lunes, febrero 04, 2013

¿Imposible amor?



Una de las cosas que siempre me ha gustado de Alonso Cueto es esa aparente facilidad con la que saca adelante sus novelas. Digamos que estamos ante un discípulo aprovechado de Chéjov y Carver, en cuanto a estilo. De su rica obra, algunos títulos me son predilectos, como La hora azul, Deseo de noche, El susurro de la mujer ballena y La batalla del pasado.

Cuerpos secretos (Planeta, 2012) es su última entrega. Y seamos francos: se trata de una muy buena novela. Pero la misma no es de lo mejor de su producción, aunque si esta fuera firmada por otro autor, estaríamos hablando de una novela consagratoria. Esto es lo que les pasa a los grandes: tienen que lidiar con hijas (porque las novelas son eso: hijas) con más experiencia y contundencia.

Sabemos que los intereses narrativos de Cueto siempre se han movido en los conflictos existenciales de las sensibilidades de la clase media y alta limeña. Y si la memoria no me es tramposa, es la primera vez que el autor sale de sus caminos temáticos ya recorridos --y dominados en los libros señalados líneas arriba-- para abordar ahora una realidad que solo había explorado de perfil, nunca de manera frontal: la clase emergente. De manera frontal porque si no fuera así, no estaríamos ante una un cruce violento de realidades, en donde priman las diferencias sociales, raciales y económicas; cruce canalizado en sus dos protagonistas: Lourdes de Schon y Renzo Lozano Quispe.

Lourdes pertenece a la clase alta, tiene la vida comprada y ostenta cuarenta años bien llevados. Renzo, de veinticinco, de origen provinciano, cuya única aspiración en la vida es tener su propia academia de matemáticas en Los Olivos.

Entre ambos nace un romance. ¿Parece imposible, no? Obvio.

Sin embargo, lo que los une no es la dependencia sexual ni la mera atracción física, sino la insatisfacción que despiertan en ellos las realidades a las que pertenecen. Lourdes llega al punto límite de su vida, está cansada del continuo baile de máscaras, de la frivolidad que la rodea, de las infidelidades de su esposo, no se siente mujer y tiene todo el derecho del mundo a serlo, es un ente mecánico que sonríe y aguanta. Renzo es idealista, muchacho esforzado, pero también sufre del hartazgo que le depara su realidad inmediata, por ejemplo: el mal gusto de los que nunca tuvieron y que ahora tienen. Lourdes y Renzo se encuentran lejos de lo que algunos tarados designan como “aristotélicamente imposible”, sino que resulta verosímil su romance, siempre y cuando se comprenda el vacío que los coloca en el borde de la vida misma, esas ganas de vivir que ya no pueden reprimir más. Como es lógico, en el tratamiento el autor narra mejor lo que conoce, la geografía emocional y sensorial de Lourdes, y evidencia más de un óbice en cuanto a la de Renzo (hizo falta un mayor trabajo de campo).

El romance entre una mujer mayor y un hombre menor no es suficiente para una novela que pretenda ser un espejo de la sociedad peruana actual. Ni hablar. Y eso lo sabe su autor, es por ello que recurre a otros registros, como el policial y el melodrama. Muy en especial en el policial, género tan permeable en la novelística contemporánea, en el que es todo un capo. Por medio del policial Cueto hace posible que su novela se ramifique y cuestione, porque eso es lo que depara Cuerpos secretos: un constante cuestionamiento a las taras de todos sus protagonistas, como el esposo de Lourdes, José, y el amigo de Renzo, Félix. Cada personaje aquí es un elemento simbólico de una realidad mayor, realidad mayor que hostiga a los amantes y a la que deciden enfrentar, motivados por la honestidad de un amor que se nutre de la oportunidad de llevar adelante una tan anhelada segunda vida.

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