viernes, septiembre 20, 2013

El demonio del sur


¿Buscas nuevos narradores peruanos? ¿No te gusta lo que vienes leyendo? ¿Sientes que has tirado al tacho tus 30 maracas después de leerlos? ¿Has pensado en ir a la librería a que te cambien ese ejemplar por un Debolsillo de Mondadori? No te preocupes, te entiendo perfectamente. Es hora de desenfocarnos de Lima y comenzar a mirar en serio lo que se viene escribiendo en otras ciudades. Por ejemplo, es tiempo de empezar a seguir y valorar la trayectoria del arequipeño Orlando Mazeyra, conocido también como El demonio del sur.
Pues bien, nuestro escritor no la ha tenido fácil y ha sabido superar las adversidades que deparan la mala recepción de una primera publicación, como su cuentario Urgente: necesito un retazo de felicidad (2007). En un circuito tan pródigo en el autoelogio y tan ducho en la administración de reseñas positivas, resulta determinante para un debutante salir lo mejor parado posible. La idea es que si no tienes prensa o saludos reseñísticos, mejor dedícate a otra cosa y consuélate con la idea de que el haber publicado un librito fue tan solo una bonita experiencia.
El demonio del sur tuvo la suficiente testosterona como para no dejarse amilanar y sorprendió en el 2009 con una segunda incursión en las distancias cortas, La prosperidad reclusa. En esta colección de cuentos nos topamos con autor distinto, más seguro y más definido en su propuesta, que lo situaba como un aplicado discípulo de las siempre complicadas leyes canónicas del cuento, aplicado discípulo que en conocimiento de causa supo sacarle la vuelta a esas leyes que más de un desubicado rehúye sin conocerlas bien.
Pero ahora estamos ante un auténtico salto de garrocha, pues encontramos a un Demonio del sur radical en su voz, voz que repotencia los tópicos de su título precedente. En este sentido, Mi familia y otras miserias (Tribal, 2013) es, y sin exagerar, un libro celebratorio en el universo de la camada de nuevos/no tan nuevos narradores peruanos. No te exaltes: he dicho celebratorio, no consagratorio.
Ahora, el volumen dista de ser una maravilla redonda debido a su excesiva cantidad de relatos, 32, en donde vemos la polaridad literaria en estado puro. Si queremos leer lo mejor y lo peor del Demonio del sur, esta es la oportunidad. Hizo falta pues un mayor poda, si el libro en cuestión exhibía solo 15 cuentos, seríamos testigos de un soberano carpetazo a cuentarios referentes de los últimos años, como Punto de fuga, Crisis respiratoria, París personal, Un hombre distinto, Guerra a la luz de las velas, El inventario de las naves, Manual para cazar plumíferos, Parque de Las Leyendas y Ayuda por teléfono. Aquí la ambición jugó en contra, pero es preferible fallar por ambición que por defecto.
Por otro lado, llamar cuentario a esta entrega podría resultar algo confuso. En más de una ocasión tuve la impresión de que estaba leyendo una novela, una sobre la cruda de lucha de un artista no tan adolescente que contra todo pretende ser escritor y en ese camino se enfrenta al primer y más temible de los enemigos: su familia. Esa lucha, la intención, por afianzar una vocación hace que del texto supuren la rabia y la furia que llegan a más que apreciables cimas en “Mi primera máquina de escribir”, “Expiaciones epistolares”, “Cartas cerradas”, “La llave de tu conciencia” y “La redacción”.
Bien podríamos cartografiar la publicación en los terruños de la metaliteratura, tendencia que lamentablemente, hace algunos años, arrojó buenos comienzos y promesas. En lo personal no tendría problemas en calificarlo como el libro metaliterario más duro y potente de la narrativa peruana última. No sé si el autor siga en esta vía, pero pienso que ya cumplió con dejar un testimonio de lo que debe ser escribir en este registro, un registro que no solo debe ser deudor de lo bien escrito, sino también del componente vital, que ahora es fuego que incomoda y jode al lector.
Al respecto, hace un tiempo vino a visitarme J., un conocido narrador con el que me quedé conversando cerca de tres horas. Y lamento que nuestra conversa no haya quedado grabada, porque hablamos sobre lo que ha sido, es y posiblemente será la narrativa peruana contemporánea. Obviamente, tocamos el asunto de lo metaliterario. ¿Qué pasó? ¿Por qué no despegó? ¿Fue culpa acaso de nuestros referentes nacionales?
J: Es que es un sinsentido entender la metaliteratura sin un componente vital determinante.
G: Por ejemplo, Bolaño, Fresán, Vila-Matas, Piglia…
J: Claro, todos ellos tienen esa mierdita existencial que alimenta el acto de escribir, de hacer literatura. Vida y literatura al mismo nivel.
G: Se pensó que escribir bien era literatura. En realidad, cualquier imbécil puede escribir bien.
J: Para escribir tienes que recorrer las calles, no sé, que te saquen la mierda. Tener demonios.
G: Literatura no es solo tensar el lenguaje.
J: Cuando escribes tienes que dejarlo todo. Si no, no vale ni mierda lo que estás haciendo.
G: La metaliteratura fracasó entre nosotros porque o bien no se tiraba o se tiraba muy poco.
J: Por supuesto, si quieres hacer literatura,  en especial eso que se llama metaliteratura, tienes que tirar como una bestia.

