Reescribir
La verdad: no tengo la
más mínima idea de cómo fue que empecé a escribir reseñas. Aunque reseñas no es
propiamente lo que hago. Simplemente recomiendo libros, guiado y ayudado por
los pocos recursos que tengo como lector impresionista. Carezco de las armas
teóricas para hacer “reseñas” propiamente dichas, y en parte me alegra esa
carencia, porque de haberla tenido, fácil no hubiera leído todo lo que he
leído.
Más de uno piensa que
este servidor es crítico literario. Para nada. Ni crítico, ni literato. Solo un
lector que escribe, que administra un blog, que antologa, que es librero, que
escucha rock, que ve todas las películas posibles y que vive en la medida en que
sus fuerzas le permitan.
Durante un tiempo escribí
reseñas. Para Siglo XXI, diario de Castellón al que le estoy muy agradecido por
la posibilidad de escribir de libros que me gustaban. Sin embargo, por esas
cosas de la vida, estuve revisando mi archivo de reseñas y me di con más de una
sorpresa, la principal de estas: mi ingenuidad y voluntaria falta de análisis.
Me causó vergüenza ajena “ver” la sarta de opiniones que emitía, ya sea a favor
y en contra, y no quiero pensar en las motivaciones que tuve al momento de
hacerlas. Muchos de esos libros los he releído en estos años y definitivamente
ya no soy el que era; he cambiado, pienso, y hasta siento que a la fuerza,
placentera por cierto, he madurado como lector.
La reescritura es
también escritura, nueva escritura. La escritura es como el agua, hay que
cambiarla, sino se pudre, fermenta. Los textos no son estáticos. En este
sentido, de cuando en cuando, cogeré al azar una de esas reseñas, las releeré y
las someteré a mi escrutinio. Es decir: las volveré a escribir y lo más
probable es que dinamite las ideas que plasmé, pero algo me dice que
repotenciaré mi gusto y admiración por aquellos libros que llegaron a mis manos
cuando más los necesitaba.
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