¿Imposible amor?
Una de las cosas que
siempre me ha gustado de Alonso Cueto es esa aparente facilidad con la que saca
adelante sus novelas. Digamos que estamos ante un discípulo aprovechado de
Chéjov y Carver, en cuanto a estilo. De su rica obra, algunos títulos me son
predilectos, como La hora azul, Deseo de noche, El susurro de la mujer ballena y La batalla del pasado.
Cuerpos
secretos (Planeta, 2012) es su última entrega. Y seamos
francos: se trata de una muy buena novela. Pero la misma no es de lo mejor de su
producción, aunque si esta fuera firmada por otro autor, estaríamos hablando de
una novela consagratoria. Esto es lo que les pasa a los grandes: tienen que
lidiar con hijas (porque las novelas son eso: hijas) con más experiencia y
contundencia.
Sabemos que los intereses
narrativos de Cueto siempre se han movido en los conflictos existenciales de
las sensibilidades de la clase media y alta limeña. Y si la memoria no me es
tramposa, es la primera vez que el autor sale de sus caminos temáticos ya
recorridos --y dominados en los libros señalados líneas arriba-- para abordar
ahora una realidad que solo había explorado de perfil, nunca de manera frontal:
la clase emergente. De manera frontal porque si no fuera así, no estaríamos
ante una un cruce violento de realidades, en donde priman las diferencias
sociales, raciales y económicas; cruce canalizado en sus dos protagonistas:
Lourdes de Schon y Renzo Lozano Quispe.
Lourdes pertenece a la
clase alta, tiene la vida comprada y ostenta cuarenta años bien llevados. Renzo,
de veinticinco, de origen provinciano, cuya única aspiración en la vida es
tener su propia academia de matemáticas en Los Olivos.
Entre ambos nace un
romance. ¿Parece imposible, no? Obvio.
Sin embargo, lo que los
une no es la dependencia sexual ni la mera atracción física, sino la
insatisfacción que despiertan en ellos las realidades a las que pertenecen.
Lourdes llega al punto límite de su vida, está cansada del continuo baile de
máscaras, de la frivolidad que la rodea, de las infidelidades de su esposo, no
se siente mujer y tiene todo el derecho del mundo a serlo, es un ente mecánico
que sonríe y aguanta. Renzo es idealista, muchacho esforzado, pero también
sufre del hartazgo que le depara su realidad inmediata, por ejemplo: el mal
gusto de los que nunca tuvieron y que ahora tienen. Lourdes y Renzo se
encuentran lejos de lo que algunos tarados designan como “aristotélicamente
imposible”, sino que resulta verosímil su romance, siempre y cuando se
comprenda el vacío que los coloca en el borde de la vida misma, esas ganas de
vivir que ya no pueden reprimir más. Como es lógico, en el tratamiento el autor
narra mejor lo que conoce, la geografía emocional y sensorial de Lourdes, y
evidencia más de un óbice en cuanto a la de Renzo (hizo falta un mayor trabajo
de campo).
El romance entre una
mujer mayor y un hombre menor no es suficiente para una novela que pretenda ser
un espejo de la sociedad peruana actual. Ni hablar. Y eso lo sabe su autor, es
por ello que recurre a otros registros, como el policial y el melodrama. Muy en
especial en el policial, género tan permeable en la novelística contemporánea,
en el que es todo un capo. Por medio del policial Cueto hace posible que su novela
se ramifique y cuestione, porque eso es lo que depara Cuerpos secretos: un constante cuestionamiento a las taras de todos
sus protagonistas, como el esposo de Lourdes, José, y el amigo de Renzo, Félix.
Cada personaje aquí es un elemento simbólico de una realidad mayor, realidad
mayor que hostiga a los amantes y a la que deciden enfrentar, motivados por la
honestidad de un amor que se nutre de la oportunidad de llevar adelante una tan
anhelada segunda vida.
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