5 Comentarios:

Anonymous Anónimo dijo...

Encuentro cuestionables algunas afirmaciones tanto de G como de J. Lo que dicen responde a una cierta clase de escribidores pero no son, de ninguna manera, reglas de validez general. ¿Alguien podría creer que César Vallejo fue tan tirón como él quizás hubiera querido?, es obvio que no. ¿Quién en su sano juicio podría asegurar que Vargas Llosa se olvidó del mundo para poder lograr su prolífica y sustancial obra?, claro que no, él tiene mucho de mundano y le encanta frecuentar al Jet Set. Por otro lado hay la mar de escritores que se han frustrado precisamente por tirones, por obsesos sexuales. Una cosa es que existan los Bukovsky y los Henry Miller y otra cosa muy distinta además de imposible es que los escritores tengan que ser todos como ellos.

4:45 p.m.  
Anonymous Anónimo dijo...

anonimo tiene toda la razon. eso de que la buena literatura sale cuando el autor ha sido un "barrio", pastrulo, borracho y tirador no explica a Dante, Flaubert, Proust, Eguren, etc. Vargas llosa ultimamente declaro que nunca frecuento discotecas. no tengo nada en contra del sexo y el trago pero esa influencia de bukowsky es muy ridicula. a veces me recuerdas que eres un bloguero noventero hasta el tuetano (ese movimiento "cultural" que lo unico que obtuvo es tener a una sarta de psudopoetas autonombrandose "el brazo armado de la poesia", que decada tan triste fue aquella ademas de haber tenido por una economia depresiva!!)

PDT: Fresan no es un escritor siquiera recomendable a mi gusto. en realidad existe sobrevaloracion de algunos escritores latinoamericanos como fresan, piglia, bellatin, aira. este ultimo sobrevaloradisimo e indigerible en cada parrafo. o sera que mi inclinacion por los clasicos hace que ponga la valla alta? en fin. un saludo


11:35 p.m.  
Anonymous Oscar Herrera – Marketing con Redes Sociales dijo...

El gusto por leer nace de las buenas obras, de aquellas que hacen volar tu imaginación y te logran cautivar, te meten en la historia y tú no puedes parar de leerlas.

1:46 p.m.  
Anonymous Anónimo dijo...

Las ganas de leer a Mazeyra fueron ahuyentadas gracias a tu post y posterior revisión del video de la presentación del libro en la FIL.

6:25 a.m.  
Blogger Gabriel Ruiz-Ortega dijo...

bah, lee el libro nomás.
g

6:27 a.m.  

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