Sintiendo con la mente
Texto publicado en el
tercer número de Estante.
…
Si el desarrollo del
estilo es la biografía de todo escritor, pues digamos que Sophie Canal (Antony
– Francia, 1967) ha llevado el legendario aserto nabokoviano a un sendero muy
exigente. No es para menos. Su primer libro de relatos, Geometría del deseo (Borrador Editores, 2012), marca desde ya un
saludable respiro para la narrativa peruana actual. Y no me sumo, ni hablar, a
los saludos exaltados de Julio Ortega y Czar Gutiérrez. La razón: no le doy
mucho crédito a los textos de contraportada.
Un breve paneo por la
narrativa peruana y, por qué no, latinoamericana, nos pone de manifiesto la
tendencia buscadora de sus nuevas voces. Cuando todo ya está dicho en ficción,
vale pues, y más que antes, la experimentación formal, ahondar en el viaje
interior y, en escritura misma,
dotarla de densidad y peso. Hemos tenido resultados dignos de destacar, aunque los
más no han sido más que interesantes. Empero, muchos de los textos que nos
presentan adolecen de una evidente falta de madurez. Bien decía Barthes que la
forma es todo. Pero la forma tampoco puede ser usada como pararrayos, no se
puede recurrir a ella y pasar por alto falencias vergonzosas en el respiro
narrativo.
Es en este detalle que Geometría del deseo marca
la diferencia, porque no solo estamos ante un cuerpo u artefacto literario,
sino ante una pluma madura que llama la atención desde las primeras líneas de
cada uno de los relatos. Relatos nada complacientes con el lector. En
apariencia sencillos, si cometes la ingenuidad de acercarte valiéndote por los
meros títulos (que pudieron ser otros, dicho sea); pero que una vez que
comienzas a recorrerlos, sabes que poco o nada sirve la mera concentración y te
obligas a re-pensar en Canal, en qué es lo que hay en su cabeza para comunicar mucho
tanto y tan bien, en la dificultad de su propuesta que no bebe de la narrativa
como tal, sino de la poesía y la filosofía como catalizadores de su poética.
Mientras leía los
relatos me preguntaba sobre la trampa de los mismos. Y lanzo la especulación
sobre su travestismo, o sea, que estamos ante ensayos disfrazados de relatos
(“Visión erótica de un mono”, “Sacrificio de los gatos”, “Ossia”, “Vivir sola,
ja, ja” y “Joven desnuda, de pie”), lo que no representa un óbice para el
lector ducho, puesto que la autora, de esta manera, nos brinda un festín de
referencias ligadas a la alta cultura sin caer en la posería y el caletismo
ilustrado. Canal es natural y esto en narrativa breve es más que un punto a
favor. Sin embargo, en ciertos textos abusa de un forzado despliegue mental
(“Al principio, el pollo”, “Duplicidad de las velas” y “El amarillo es
dudoso”).
Llevamos buen tiempo
escuchando sobre la medianía en los libros de los autores debutantes. Bajo todo
punto de vista, Geometría del deseo
se aleja de esa medianía, colocándose en un pedestal de expectativa que nos
lleva a esperar la publicación de una novela, porque este cuentario, encierra,
de por sí, una novela entrelíneas.
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