"The Wire. 10 dosis de la mejor serie de la televisión"
Publicado
en Lee por Gusto – Perú 21
…
Este es uno de los
libros que durante muchos meses –a lo mejor año y medio-- esperé que llegara a
Lima. Cualquiera que haya devorado las cinco temporadas de la serie de HBO The Wire, me entenderá sin más. Y si hay
alguien que aún no la ve, pues le sugiero que termine de leer esta columna y
vaya tras la serie. Así de simple. Su existencia no es más que un motivo
adicional que refuerza una verdad: el extraordinario momento --el mejor, a
secas-- de la series de televisión.
Atrás, en el olvido,
quedaron las series ochenteras y setenteras, que aparte de exhibir olvidables
actuaciones, también hacían gala de un trabajo guionístico soberanamente
insultante. No por nada, se dice que los guionistas de hoy son los hijos
aprovechados de Dumas, que aprendieron los secretos de las novelas de folletín.
Basta revisar los guiones de Mad Men,
24, Breaking Bad, Lost, Los Soprano y, sin ir muy al norte, de la
primera temporada de la argentina Epitafios,
para quedar absortos con el andamiaje estructural, la documentación enfermiza,
en otras palabras: lo medular que resulta la logística narrativa.
The
Wire
jamás fue concebida para el mero deleite del espectador medio. Para
disfrutarla, hay pues que dejar la piel en cada uno de sus episodios, casi del
mismo modo de cuando nos enfrentábamos, por ejemplo, a las más crípticas
películas de Godard, o para graficarlo mejor: como cuando ingresábamos en los
laberintos de Paradiso de Lezama
Lima.
Desde que empiezas a
ver el primer capítulo de la primera temporada, el asunto tiene todos los visos
de ser una empresa imposible de superar. ¿De qué hablan? Para colmo en jerga… Pero
al final de la batalla uno queda con la sensación de que ha valido la pena
invertir paciencia y sudor, puesto que terminas aprendiendo, y mucho. Sabes por
fin cómo se movían las fichas de los sistemas representados, teniendo como
única salida la de aferrarte a tus valores para no terminar emputecido. La
locación: Baltimore, Baltimore para el mundo entero, en donde no hay personajes
buenos, ni personajes malos, todos son iguales.
Eres, sencillamente,
otra persona luego de cada temporada. No te confundas, no te sientes una mejor
persona. Eres otra persona, muy zarandeada, para ser precisos.
En lo personal, y por
más que a un purista le suene a herejía libresca, mis temporadas de The Wire las tengo en los anaqueles de
mi biblioteca, al lado de los siete tomos de En busca del tiempo perdido, Moby
Dick, Mientras agonizo, El cuarteto de Alejandría, de las obras
completas de Chandler, Las ilusiones
perdidas… O sea, en las filas de los más grandes.
The
Wire. 10 dosis de la mejor serie de la televisión
(Errata Naturae, 2010), es a todas luces un invalorable regalo para los fieles
y sufridos fanáticos de la serie. Cada dosis viene por cuenta de escritores e
intelectuales que también fueron fieles, es decir, hechizados y zarandeados por
la podredumbre moral, incoherencia y chispazos de redención de sus recordados
personajes, como Lester Freamon, Jimmy McNulty, Avon Barksdale, Omar Little
(por cierto, antihéroe favorito de Barack Obama), Stringer Bell, Kima Greggs y
demás. Las plumas convocadas para la presente publicación, todas ellas
bendecidas por una suerte de fuerza sobrenatural protectora y a la vez
amenazante, fueron las de: David Simon, George Pelecanos (imperdible su relato
‘El confidente’), Rodrigo Fresán, Nick Hornby, Jorge Carrión, Iván de Los Ríos,
Marc Pastor, Margaret Talbot, Marc Caellasy y Sophie Fuggle. Cada uno de ellos
--sin contar a Pelecanos-- de a pocos y sin pudor alguno, va dejando de lado la
fría acuciosidad, la objetividad de su discurso, para dar lugar a uno
impresionista que ya no puede contener al hincha y seguidor que lleva dentro.
Es que no se puede ser objetivo si escribes de esta serie. Ellos lo saben bien,
escribir sobre ella es ser parte de la historia de la narrativa visual, es
colaborar en su tradición, se sienten importantes, porque se la creen, como
tiene que ser.
Me es imposible pasar
por alto la introducción de David Simon, el hacedor de la perdurable y gran bestia.
“Y, siendo sinceros, The Wire no
intentó solamente contar un par de buenas historias; sobre todo, buscó… pelea”.
O sea, catalogar a The Wire como una simple
serie de policías y ladrones, no es más que una mezquina reducción de su
verdadero alcance: The Wire fue
política, historia, sociología, antropología, psicología, economía... The Wire se fue por la puerta grande,
llegó a la quinta temporada. Simon no cometió los horrores de los creadores de Lost y 24, que por dinero las extendieron cuando ya no tenían más que
decir.
Después de cada emisión
de los episodios, en especial los de la primera temporada, más de una
institución del sistema de Baltimore se sentía contra la pared y con los
pantalones en las rodillas. Por ende, no extraña que los productores hayan
barajado, en más de quinientas ocasiones, cancelar el proyecto de Simon. Pero
de a pocos la serie se fue forjando de una gran minoría de televidentes que
encontraba en ella cosas que nunca antes había visto. No era para menos: esta
gran minoría tenía en las pantallas de sus televisores una sugerente y adictiva
novela visual. En otras palabras, fue la calidad del producto la que terminó
imponiéndose a las tácitas presiones del rating y la publicidad.
“A la mierda el
espectador medio”, dice Simon. Y le doy toda la razón.
2 Comentarios:
se consigue en Lima?
Compré el libro en el 2010, en la librería La casa verde. Imagino que ahora puede encontrarse en Sur. Ss. G
Publicar un comentario
Suscribirse a Comentarios de la entrada [Atom]
<< Página Principal