y no me sumo, ni hablar, a los saludos exaltados de Julio Ortega y Czar Gutiérrez. La razón: no le doy mucho crédito a los textos de contraportada.
Un breve paneo por la narrativa peruana y, por qué no, latinoamericana, nos pone de manifiesto la tendencia buscadora de sus nuevas voces. Cuando todo ya está dicho en ficción, vale pues, y más que antes, la experimentación formal, ahondar en el viaje interior y, en escritura misma, dotarla de densidad y peso. Hemos tenido resultados dignos de destacar, aunque los más no han sido más que interesantes. Empero, muchos de los textos que nos presentan adolecen de una evidente falta de madurez. Bien decía Barthes que la forma es todo. Pero la forma tampoco puede ser usada como pararrayos, no se puede recurrir a ella y pasar por alto falencias vergonzosas en el respiro narrativo.
Es en este detalle que Geometría del deseo marca la diferencia, porque no solo estamos ante un cuerpo u artefacto literario, sino ante una pluma madura que llama la atención desde las primeras líneas de cada uno de los relatos. Relatos nada complacientes con el lector. En apariencia sencillos, si cometes la ingenuidad de acercarte valiéndote por los meros títulos (que pudieron ser otros, dicho sea); pero que una vez que comienzas a recorrerlos, sabes que poco o nada sirve la mera concentración y te obligas a re-pensar en Canal, en qué es lo que hay en su cabeza para comunicar mucho tanto y tan bien, en la dificultad de su propuesta que no bebe de la narrativa como tal, sino de la poesía y la filosofía como catalizadores de su poética.
Mientras leía los relatos me preguntaba sobre la trampa de los mismos. Y lanzo la especulación sobre su travestismo, o sea, que estamos ante ensayos disfrazados de relatos (“Visión erótica de un mono”, “Sacrificio de los gatos”, “Ossia”, “Vivir sola, ja, ja” y “Joven desnuda, de pie”), lo que no representa un óbice para el lector ducho, puesto que la autora, de esta manera, nos brinda un festín de referencias ligadas a la alta cultura sin caer en la posería y el caletismo ilustrado. Canal es natural y esto en narrativa breve es más que un punto a favor. Sin embargo, en ciertos textos abusa de un forzado despliegue mental (“Al principio, el pollo”, “Duplicidad de las velas” y “El amarillo es dudoso”).
Llevamos buen tiempo escuchando sobre la medianía en los libros de los autores debutantes. Bajo todo punto de vista, Geometría del deseo se aleja de esa medianía, colocándose en un pedestal de expectativa que nos lleva a esperar la publicación de una novela, porque este cuentario, encierra, de por sí, una novela entrelíneas.

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